Si algo me gusta de la ciencia es que las preguntas se amontonen encima de la mesa. Mal asunto si tenemos poco o nada a lo que intentar dar respuesta. Cuanto más indagas en algún problema, mayor es el número de interrogantes. Esto es lo que estimula la imaginación y el deseo de seguir investigando. Y quizá lo más interesante reside en que cuando pensamos que estamos cerca de una posible solución, sucede algo inesperado que nos abre un interrogante de mayores proporciones. No hay tregua para el aburrimiento.

Herramienta de piedra, Ain Boucherit
© M. SahnouniHerramienta de piedra olduvayense excavada recientemente en Ain Boucherit, Argelia.
Fuente: M. Sahnouni
Varios de mis compañeros de trabajo en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), liderados por Mohamed Sahnouni, acaban de publicar un artículo en la revista Science, del que se habló y mucho la semana pasada. Puesto que conozco su trabajo de manera muy directa, puedo asegurar que las pocas páginas de ese artículo condensan una investigación de muchos años y de una gran complejidad logística. Mohamed Sahnouni tiene mucha experiencia en la excavación de yacimientos, incluyendo su paso por los de la sierra de Atapuerca, allá por el año 1984. No sin grandes dificultades, debido a la inestabilidad política en el norte de África, Sahnouni consiguió iniciar excavaciones en varios yacimientos de su país. Dos de los más importantes, Ain Hanech y El Kherba, han sido explorados durante más de dos décadas bajo su dirección. Pero ha sido un yacimiento próximo, Ain Boucherit, el que ha proporcionado en poco tiempo datos de enorme interés para explorar y preguntarse nada más y nada menos que por el origen de la tecnología de la humanidad.

La identificación de diferentes especies de mamíferos representa la primera prueba de la antigüedad de los tres yacimientos citados en el párrafo anterior. Jan van der Made, firmante del artículo y compañero en el proyecto Atapuerca desde hace años, es experto en la evolución de los suidos. Dicho de un modo menos académico, es una de las personas que más sabe de los "cerdos" del pasado. La especie Kolpochoerus heselonise extinguió hace 1.700.000 años y está presente en los yacimientos argelinos. La presencia de este suido en Ain Boucherit marca el límite temporal superior del yacimiento. Otros mamíferos, como el proboscídeo del género Anancus, indican una época aún más antigua para Ain Boucherit. Muchos de los fósiles tienen las indudables marcas de descarnado producidas al filetear los cadáveres de los animales con las herramientas de piedra.

Los intentos de datación mediante métodos bien conocidos, como la resonancia paramagnética electrónica (ESR) no han funcionado bien en Ain Boucherit. Pero el estudio del paleomagnetismo realizado por Josep Maria Parés ha dado resultados espectaculares, que han despejado cualquier duda sobre la antigüedad de las herramientas de piedra encontradas en estos yacimientos. Todavía recuerdo las conversaciones con Mohamed, explicando las dudas que le planteaban sus colegas sobre esa antigüedad. Él defendía su causa, que ahora ha tenido premio.

Las herramientas de piedra de Ain Hanech, El Khreba y Ain Boucherit fueron fabricadas de manera relativamente simple por humanos posiblemente parecidos a los que se incluyen en la especie Homo habilis. O tal vez aún más arcaicos. Los diferentes niveles del yacimiento de Ain Boucherit encajan bien en una horquilla temporal de hace entre 1.900.000 y 2.400.000 años. En ese tiempo, algunos de los humanos encontrados en yacimientos de África Oriental también comenzaban a fabricar instrumentos de piedra. La tecnología estaba en sus inicios. Las herramientas del yacimiento de Gona (Etiopía) fueron estudiadas en la década de 1990 por Sileshi Semaw (último firmante del artículo en Science y también compañero en el CENIEH). Las herramientas de Gona tienen una cronología aproximada de dos millones y medio de años. Fueron consideradas como las más antiguas realizadas por una especie de la genealogía humana y merecieron ser portada de la revista Nature en 1997.

Si consultamos un mapa de África, podremos comprobar que la distancia entre países como Kenia y Etiopía y Argelia es de unos 8.000 kilómetros ¿Entonces?, ¿qué hipótesis podemos plantear para el origen de la tecnología humana? ¿Asumimos que ese origen ocurrió en el este de África y se extendió rápidamente hacia el norte?, ¿o quizá el origen se encuentra en el norte de África y la naciente cultura viajó hacia el sureste? En cualquiera de los dos escenarios hemos de asumir que la tecnología pudo pasar la barrera del Sahara, aprovechando su reverdecimiento cíclico cada 41.000 años. Una hipótesis alternativa, que los autores del artículo acertadamente exponen, supondría el surgimiento convergente de la tecnología en diferentes lugares de África.

Concedemos una extrema importancia al surgimiento de la tecnología, como un hito fundamental en la evolución de la genealogía humana. Hacemos bien en concederle esa trascendencia, porque nuestra actual tecnología y nuestra propia existencia en el planeta es el resultado del primer golpe intencionado a un canto de río para conseguir un filo cortante. Pero el origen de la tecnología no puede mitificarse como un único momento de lucidez de algún ancestro de mente privilegiada, al que imitaron sus congéneres. Los yacimientos argelinos demuestran que el norte de África estuvo habitado hace al menos dos millones y medio de años por homininos, cuya fisonomía desconocemos por el momento. Pero podemos predecir que su aspecto no sería muy distinto al de Homo habilis o al de otras posibles especies que ocuparon África Oriental durante el final del Plioceno y los inicios del Pleistoceno Inferior. Y sus mentes estarían igualmente preparadas para descubrir por primera vez la utilidad de obtener un filo cortante al transformar la materia prima en herramientas. Nuestros mejores deseos para que pronto se conozca el aspecto de aquellos humanos arcaicos de la otra orilla del Mediterráneo.