trump kim korea
Traducido por el equipo de editores de Sott.net en español

El Presidente Trump ha elevado tanto las expectativas para su próximo encuentro con Kim Jong-un que resulta difícil ver cómo podrían cumplirse.

Como lo señaló el New York Times el mes pasado, "Para cumplir con el éxito trazado, el Sr. Trump tendrá que persuadir al Sr. Kim para que acepte la 'desnuclearización completa, verificable e irreversible' de Corea del Norte, algo para lo que el Sr. Kim no ha demostrado tener voluntad alguna en el pasado y a lo que pocos creen aceptará en el futuro" .

Esa desnuclearización implicaría "el desmantelamiento de las armas, la remoción del país del uranio almacenado y del combustible para las bombas de plutonio y la creación de uno de los programas de verificación más complejos de la historia, dada la inmensidad de las montañas de Corea del Norte". Además, Trump ha sugerido que los norcoreanos no ganarán nada con la destrucción unilateral de sus defensas hasta que el proceso haya sido completado en su totalidad; como dijo un funcionario de Trump al Wall Street Journal: "Cuando el presidente dice que no cometerá los errores del pasado, significa que Estados Unidos no hará concesiones sustanciales, como levantar las sanciones, hasta que Corea del Norte haya desmantelado sustancialmente sus programas nucleares".

En otras palabras: primero deberán reunciar a la ventaja; luego ya veremos. Lo que Trump parece querer es nada menos que el desarme completo de Corea con el fin de allanar el camino para una "solución libia" que su gente ha sugerido explícitamente como meta.

Obviamente, Corea del Norte no lo permitirá. El objetivo de su programa nuclear ha sido el asegurar que su país no tenga el destino de Irak o Libia; razón por la cual la comunidad de los servicios de inteligencia está de acuerdo en que no se renunciará a ese objetivo. Según Ryan Hass, de la Brookings Institution, "ningún analista de Corea del Norte, dentro o fuera del gobierno de EE.UU., espera que Kim Jong-un renuncie a sus armas nucleares", y citó al exanalista de la CIA Jung Pak, en el sentido que Kim considera que las armas nucleares son "vitales para la seguridad de su régimen y su legitimidad como líder de Corea del Norte".

Mientras tanto, el New York Times apunta: "pregunten a quienes han observado iniciativas de paz en el pasado si creen que ahora el resultado será diferente, dudan seriamente que el Sr. Kim renunciará a su programa nuclear a cualquier precio", mientras que para Stratfor, la desnuclearización completa de Corea del Norte es "un objetivo noble pero casi imposible de alcanzar".

Entonces, ¿qué está haciendo Trump? ¿No sabe que lo que propone sería totalmente inaceptable para cualquier líder norcoreano, por no hablar de Kim Jong-un?

Pero tal vez ese sea el punto. ¿Y si Trump, lejos de querer llegar a un acuerdo, está deliberadamente presentando una propuesta que debería de ser rechazada? Después de todo, podría ofrecer las perlas de la virgen mientras sus condiciones no lleguen a ser aceptadas: reconocimiento, tecnología, ayuda, levantamiento de sanciones y, diablos (¿por qué no?), incluso la retirada de las tropas estadounidenses de Corea del Sur. El que se rechace tal oferta daría a Trump la posibilidad de pintar a Corea del Norte mucho más fácilmente como el agresor: poco dispuesto a comprometerse, insincero en su deseo de paz, etc.

Después de todo, ésta táctica ha sido comprobada una y otra vez.

En febrero de 1999, en la ciudad francesa de Rambouillet, se convocó a una serie de reuniones entre representantes de la multiétnica Kosovo y Estados Unidos con el objetivo patente de resolver el conflicto entre los separatistas kosovares y el gobierno yugoslavo. Los yugoslavos habían propuesto por su parte un cese al fuego, conversaciones de paz, el regreso de los ciudadanos desplazados y la creación de una asamblea delegada para la provincia, con amplios grados de autonomía.

Evidentemente, esto habría contribuido en gran medida para resolver el conflicto; pero por lo mismo se volvió completamente inaceptable para Estados Unidos, quien estaba desesperado por justificar su próximo ataque contra Yugoslavia. En cambio, necesitaban un "acuerdo de paz" que fuera rechazado por los yugoslavos, quienes entonces podrían ser pintados como los agresores, allanando el camino para la guerra. Para este fin se formuló el "Acuerdo de Paz de Rambouillet". El documento exigía la independencia de facto de Kosovo, al tiempo que permitía que la provincia influyera en el resto de Yugoslavia al seguir enviando representantes a sus instituciones federales. Sin embargo, en caso de que incluso este acuerdo unilateral fuera aceptado por los yugoslavos, en el capítulo siete del acuerdo, EE.UU. insertó una cláusula crucial: que el personal de la OTAN "gozará . . . con sus vehículos, buques, aeronaves y equipamientos, libertad de paso y libre acceso en toda la República Federativa de Yugoslavia, incluidos el espacio aéreo y las aguas territoriales asociadas", y al mismo tiempo sería "inmune a todo proceso legal, ya sea civil, administrativo o penal, [y] en todas las circunstancias y en todo momento, inmune a [todas las leyes] que regulen cualquier delito penal o disciplinario que pueda cometer el personal de la OTAN en la República Federativa de Yugoslavia".

En otras palabras, Yugoslavia no sólo tendría que someterse a una ocupación a gran escala por parte de la OTAN, sino que también tendría que dar a los ocupantes el derecho absoluto e irresponsable de abusar de la población a su antojo. Tal demanda no podría nunca ser aceptada por un país soberano. Pero esa, por supuesto, era la cuestión: se trataba de un acuerdo redactado precisamente para ser rechazado, con el fin de presentar a los serbios como los agresores irrazonables. Funcionó a la perfección: el "acuerdo" fue debidamente rechazado y lo que siguió fue el asalto ya planeado a Yugoslavia, donde bombardearon incesantemente por 78 días.

El mismo truco fue repetido al año siguiente por el presidente estadounidense Bill Clinton. En las conversaciones de paz palestino-israelíes en Camp David propuso una "solución final" para el conflicto que permitía a Israel mantener el 80 por ciento de sus asentamientos ilegales y soberanía sobre una serie de carreteras que los unirían y, por lo tanto, partiría a Cisjordania en bantustanes inviables donde los refugiados se verían permanentemente privados del derecho a regresar a sus hogares en Israel. Como comentaba el expresidente estadounidense Jimmy Carter, "No había posibilidad de que ningún líder palestino pudiera aceptar esos términos y luego sobrevivir, pero las declaraciones oficiales de Washington y Jerusalén responsabilizaron del fracaso a Yasir Arafat".

En efecto, a través de las tergiversaciones de los medios de comunicación occidentales, surgió la narrativa de que el propio presidente israelí Ehud Barak había hecho una "oferta generosa", cuyo rechazo demostraba que los palestinos odiaban la paz y no estaban dispuestos a conformarse con nada menos que empujar a los judíos hacia el mar. Por lo demás, la parte israelí nunca aceptó la propuesta de Clinton y publicó veinte páginas de sus preocupaciones al respecto. En la última de las reuniones presididas por Clinton -de la que surgió la supuesta oferta de Barak, celebrada en Taba en 2001- Barak dijo más tarde que "estaba claro para mí que no había ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo... Por lo tanto, dije que no habría negociaciones ni delegaciones y que no habrían discusiones oficiales ni documentación". Sin embargo, la narrativa oficial, hasta el día de hoy, reitera que los palestinos rechazaron la "generosa oferta" de los israelíes y, por lo tanto, sólo pueden culparse a sí mismos por su continua matanza.

La UE le tendió la misma trampa a Yanukovych. En 2008, la UE y Ucrania acordaron negociar lo que se suponía que sería un acuerdo comercial. A cinco años de su elaboración, el Acuerdo de Asociación de la UE se dio a conocer finalmente en 2013. Pero para entonces, la UE había incluido una cláusula sobre cooperación en materia de defensa, convirtiendo efectivamente al país en un miembro no oficial de la OTAN. Tal medida garantizaba el desmantelamiento de un país como Ucrania (y había sido diseñada para ello), una entidad política multiétnica con profundos e históricos vínculos tanto con Rusia como con Europa, cuya unidad se fundamentaba en la estricta adhesión a una política de neutralidad en términos de las rivalidades entre Oriente y Occidente. Además, Yanukovych tenía un mandato democrático explícito sobre tal neutralidad, habiendo sido elegido precisamente sobre esta base. El Acuerdo de Asociación fue debidamente rechazado, como se sospechaba que era su intención, sentando las bases para el "golpe de estado del Maidán", respaldado por Occidente, y para la guerra civil que le siguió y que continúa hasta el día de hoy.


Comment: Con frecuencia, es difícil interpretar la "intención" de los líderes occidentales. En este último ejemplo, no está claro que el Acuerdo de Asociación se redactara con la intención de que no fuera aceptado y, por lo tanto, justificara el golpe.

Pero a lo largo del tiempo, ciertamente observamos algún tipo de "maquinaria" o fuerza estructural operando a través de las acciones de los líderes occidentales (y/o las consecuencias de sus acciones).


Por lo tanto, los gobiernos occidentales ciertamente tienen experiencia en la elaboración de propuestas diseñadas para ser rechazadas, con el fin de justificar el agravamiento de la situación. Y Estados Unidos tiene todas las razones para hacerlo hoy con Corea del Norte.

La política de Trump hacia Corea del Norte en todo el año pasado ha sido una política de retórica belicista y de aumento de las tensiones. Mientras que logró hasta cierto punto intimidar a China y a otros a fin de que aceptaran sanciones más severas, este "consenso" comenzó a desmoronarse a medida que el equipo de Trump intensificaba su discurso belicista a finales de año, cuando el secretario de defensa Mattis advertía de "nubes de tormenta... reuniéndose" y el asesor de seguridad nacional McMaster afirmaba que las probabilidades de guerra estaban "aumentando cada día".

Este aumento de la tensión no fue bien recibido en las dos Coreas, y rápidamente se emprendieron medidas para aligerar la tensión, con la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de invierno siendo una señal simbólica, pero importante, señalando hacia una mayor cooperación Norte-Sur en el futuro. En su discurso de Año Nuevo, Kim Jong-un comenzó una ofensiva de encanto diplomático con el Sur, que obtuvo rápidos resultados. Se organizó una cumbre entre los líderes de las dos Coreas, que finalmente tuvo lugar en abril, cuando Kim Jong-un se convirtió en el primer líder norcoreano en cruzar la frontera hacia el Sur desde la guerra de Corea. En la cumbre se convino proseguir con la desnuclearización de la península y lograr un tratado de paz oficial, y se acordó que se concertaría un proyecto de acuerdo de paz para finales del año.

Esta distensión entre las dos Coreas ha socavado enormemente el belicismo de Trump. En un artículo titulado "As Two Koreas Talk Peace, Trump's Bargaining Chips Slip Away" ("Mientras las dos Coreas hablan de paz, las posibilidades de negociación de Trump se desvanecen"), Mark Landler señaló que "es probable que el diálogo de paz debilite los dos mecanismos que el Sr. Trump utilizaba para presionar al Sr. Kim.... La reanudación de los intercambios diplomáticos entre las dos Coreas, según los analistas, erosionará inevitablemente las sanciones económicas paralizantes contra el Norte, mientras que al Sr. Trump le resultará difícil amenazar con una acción militar contra un país que está tendiendo una rama de olivo". Landler continuó citando a Jeffrey A. Bader, ex asesor para Asia de Barack Obama, que, tras el acercamiento Norte-Sur, dijo: "Se vuelve muy difícil que Trump regrese a la fase 'listos para atacar' y de 'fuego y furia'". Peor aún, "Dentro de la Casa Blanca, algunos temen que el Sr. Kim utilice promesas de paz para desapegar a Corea del Sur de Estados Unidos y también librarse de esfuerzos categóricos de este último para forzarlo a renunciar a sus armas nucleares".


Comment: "Desapegar a Corea del Sur de los Estados Unidos..." Deténgase por un momento para considerar esta impresionante frase. ¡Uno pensaría que Corea del Sur está localizada en Arizona!


Por lo tanto, Trump necesita urgentemente poner fin a este acercamiento si quiere volver a la belicosidad que ha caracterizado su política hacia Corea hasta ahora. Como escribió Landler, "el Sr. Kim... realizó una valiente apuesta por la diplomacia", y Trump necesita asegurarse de que fracase. La mejor manera de hacerlo es poniéndose a la cabeza de ella.

Si Trump está planeando usar el truco de Rambouillet para reavivar las tensiones contra el Norte, es importante que haga que su oferta diseñada para ser rechazada se considere de alguna manera increíblemente generosa. Y en las últimas semanas se han dado pasos en esa dirección.

En primer lugar, Trump parece haber aceptado que la desnuclearización podría no ser necesaria de golpe, al decir a los periodistas que, aunque "sin duda sería mejor si todo fuera de una vez.... Creo que yo no quisiera comprometerme totalmente". Luego, Trump se esforzó para garantizar la seguridad del Sr. Kim. "Él estará a salvo. Estará contento. Su país será rico", dijo el presidente. Ya se pueden imaginar las palabras de Trump cuando su 'oferta generosa' sea rechazada: "le ofrecimos seguridad. Le ofrecimos prosperidad. Le ofrecimos la eliminación por etapas. Y lo rechazó todo".

Sorprendentemente, resulta que el asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, ya ha sugerido precisamente el truco de Rambouillet. Según el New York Times, "Dos semanas antes de ser reclutado como asesor de seguridad nacional, [Bolton] dijo que una reunión entre el Sr. Trump y el Sr. Kim era útil sólo porque fracasaría inevitablemente, y entonces Estados Unidos podría pasar rápidamente a la siguiente fase; presumiblemente una confrontación militar... 'Podría ser una reunión larga e improductiva, o podría ser una reunión corta e improductiva'", dijo en Fox News.

Incluso entre los funcionarios que se preocupan por la guerra, hay simpatía hacia su punto de vista de que "fracasar rápidamente" sería útil. Por su parte, el análisis de Stratfor sobre las perspectivas de la próxima cumbre concluyó que "también puede reforzar la idea de que si los dos líderes no pueden negociar una solución para el conflicto, entonces quizás no sea posible una solución diplomática, y el discurso sobre una solución militar al problema de Corea del Norte de Estados Unidos podría volver... Sin ningún cambio, es probable que volvamos a encontrarnos en la senda de la contención, si no en la senda de una acción militar para poner fin de una vez por todas al programa nuclear y de misiles de Corea del Norte".

Sin embargo, la posibilidad de una acción militar realista contra Corea del Norte sigue siendo una cuestión importante. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que las consecuencias de cualquier represalia (tanto contra los 28.000 soldados estadounidenses estacionados en Corea del Sur como contra los aliados estadounidenses en Seúl y Kyoto) serían inaceptablemente altas. James Stavridis, ex Comandante Supremo Aliado de la OTAN, sostiene habitualmente que "no hay opciones militares que puedan causar menos de varios cientos de miles de bajas y quizás hasta 2 a 3 millones de personas".

Así que si la guerra no es una posibilidad, ¿con qué fin buscaría Trump que se rechace su oferta?

Ya se ha sugerido una respuesta: frustrar la emergente cooperación Norte-Sur que amenaza con erosionar la influencia estadounidense en la península. El fracaso de la cumbre le daría a Trump un aparente "derecho moral" de intimidar al Sur para que ponga fin a su acercamiento y regrese a la posición estadounidense de aislar al Norte.

Pero otra razón podría ser la guerra comercial de Trump con China, cuyos primeros disparos acaban de producirse. Cualquier supuesta intransigencia norcoreana podría proporcionar a Trump una tapadera para iniciar sanciones secundarias contra los supuestos "aliados" de Corea del Norte. La ley del Congreso ya permite que Trump inicie sanciones secundarias contra cualquiera que comercie con la víctima de las sanciones primarias, pero con la actual atmósfera de acercamiento, a Trump le resulta difícil justificar su uso contra China en la actualidad.

Una "retirada" de Corea del Norte sería la excusa perfecta para intensificar la guerra económica contra China bajo el pretexto de sancionar a Corea. De hecho, Trump ya ha estado erigiendo a China como un chivo expiatorio potencial de cualquier fracaso a la hora de alcanzar un acuerdo, afirmando que la posición de Kim se había endurecido tras su reunión con el presidente chino Xi Jinping. "Hubo una actitud diferente por parte de los norcoreanos después de esa reunión", dijo Trump a los periodistas recientemente, "No puedo decir que estoy contento con ello".

Después de todo, la trayectoria de Trump no es de conciliación, sino de escalada, en todos los frentes. Escalada contra los inmigrantes, contra la clase obrera, contra Irán, contra China, e incluso contra sus supuestos amigos en Moscú. No hay absolutamente ninguna razón para pensar que Corea del Norte es una especie de excepción mágica a esta regla de oro.El establecimiento de un acuerdo que estará garantizado para ser rechazado, pero que pueda ser presentado como increíblemente generoso, no es, por supuesto, una hazaña insignificante. Esto es especialmente cierto dado que Kim ha declarado repetidamente que está dispuesto a renunciar a sus armas nucleares. De hecho, esta posibilidad no puede descartarse por completo: después de todo, la capacidad convencional de Corea del Norte por sí sola -por no hablar de su tratado de defensa mutua con China- proporciona tanta disuasión como es necesaria para evitar una invasión, como lo confirman las cifras de víctimas citadas anteriormente. En este caso, el diablo estará en los detalles y, más concretamente, en los plazos de concesión. En mi opnión, es probable que Trump ofrezca lo que parecen ser concesiones muy generosas, pero que las haga depender de medidas de verificación inaceptablemente molestas o de niveles inalcanzables de "prueba" antes de que cualquiera de ellas haga efecto. Quizás sólo copien y peguen el capítulo siete del Acuerdo de Rambouillet en su totalidad. Una cláusula secreta que exija la ocupación de toda Corea del Norte por parte de la OTAN probablemente sería suficiente.
Sobre el autor

Dan Glazebrook es un escritor político independiente que ha escrito para RT, Counterpunch, Z magazine, The Morning Star, The Guardian, The New Statesman, The Independent y Middle East Eye, entre otros. Su primer libro "Divide y Ruina: La estrategia imperial de Occidente en una era de crisis" fue publicada por Liberation Media en octubre de 2013. Presentaba una colección de artículos escritos a partir de 2009 que examinaban los vínculos entre el colapso económico, el surgimiento del BRICS, la guerra contra Libia y Siria y la "austeridad". Actualmente está investigando un libro sobre el uso de escuadrones de la muerte sectarios entre EE.UU. y Gran Bretaña contra estados y movimientos independientes de Irlanda del Norte y América Central en los años setenta y ochenta hacia Oriente Medio y África en la actualidad.