Desde que se inventó el plástico son muchas las utilidades que le hemos dado. El problema es que tarda mucho en degradarse y abusamos de dicho material hasta el punto de suponer hoy uno de los mayores impactos ambientales. Últimamente, se trata mucho sobre los llamados microplásticos y hay estudios que nos documentan cómo acaban en nuestra alimentación. Vaya que nos los estamos comiendo.
microplásticos
© Greenpeace
Hace unos días nos despertamos con la noticia de que una ballena había muerto en Tailandia después de haberse tragado más de 80 bolsas de plástico. A tal punto hemos llegado que en algunos sitios los mares son auténticos vertederos. Es evidente que abusamos de un material que no se degrada, lo que supone un riesgo para el planeta e incluso para nuestra salud.

Cuando pensamos en plástico lo hacemos con la mente puesta en una bolsa de la compra o en el envase de un medicamento o en el tuper de comida. Algo más desconocido son los microplásticos. Los hay que se generan con una finalidad, por lo general para ser utilizados en cosméticos como exfoliantes, dentífricos o productos de limpieza de fachadas. Son partículas microscópicas que llegan al mar desde nuestros desagües o por la lluvia o el viento.

Luego están los que se degradan o se separan de otro material. Por ejemplo, aquellas microfibras que se desprenden de ciertas prendas en el momento de lavarlas y que por su tamaño no pueden ser filtradas en las depuradoras, llegando al mar.

Por lo general, los microplásticos que encontramos en el mar son el resultado de la fragmentación (causada por la radiación solar) de los desechos marinos.

Los microplásticos poseen un tamaño menor de 5 mm. Por su densidad, este tipo de materiales suelen encontrarse en la superficie de los mares, sin embargo, la acción de microorganismos puede hacer que vayan descendiendo desde la superficie hasta el fondo marino.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha analizado tres alimentos de origen marino como la sal, moluscos y crustáceos para rastrear la presencia de microplásticos: en dos de cada tres muestras se detecta la presesencia de estos residuos y también han descubierto que en torno a un 40% de los casos la presencia de microplásticos es muy significativa.

La OCU ha estudiado en total 102 alimentos de origen marino: sal, mejillones, almejas y chirlas, entre los mariscos y como crustáceos langosta, gambas y langostinos. Había microplásticos en 69 de ellos, principalmente microfibras y microfilms. El 66% de las muestras de sal analizadas en el estudio de OCU contenía los materiales ahora cuestionados. La contaminación proveniente del medio ambiente y no del envase o el método de obtención, ya que no existen diferencias significativas entre los resultados de la sal envasada en plástico, cristal o cartón, ni entre la procesada industrialmente y la procesada manualmente.

Una curiosidad alimentaria que nos cuenta la asociación de consumidores:
"La llamada 'flor de sal', que cristaliza en la superficie de las salinas marinas, sí ha resultado ser más rica en microplásticos, lo que podría deberse a una mayor contaminación ambiental o a su estructura escamosa, capaz de retener más partículas".
Los moluscos, por su parte, deben someterse a un tratamiento de depuración cuando están destinados al consumo humano. Aun así, OCU ha encontrado microplásticos en un 71% de las muestras que, como en el resto de los casos.

Por último, OCU ha hallado microplásticos en un 66% de las muestras de crustáceos analizadas, sin detectar diferencias entre langostas, langostinos y gambas, tipos de envase o estado en el que se compraron (frescos o congelados). Sin embargo, sí había significativamente menos cantidad en los que se comercializaban pelados, pues al retirar la cáscara y el tracto digestivo, que se extrae unido a la cabeza, se reduce la carga de microplásticos. OCU tampoco ha detectado diferencias significativas según el método de obtención, ya sea pesca salvaje o acuicultura.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) reconoce que la presencia de microplásticos y nanoplásticos en alimentos es un riesgo real y emergente, si bien todavía se desconocen los efectos que puede tener en el hombre.

Estados Unidos fue el primer país que decidió prohibir estos contaminantes tan tóxicos y peligrosos para la vida marina y en enero de este año se ha sumado el primer país europeo, Reino Unido, que ha vetado el uso de estas partículas en los productos cosméticos y de aseo personal.

Y es que no queda otra opción que eliminar del mercado estos productos pues un envase de exfoliante de 150ml puede contener entre 130.000 y 2,8 millones de microesferas de plástico. Ojo al dato. Y alternativas hay, el proyecto de KosLigCel ha creado micropartículas se producen a partir de celulosa de madera de haya, avena, trigo y maíz. Desde mi punto de vista las alternativas no contaminantes o "biodegradables" están bien pero el problema real es el consumo ¿son imprescindibles todas las micropartículas y los productos que las contienen?