Traducido por el equipo de editores de Sott.net en español

La semana pasada escribí sobre lo que me dijeron los civiles de Guta en relación con las denuncias no verificadas de que el ejército sirio los había atacado con productos químicos, pero ellos también hablaban de los crímenes cometidos por terroristas y del papel de los Cascos Blancos.
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© Eva BartlettLa autora con los residentes de Duma.
Aunque los medios de comunicación corporativos los llaman benévolamente "rebeldes", el grupo terrorista salafista Jaysh al-Islam no está luchando por la libertad ni por los derechos humanos en Siria, como tampoco lo hacen los otros grupos terroristas que antes controlaban el este de Guta.

Fue Jaysh al-Islam quien encarcelaba a civiles sirios en jaulas, utilizándolos como escudos humanos contra posibles bombardeos, y Jaysh al-Islam fue uno de los grupos terroristas que disparaban misiles y morteros contra civiles en Damasco, matando a más de 10.000 personas.

Ellos, Faylaq al-Rahman, y las demás facciones terroristas que ocupaban la región reinaban con terror, decapitando a hombres y mujeres y matando de hambre al pueblo.

El dominio infernal de Jaysh al-Islam: Hambre y ejecuciones con espadas

Cuando visité Guta oriental y el centro Horjilleh para personas desplazadas justo al sur de Damasco -personas que ahora son en su mayoría de Guta- pregunté acerca de sus vidas bajo el dominio de Jaysh al-Islam y otros, y también por qué se habían estado muriendo de hambre en primer lugar. La respuesta fue, tal como yo y otros lo oímos en Alepo oriental, Madaya y al-Waer, que los terroristas robaban la ayuda y controlaban todos los alimentos, vendiéndolos únicamente a precios exorbitantes que la gente común no podía permitirse.

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© Eva BartlettEn Horjilleh, Sabah al Mushref habla de la crueldad de Jaysh al Islam.
Sabah al-Mushref habló de la insensibilidad de los terroristas en Hammouriyeh y Zamalka hacia los niños y de cómo sus propios hijos solían hurgar en la basura de los líderes terroristas que tenían abundante comida:
"Yo vivía en Zamalka, mis hijos estaban casi muertos de hambre, la piel de mi hija se había vuelto amarilla, estaba desnutrida", me dijo Sabah. "La llevé al punto médico, dijeron que no había medicinas. Dije, "mi hija se está muriendo, ¿qué debo hacer?" Me dijeron que el punto médico era sólo para ciudadanos de Duma. Fui a ver al representante de Zamalka, le supliqué: "Por favor, dame algo para mis hijos, se están muriendo de hambre, no han comido nada en dos días". Dijo: "Lo que está aquí es sólo para los ciudadanos de Zamalka, usted es de Marj al-Sultan, vaya con su representante. No hay ayuda para ti aquí."
Cuando hablé con Sabah, ella estaba con otras tres personas de las zonas orientales de Guta. Sus testimonios rebosaron, cada cual peor a medida que hablaban en voz alta de los horrores que habían vivido.

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© Eva BartlettEn Horjilleh, Mahmoud Souliman Khaled habló de encarcelamiento y tortura.
Mahmoud Souliman Khaled, 28 años, de Duma, habló de su encarcelamiento y tortura por parte de Jaysh al-Islam:
"Me detuvieron por la noche, iba a buscar algo. Sospechaban que estaba trabajando para el régimen, ayudando al ejército. Me llevaron a la prisión de al-Taoubah, donde me torturaron. Me ataban a una silla y me golpeaban las manos o la parte superior de los dedos de los pies. Me ataban dos cables a los dedos de los pies y luego conectaban el otro extremo al inversor y me daban una descarga eléctrica. Seguían haciendo eso hasta que uno confesara algo. No confesé porque no tenía nada que confesar. Me torturaron durante dos días. Lo que hicieron me causó una miopía severa, sentí como si me saliera electricidad de los ojos".
Khaled habló de una ejecución que presenció en Duma. "Llegaron en un camión con una ametralladora antiaérea de 23 mm y le volaron la cabeza. Luego, acusaron al ejército sirio de matarlo". Una foto en su teléfono móvil mostraba a un hombre sin cabeza sentado en una silla, no había remanentes de bombardeos:
"Jaysh al-Islam le voló la cabeza por vender comida barata, porque querían mantener los precios altos, para que la gente siguiera empobrecida y tuviera que trabajar para ellos en los túneles o unirse a ellos en los combates."
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© Eva BartlettMoutaz Al Aghdar, en Kafr Batna.
En Kafr Batna, el 2 de mayo de este año, las calles estaban atestadas del ajetreo de la vida normal y el proceso de limpieza, los trabajadores del servicio eléctrico estaban restaurando la energía de la ciudad. Afuera de una tienda que vende shawarma, Mou'taz Al-Aghdar habló de haber sido encarcelado durante 15 días por Jaysh al-Islam por vender arroz:
"Confiscaron nuestros bienes y nos encarcelaron. A nadie se le permitía trabajar a menos que estuviera bajo control".
Habló de las ejecuciones con espadas, y de niños y adultos desaparecidos, algunos de los cuales regresaron sin algunos de sus órganos:
"Vivimos en un pueblo pequeño, la gente empezó a hablar: un niño fue secuestrado aquí, otro allá...". Algunas personas fueron secuestradas y les quitaron sus órganos. Un niño fue enterrado, lo encontraron muerto en un granero cubierto de paja, lo ataron y lo cubrieron de paja mientras estaba vivo. No sabíamos quién lo había hecho".
Otros civiles de Guta han hablado de robo de órganos.

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© Eva BartlettMohammad Shakr, en la plaza Kafr Batna donde los terroristas ejecutaban a civiles.
Más adelante, me encontré con Mohammad Shakr, quien me señaló la rotonda central y habló de las ejecuciones de terroristas allí:
"Traían a las personas aquí y las ejecutaban, a veces con una espada y otras con un arma. Era muy normal para ellos. Ahora, desde que el ejército sirio vino aquí, la gente puede caminar y moverse libremente. Pero antes, no se veía a nadie en la carretera".
En una heladería cerca de la plaza, Abdallah Darbou también dijo que había visto ejecuciones de este tipo. También habló de protestas:
"Muchas veces, hicimos protestas contra los terroristas, porque nos moríamos de hambre, nos estaban matando. A veces nos disparaban durante las protestas. Nos destruyeron, realmente nos destruyeron. "El régimen sirio no nos hizo eso, cuando el ejército entró aquí nos repartió pan, antes sólo veíamos pan en fotos."
Caminando por Duma el 29 de abril, conocí a Yahya Mohammed Hamo, quien vendía naranjas en un carrito. Cuando le pregunté cómo había sido la vida bajo el dominio de Jaysh al-Islam, me respondió: "hambre, hambre y hambre. Si tienen una religión, maldita sea esa religión. La religión no hace que ellos tengan que matarte de hambre".
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© Eva BartlettYahya Mohammed Hamo, en Duma, dijo que los terroristas los hacían pasar hambre.
Los hombres en un puesto de verduras y frutas, que respondieron con un rotundo "no" cuando les pregunté sobre las acusaciones químicas, también hablaron de la ayuda que se envió a Duma. Un hombre mayor, en una exageración para demostrar su punto de vista, dijo que había suficiente comida en Duma para cinco años, pero que los terroristas los habían privado de ella.

Pregunté acerca de los campos agrícolas que había visto al entrar en Duma. La respuesta fue que Jaysh al-Islam tenía control sobre todo, la tierra fértil, el ganado. Un joven me dijo que antes de que los terroristas dejaran Duma en los autobuses, mataron a todos los animales.

Los hombres hablaron de ejecuciones, haciendo un gesto de degollación. Un hombre más joven relató otro asesinato, cuando el verdugo puso una pistola en la boca de alguien y apretó el gatillo.

"Terrorismo, ellos son el significado literal del terrorismo", dijo Toufik Zahra, propietario del stand.

Los Cascos Blancos no son tan benévolos, trabajaban con terroristas

A mi pregunta sobre si los Cascos Blancos estaban ayudando a la gente, contestó Zahra: "La defensa civil era sólo para los grupos terroristas, sólo para ellos, para Jaysh al-Islam". Esto lo reiteró Mahmoud Mahmoud al-Hammouri, que trabajaba en una tienda al final de la calle, quien dijo: "Los Cascos Blancos se llaman la Defensa Civil. Supuestamente trabajaban para los civiles, pero al contrario, trabajaban para Jaysh al-Islam".

En Kafr Batna, el vendedor de Shawarma, Mou'taz Al-Aghdar, dijo: "Jaysh Al-Islam solía atacarnos usando un casco blanco un día y sin usarlo otro día". El joven de la heladería, Abdallah, respondió que no sabía nada de los Cascos Blancos porque a él y a los civiles en general no se les permitía acercarse a ellos.

Eso es extraño en sí mismo, dado que su supuesto objetivo es salvar civiles, y dado que los Cascos Blancos tenían sus centros en Duma, Zamalka y Saqba. El centro de los Cascos Blancos en Saqba estaba a menos de 500 metros de Kafr Batna. Notablemente, también estaba a sólo 200 metros de un edificio donde Faylaq al-Rahman fabricaba grandes cantidades de misiles y morteros.

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© Eva BartlettMarwan Qreisheh, en Horjilleh, habló de cómo los Cascos Blancos escenifican ataques.
Marwan Qreisheh, en el centro de Horjilleh, tenía mucho que decir sobre los Cascos Blancos:
"Los primeros miembros de la defensa civil que llegaron a Guta hace tres o cuatro años provenían de países extranjeros, no eran árabes, no hablaban árabe. Eran la defensa de los terroristas, solían aterrorizar. Tenían mucho dinero y lo usaban para atraer gente a la defensa civil.

Cuando los Cascos Blancos querían ir a alguna parte, los terroristas solían ir con ellos y abrirles las carreteras. En el momento en que llegaban a un lugar donde querían fingir un ataque, lanzaban 10 bombas de humo, provocando mucho humo, no se podía ver nada. Solían disparar a la gente, y cuando se despejaba el humo, empezaban a filmar. Era imposible decir una palabra porque te matarían, vaciarían su arma contra ti inmediatamente.

Si alguien sufría un corte en las venas de su brazo, lo amputaban inmediatamente y suturaban la herida mientras filmaban. Si alguien se lastimaba la pierna por una bala, un trozo de vidrio o lo que fuera, su tratamiento primario era la amputación".
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© Eva BartlettCentro de los Cascos Blancos en Saqba.
Las afirmaciones de Qreisheh sobre la amputación fueron repetidas por Hanadi Shakr, de Saqba, que trabajó durante un año como enfermera hasta que su marido, que se había unido a Jaysh al-Islam, la obligó a renunciar.
"Cada vez que había un caso un poco severo, decían que había que amputar a esa persona. Decían que nos faltaban suministros médicos, por lo que la amputación era la mejor opción. No solían tratar a la gente. Incluso la gente que se sometía a una cirugía menor, simplemente amputaban".
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© Eva BartlettFábrica de municiones en Saqba.
Las denuncias de falta de suministros médicos resultaron ser falsas, como en Alepo oriental. Tan sólo en un hospital subterráneo de Saqba, vi habitaciones llenas de medicamentos y equipo médico robado. Periodistas sirios documentaron la existencia de tales almacenes en otras partes de Guta oriental.

Según Hanadi Shakr:
"Toda la ayuda médica y alimentos que se traían, desaparecían, los vendían y se llevaban el dinero. Todo iba a los líderes de las facciones terroristas".
Cuando Guta oriental estaba siendo liberada, los medios de comunicación corporativos estaban ocupados produciendo informes falsos de masacres, tal como lo hicieron los medios corporativos cuando Alepo estaba siendo liberada. Produjeron historias que emanaban de partidarios de las facciones terroristas, siempre culpando al gobierno sirio de inanición y, sobre todo, encubriendo los crímenes y el terrorismo de los grupos extremistas que ocupaban el este de Guta.

En realidad, los civiles de Guta tenían mucho que decir sobre los crímenes de sus captores, y también sobre su alivio al ser liberados por el ejército sirio, pero a los medios de comunicación corporativos no les interesa porque no encaja en la narrativa del cambio de régimen.
Sobre la autora

Eva Bartlett es una periodista independiente y activista de derechos humanos con amplia experiencia en la Franja de Gaza y Siria. Sus escritos se pueden leer en su blog, In Gaza.