Con cierta frecuencia, al empezar una conversación (terapéutica o no), las personas me dicen: "Ah, ¿psicólogo? ¡Yo no creo en los psicólogos!"

Tienen toda la razón. Yo tampoco creería, visto lo visto. Pues me parece a veces que los psicólogos creamos más sufrimiento del que intentamos evitar.

abrazo corazón
© Desconocido
Un ejemplo célebre es Freud, cuyas audaces ideas del primer cuarto del S. XX se convirtieron en dogmáticas "certezas" en el segundo cuarto. Por ejemplo, que los recuerdos dolorosos "se reprimen inconscientemente" (falso y peligroso), que las fobias tienen su origen en problemas sexuales (falso y además ridículo), que la curación de un trastorno pasa por "recordar" el "trauma" que lo causó (falso, peligroso y doloroso)... En fin: certezas que todavía hoy circulan en los libros de psicología popular y los especiales televisivos. Certezas que causan problemas y agravan los ya existentes.

Una persona acude al psicólogo para que la ayude a no tener miedo de las arañas; éste afirma que "toda fobia tiene su origen en la sexualidad" y que para ayudarla será necesario indagar en su relación con sus padres, lo que tomará, al menos, seis meses a razón de una sesión a la semana. La persona sale de la consulta sintiéndose inútil e indefensa. Antes tenía sólo una fobia; ahora tiene una fobia, una dificultad sexual indefinida y la creencia de que sin seis meses de hurgar en su pasado jamás podrá mejorar.

Parece una caricatura pero sucedió en la realidad (he cambiado algunos datos para mantener la confidencialidad de quien me lo contó).

Hoy en día, la fuente más importante de sufrimiento gratuito es el "autoestima". La mayor parte de gente que atiendo afirma tarde o temprano que "tiene baja autoestima"; más aún, que esa es la "causa" de sus problemas. "Como tengo baja autoestima, no puedo... (conseguir o mantener un buen trabajo, dejar a mi actual pareja, llevarme bien con mis hijos, etc.)"

Es culpa nuestra: casi cada vez que escucho a un psicólogo en la radio o la televisión sale a relucir la bendita "autoestima" como "explicación" de los problemas. Existen innumerables sitios que aconsejan cómo "aumentar" el autoestima, libros que prometen métodos fáciles y rápidos, cursos... Toda una industria. La noción de "autoestima", alguna vez útil, ha sustituido a la de "complejo" a la hora de ofrecer explicaciones simplistas y rápidas para casi cualquier malestar.

El problema es que no sirve de nada.

Porque el autoestima es sencillamente el resultado de comparar nuestros logros o capacidades con la magnitud de nuestras dificultades. Si nos consideramos fuertes, competentes, hábiles, lo suficiente como para afrontar lo que anticipamos que se nos avecina, el saldo es positivo y nuestra autoestima sólida; si nos vemos más débiles de lo que creemos necesitar para plantar cara a nuestras dificultades, nuestra autoestima cae en números rojos.

En otras palabras, el autoestima cambia continuamente en función de qué tan graves son nuestros problemas y de cuántos recursos disponemos para resolverlos. No es, en sí misma, causa de nada. De poco sirve "fortalecerla" artificialmente porque, por más que nos sintamos mejor, nuestros problemas siguen presentes. Y como no hemos aprendido nuevas maneras de abordarlos, fallamos y nos volveremos a sentir inútiles o fracasados; y regresamos a la librería en pos de un nuevo texto de autoayuda o un nuevo "taller de desarrollo personal"... El ciclo vuelve a empezar.

(Como el velocímetro de un auto. Cuando aceleramos, el velocímetro aumenta; pero no podemos acelerar empujando la aguja del velocímetro...)

Lo que cabe hacer es no "aumentar" el autoestima sino ayudar a la persona a desarrollar recursos nuevos para resolver sus problemas; porque cuando lo haga, su autoestima mejorará por sí sola. Tal vez tarde un poco más, pero se mantiene a largo plazo.

Así, por culpa de los psicólogos y su simplificado uso del "autoestima" como explicación universal, la mayor parte de personas que se topan repetidas veces con una misma dificultad concluyen que tienen un defecto de fábrica: "baja autoestima". Luchan denodadamente contra él lo mejor que pueden; sin lograr avances, desde luego. No porque sean incapaces sino porque su misma lucha sostiene el problema: cuanto más se esfuerzan en "aumentar el autoestima" más descuidan la búsqueda de otras soluciones a sus problemas.

Es entonces cuando llaman a nuestra puerta. Por desgracia, muchos psicólogos responden con más de lo mismo: "su problema es que no tiene buena autoestima".

La culpa es de los psicólogos, en muchos casos. Por eso no creo en ellos.