Traducido por el equipo de SOTT.net en español

A medida que se acumulan atrocidades y escándalos en la guerra contra la empobrecida nación de Yemen, guerra apoyada por Estados Unidos y dirigida por Arabia Saudí, la participación e hipocresía de Estados Unidos y otros patrocinadores occidentales está saliendo a la luz.
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La condena global de los ataques aéreos saudíes contra objetivos civiles ha dirigido la atención pública hacia el papel de Washington en el conflicto, un papel que los medios de comunicación occidentales han intentado minimizar durante años. Es irónico, o tal vez revelador, que los medios de comunicación alternativos señalados como "influencia rusa" estén liderando la cobertura de la creciente catástrofe humanitaria de Yemen.

EE.UU. niega su papel en una guerra subsidiaria que no podría ser combatida sin su participación

Cuando se le preguntó en una conferencia de prensa reciente al Secretario de Defensa de los Estados Unidos, James Mattis, sobre el papel de los Estados Unidos en el conflicto yemení en relación con las atrocidades saudíes, dijo:
No estamos involucrados en la guerra civil. Ayudaremos a prevenir, ya saben, el asesinato de personas inocentes.
Pero nada podría estar más lejos de la verdad.

El propio Mattis presionó al congreso estadounidense a principios de este año para que continuara el apoyo de Estados Unidos a las operaciones dirigidas por Arabia Saudí en Yemen.

En un artículo del Washington Post de marzo de 2018 titulado "Mattis pide al Congreso que no restrinja el apoyo de Estados Unidos a los bombardeos saudíes en Yemen", se hizo la siguiente admisión:
El secretario de Defensa Jim Mattis hizo un llamado personal al Congreso el miércoles para que no restrinja el apoyo de Estados Unidos a la campaña de bombardeos encabezada por Arabia Saudí en Yemen, luego de que los promotores de una resolución prioritaria para poner fin a la participación de Washington anunciaran que el Senado votaría sobre el asunto la próxima semana.
El apoyo incluye la recopilación de información de inteligencia por parte de EE.UU. para las operaciones saudíes, la venta de armas estadounidenses al régimen saudí e incluso el reabastecimiento aéreo de los aviones de guerra saudíes fabricados en EE.UU. que disparan municiones estadounidenses contra objetivos yemeníes seleccionados con la ayuda de asesores estadounidenses.

En esencia, Estados Unidos está haciendo de todo excepto combatir directamente en la "guerra civil" como tal.

Incentivar crímenes de guerra y patrocinar a terroristas, ¿con qué fin?

En cuanto a por qué EE.UU. cree que debe continuar apoyando una guerra indirecta que Arabia Saudí está librando en su nombre (que comenzó bajo el presidente de EE.UU., Barack Obama, y continúa con mayor ahínco bajo el actual presidente de EE.UU., Donald Trump), el Washington Post llegó a la siguiente conclusión (énfasis añadido):
La guerra en Yemen ha inspirado mucha controversia en el Congreso, pues los legisladores se han preguntado por qué Estados Unidos se ha involucrado tan estrechamente con el bando respaldado por Arabia Saudí en una guerra civil contra las fuerzas rebeldes hutíes respaldadas por Irán. Las sucesivas administraciones presidenciales han presentado la campaña como un componente necesario de la lucha contra el terrorismo y para preservar la estabilidad en la región. Como dijo Mattis en su carta a los líderes del Congreso el miércoles: "retirar el apoyo de EE.UU. animaría a Irán a aumentar su apoyo a los hutíes, permitiendo nuevos ataques con misiles balísticos contra Arabia Saudí y amenazando vías de navegación vitales en el Mar Rojo, con lo que aumentaría el riesgo de un conflicto regional".
Sin embargo, Mattis, sus colegas y sus predecesores han fracasado rotundamente en explicar cómo es que Irán constituye una amenaza mayor para la seguridad de Estados Unidos o del mundo de lo que es Arabia Saudí.

Arabia Saudí es una nación que patrocina manifiestamente a Al-Qaeda en todo el mundo, incluso en Yemen, como reveló una reciente investigación de Associated Press. Y es la nación que radicalizó a los supuestos perpetradores del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en las ciudades de Nueva York y Washington D.C. y de donde provenían la mayoría de los supuestos secuestradores.

Si Irán de hecho está librando una guerra contra Arabia Saudí y sus representantes terroristas en Yemen, Irak y Siria, la verdadera pregunta es: ¿por qué Estados Unidos no está apoyando a Teherán?

La respuesta obvia a esta pregunta revela el deterioro de la autoridad moral de Estados Unidos, conforme la fachada de principios que ha utilizado durante décadas se cae y deja ver su agenda hegemónica en todo el mundo.

Estados Unidos y sus aliados crearon la "Guerra contra el Terror" y la perpetuaron intencionadamente como pretexto para expandirse militarmente por todo el mundo en un intento de preservar su primacía después de la Guerra Fría e impedir el surgimiento de una alternativa multipolar a su "orden internacional" unipolar. Lo ha hecho no sólo a costa de cientos de miles de vidas humanas en Oriente Medio, África del Norte, Europa Oriental y Asia Central, sino también a costa de billones de dólares de los contribuyentes y de la vida de miles de soldados, marineros, aviadores y marines de Estados Unidos.

Canada también

La reciente disputa entre Canadá y Arabia Saudí sobre supuestas preocupaciones relativas a los "derechos humanos" parece ser un vano intento de salvar la credibilidad de al menos algunas naciones involucradas en la guerra; que ya lleva siete años y cuyos últimos tres años han supuesto una intervención militar directa por parte de Arabia Saudí, sus socios y sus patrocinadores, incluida Canadá.

En un artículo del Guardian titulado: "No tenemos ningún amigo: La riña de Canadá con Arabia Saudí revela que el país está solo", se intenta presentar a Canadá como un país que adopta una postura solitaria y basada en principios contra los abusos de los derechos humanos en Arabia Saudí; y que incluso ha sido abandonada por Washington.

En el artículo se afirma:
La riña parece haberse desencadenado la semana pasada cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores de Canadá expresó su preocupación por el arresto de activistas saudíes de la sociedad civil y de los derechos de la mujer, en un tuit que hacía eco de las preocupaciones expresadas anteriormente por las Naciones Unidas.

Arabia Saudí respondió rápidamente, haciendo planes para expulsar de Canadá a miles de estudiantes saudíes y pacientes médicos, y suspendiendo los vuelos de la aerolínea estatal hacia y desde Canadá, entre otras acciones.
En el Guardian también se afirmó:
...EE.UU. dijo que se mantendría al margen mientras los funcionarios saudíes atacaban a Canadá por su llamado a liberar a activistas de derechos civiles encarcelados.
La fingida preocupación de Canadá por los "derechos humanos" en Arabia Saudí llega en un momento en que el gobierno canadiense sigue aprobando la venta de armas a Riad por valor de cientos de millones de dólares. Esto incluye las armas pequeñas y los vehículos blindados de transporte de personal que las fuerzas saudíes están utilizando en su invasión y ocupación actual del vecino Yemen.

La falsa división entre Ottawa y Washington en torno a las violaciones de los derechos humanos saudíes se ve ensombrecida por años de compromiso de ambas naciones norteamericanas para fortalecer el régimen saudí y ayudar e instigar a que se cometan los peores abusos de los derechos humanos por parte de Riad durante el conflicto yemení.

El rol aparente de Canadá es ayudar a compartimentar lo peor de la autoridad moral decadente de Occidente y contenerla con Estados Unidos, a la vez que asume un papel más prominente en el ventajoso fraude de los "derechos humanos" y la "democracia" industrializados de Occidente.

Así como los armamentos canadienses ayudan al genocidio en Yemen, los diplomáticos canadienses en todo el mundo financian a agitadores y se inmiscuyen directamente en los asuntos políticos internos de naciones extranjeras sobre la base de la promoción de los "derechos humanos" y la "democracia".

En Tailandia, por ejemplo, EE.UU. se ha escondido en la sombra, permitiendo que Canadá, el Reino Unido y otras naciones europeas se involucren abiertamente en la intromisión política en su nombre. La financiación y el apoyo de EE.UU. continúa, pero la cara pública de la "indignación" occidental se está tornando cada vez más canadiense, británica y del norte de Europa.

Sin embargo, Canadá enfrenta el mismo problema que ha erosionado permanentemente la credibilidad estadounidense. Y a medida que su papel en la perpetuación de los abusos reales contra los derechos humanos en todo el mundo sigue quedando al descubierto, su fingida preocupación simbólicas o incluso fabricada en materia de derechos humanos parecerá cada vez más hipócrita y vacía, lo cual menoscaba la capacidad colectiva de Occidente de aprovechar y esconderse detrás de los derechos humanos y la democracia para promover sus programas egoístas.
Tony Cartalucci, investigador geopolítico y escritor residente en Bangkok, sobre todo para la revista online "New Eastern Outlook".