Traducido por el equipo de editores de Sott.net en español

Con el Mundial de Fútbol de 2018 en Rusia a la vuelta de la esquina, la emoción por poder celebrar otro festival cuatrienal de fútbol, este hermoso deporte que cautiva como ningún otro, no es compartida por algunos -específicamente por los comentaristas y políticos liberales occidentales, para quienes la mera mención de la palabra 'Rusia' los pone furiosos.
russia world cup
Por ejemplo, el programa de televisión de la BBC, The Big Questions, es un clásico de los domingos a la hora del almuerzo para un público británico compuesto por personas interesadas en los temas morales candentes del momento. Semana tras semana se debaten cuestionamientos y asuntos relacionados con la religión, el aborto, la justicia penal, los derechos de las minorías, la inmigración, etc. El anfitrión, Nicky Campbell, es siempre muy profesional y hábil en la conducción de estos asuntos difíciles y divisorios, asegurando que todos los puntos de vista sean escuchados durante el transcurso del debate.

En un episodio reciente las tres preguntas que se hicieron fueron: "¿Es ético participar en la Copa del Mundo?" - "¿Deberías ser capaz de declarar tu género?" - y "¿Es posible salvar a la High Street británica?" Ahora bien, algunos podrían pensar que esas preguntas habrían sido más relevantes si hubieran sido planteadas así: ¿Es la autodeclaración de género un ejemplo de la política de identidad enloquecida? ¿Vale la pena salvar la High Street británica? Y si Rusia no es apta para organizar el Mundial, ¿quién lo es?

Pero, no obstante, ésa es otra historia.

El punto es que en el período previo a los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, imagínense cuál habría sido la reacción de la BBC y de otros pilares de los medios de comunicación británicos y del establishment cultural si se hubieran celebrado debates televisivos en Rusia sobre la cuestión de si era ético celebrar los Juegos Olímpicos en Gran Bretaña. ¿Por qué no? Sin duda, el papel del país en la destrucción de Iraq en 2003 y de Libia en 2011 fueron motivos de peso para que se planteara y debatiera este mismo interrogante.

En el propio Reino Unido, mientras tanto, los intelectuales y comentaristas liberales de la nación aprovecharon al máximo la oportunidad de que Londres fuera la sede de los Juegos Olímpicos para revolcarse en los tropeles culturales e históricos británicos, sin escatimar ningún cliché. Era un momento para celebrar todas las cosas británicas, para darse palmaditas en la espalda por la supuesta contribución del país al mundo, por los valores de tolerancia, liberalismo y multiculturalismo que hacen especial a Gran Bretaña.

Pregúntenle al pueblo de Serbia, Afganistán, Irak y Libia sobre esas virtudes británicas y estoy seguro de que recibirían una reacción totalmente diferente, y con razón, lo cual confirma que el intento de deslegitimar el derecho de Rusia a organizar la Copa Mundial está plagado de hipocresía.

Lo que también confirma es que el mantra tan repetido de que el deporte y la política no se mezclan equivale a una absurda tontería. Al contrario, no hay nada más político que el deporte. Y cuando se trata de un acontecimiento deportivo mundial como los Juegos Olímpicos o la Copa Mundial, el grado de política en los mismos, sea manifiesta o no, se amplifica proporcionalmente.


Comentario: Y los que detentan el poder lo saben muy bien. De ahí sus repetidos esfuerzos por ensuciar el nombre de Rusia en el ámbito deportivo desde el momento en que Crimea se unió a la Federación Rusa.


Tomado en su contexto, no hay nada malo en ello. La capacidad que tienen las naciones anfitrionas de los principales acontecimientos deportivos de promover a su país ante el mundo, de celebrar lo mejor de sus valores culturales y de su historia, es totalmente legítima, y es una realidad aceptada y a la que están acostumbrados los millones de espectadores que presencian los Juegos Olímpicos o la Copa Mundial. De hecho, más que aceptarlo, la mayoría acoge la oportunidad de ver cómo una determinada nación anfitriona distingue, celebra y presenta sus valores culturales al mundo.

Tristemente, a lo que la gente también se ha acostumbrado es a la presencia de ideólogos occidentales explotando estos eventos para apoderarse de un engañoso terreno moral elevado desde el cual embarcarse en un ejercicio interminable de señalización de virtudes.

En marzo, el nunca aburrido Secretario de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, Boris Johnson, pregonaba la idea de que Inglaterra boicoteara la Copa Mundial, utilizando el caso de envenenamiento de Skripal como un casus belli. En el momento de redactar este informe, no existe ni un ápice de evidencia convincente o concreta que apoye la afirmación de la culpabilidad del Estado ruso en este crimen; una afirmación que hicieron los medios de comunicación de la clase dirigente del Reino Unido poco después de que ocurriera, seguidos por el gobierno; mientras que las incoherencias en torno al caso han dado lugar a algunas preguntas serias que, hasta ahora, siguen sin respuesta.

Johnson incluso llegó a establecer un paralelismo entre la próxima Copa Mundial de Fútbol en Rusia y los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, los llamados Juegos Olímpicos Nazis. Afortunadamente, en Inglaterra se escucharon voces más racionales y sabias en respuesta. El entrenador de la selección de fútbol de Inglaterra, Gareth Southgate, fue protagonista entre ellos.

En respuesta a las opiniones de Johnson, el entrenador de Inglaterra dijo:
"A mí me interesa poco lo que piense el Ministro de Asuntos Exteriores [de la Copa Mundial]. Estuve en Rusia el año pasado para la Copa Confederaciones y hubo unos 15.000 aficionados de Chile, un ambiente fantástico en los estadios. Me sentí como en las otras Copas Mundiales en las que había estado. He pasado algún tiempo en Rusia y me sentí increíblemente cómodo allí."
La próxima Copa Mundial es una oportunidad para trascender las cuestiones que dividen a las naciones y fomentar la amistad, si no entre los gobiernos, ciertamente entre los pueblos. La magia del fútbol es que habla el mismo idioma sin importar las diferencias culturales, religiosas, étnicas o nacionales de una manera que ningún otro deporte puede lograrlo. En el contexto de una Copa Mundial nos recuerda, aunque sea brevemente, que al despojarnos de nuestras diferencias somos una sola familia humana, enriquecida por nuestra diversidad en lugar de sentirse repelida por ella, imbuida de la misma apreciación por el bello deporte.

Yendo más profundo, el autor estadounidense Dave Zirin tiene razón:
"Los deportes son algo más que una caja de resonancia para la guerra, la corrupción y el moralismo adormecedor. También puede ser un lugar de inspiración que no trasciende lo político, sino que se convierte en lo político, un lugar donde vemos nuestros propios sueños realizados en el dinámico tecnicolor. La política es remota y ajena a la gran mayoría de la gente. Pero en el campo de juego es donde podemos proyectar cada uno de nuestros pensamientos, esperanzas y miedos".
Sobre el autor
John Wight es un escritor y comentarista político cuyos artículos han aparecido en una variedad de publicaciones, incluyendo The Guardian, The Independent, Counterpunch, American Herald Tribune, The Huffington Post, y RT.

También es un locutor cuyas entrevistas y análisis se pueden ver y escuchar en RT, TRT World, la BBC y Press TV.

Actualmente, John presenta Hard Facts, un programa temático semanal de radio en Sputnik.