Traducido por el equipo de Sott.net en español


Comentario: El texto es largo, pero vale la pena si usted está interesado en recapitular lo que fue una "hamburguesa de nada" del "Russiagate". También es interesante porque está escrito por uno de los pocos periodistas disidentes de la "corriente convencional", y ofrece un relato detallado de cómo los "intelectuales" de Estados Unidos -y sus homólogos de otros países occidentales- rompieron colectivamente con la realidad cuando abordaron el tren de "Trump y Rusia", conducido por el Estado Profundo. Desde la mentira inicial contada por los "dioses de la comunidad de la inteligencia", el diagnóstico del autor para su profesión -y su credibilidad- es funesto.


Nota a los lectores: a la luz de las noticias de que la investigación del Fiscal Especial Robert Mueller ha terminado, voy a publicar este capítulo de Hate Inc. antes de tiempo, con algunos detalles nuevos añadidos...

Nadie quiere escuchar esto, pero la noticia de que el Fiscal Especial Robert Mueller vuelve a casa sin emitir nuevos cargos es un golpe mortal para la reputación de los medios de comunicación estadounidenses.
mueller investigation street art
Imagine estar tan cautivado por esto que piensa que es un acto antisistema pegar en un muro la cara de un director del FBI como arte callejero...
Como se ha rumoreado desde hace tiempo, la investigación independiente del exjefe del FBI dará lugar a múltiples acusaciones y condenas, pero no a acusaciones de conspiración que "destruyan la presidencia", ni a nada que se ajuste a la definición común de "colusión" con Rusia.

Con la advertencia de que incluso estas noticias podrían resultar ser chapuceras, el detalle clave en las muchas historias sobre el final de la investigación de Mueller fue expresado de mejor manera por el New York Times:
Un alto funcionario del Departamento de Justicia dijo que el Sr. Mueller no recomendaría nuevas acusaciones.
El Procurador General William Barr envió una carta al Congreso en la que resume las conclusiones de Mueller. Citó el informe de Mueller de la siguiente manera:
La investigación no estableció que los miembros de la Campaña Trump conspiraran o coordinaran con el gobierno ruso en sus actividades de interferencia electoral.
Durante el fin de semana, el Times trató de suavizar el golpe emocional para los millones de estadounidenses que fueron entrenados durante estos años para poner sus esperanzas en Mueller sobre el derrocamiento de la presidencia de Trump. Como con la mayor parte de la cobertura de la prensa, hubo pocas apariencias de que la investigación de Mueller fuera una misión de investigación neutral, al ser yuxtapuesta con la alegoría religiosa, con Mueller en el papel del héroe encargado de matar al monstruo.

El Fiscal Especial se convirtió literalmente en una figura religiosa durante los últimos años; se vendían velas votivas con su imagen y el elenco de Saturday Night Live le cantaba "All I Want for Christmas is You" ("Lo único que quiero esta Navidad eres tú") con la rima: "Mueller, por favor, haz lo que sea necesario, porque la única opción es un golpe de Estado".

La historia del Times de hoy trató de preservar la reputación de Santa Mueller, señalando que la reacción del Fiscal General de Trump, William Barr, fue un "aprobación" a la excelencia del trabajo de Mueller:
En lo que pareció ser la aprobación de una investigación que el Sr. Trump ha atacado implacablemente como una "cacería de brujas", Barr dijo que los funcionarios del Departamento de Justicia nunca tuvieron que intervenir para evitar que el Sr. Mueller tomara una medida inapropiada o injustificada.
En otras palabras, Mueller nunca se salió de los límites de lo que correspondía a su trabajo. Pero, ¿podría decirse lo mismo de los medios de comunicación?

Para aquellos ansiosos por mantener vivo el sueño, el Times publicó su gráfico habitual de "contactos" entre Trump y Rusia, invitando a los lectores a seguir haciendo conexiones. Pero en otro artículo de Peter Baker, el periódico señalaba que la noticia Mueller tenía consecuencias nefastas para la prensa:
Será un ajuste de cuentas para el presidente Trump, sin duda, pero también para Robert S. Mueller III, el consejero especial, para el Congreso, para los demócratas, para los republicanos, para los medios de comunicación y, sí, para el sistema en su conjunto...
Esta es una admisión condenatoria en la página uno del Times. A pesar de la gráfica de conectar los puntos en su otra historia, y a pesar de la asombrosa y emotiva editorial que el periódico también publicó sugiriendo "No necesitamos leer el informe Mueller" porque sabemos que Trump es culpable, Baker al menos comenzó el trabajo de preparar a los lectores del Times para una pregunta difícil: "¿Han conectado los periodistas demasiados puntos que no encajan?"

El periódico estaba dando señales de que entendía que ahora habría preguntas sobre si los medios de noticias como él cometieron o no errores de magnitudes galácticas al apostar fuertemente por un nuevo enfoque politizado, tratando de ser fieles al "juicio de la historia", además de la ardua tarea de ser simplemente ciertos. Peor aún, en una brutal ironía que todo el mundo debería haber visto venir, la prensa ha entregado a Trump la madre de los temas de campaña con vistas al año 2020.

Nada de lo que Trump sea acusado a partir de ahora por la prensa será creído por grandes sectores de la población, un grupo que (quizás gracias a esta historia) es ahora más grande que su base original. Como señala Baker, un 50,3% de los preguntados en una encuesta realizada este mes dijeron estar de acuerdo con que la investigación Mueller sobre Trump es una "caza de brujas".

Se han estado publicando historias desde hace algún tiempo que insinúan que el informe final de Mueller podría dejar a la audiencia "decepcionada", como si un presidente que resulta no ser un espía extranjero pudiera ser de alguna manera una mala noticia.

Usar abiertamente ese lenguaje ha sido, desde el principio, una acusación. Imagínese lo sordo que tendría que estar para no darse cuenta de que le hace quedar mal, cuando las noticias no coinciden con las expectativas de la audiencia que usted mismo creó. No ser consciente de esto es alucinante; el equivalente periodístico de caminar en la calle sin pantalones.

Habrá gente protestando: ¡El informe Mueller no prueba nada! ¿Qué hay de las 37 acusaciones? ¿Las condenas? ¿Las revelaciones de la Torre Trump? ¡Las mentiras! ¿La reunión con Don, Jr.? ¡Los asuntos financieros! Hay una investigación en curso del gran jurado, y posibles acusaciones selladas, y la Cámara de Representantes seguirá investigando, y...

Deténganse. Sólo deténganse. Cualquier periodista que tome ese rumbo estará empeorando las cosas.

Durante años, todos los expertos y políticos demócratas de Washington han exagerado cada nuevo titular sobre Rusia, como si fuera el robo de documentos de Watergate. Ahora, incluso Nancy Pelosi ha dicho que el juicio político está descartado, a menos que se descubra algo "tan convincente y abrumador y bipartidista" contra Trump que los problemas políticos valgan la pena para enjuiciarlo.

La cuestión más importante que este asunto ha descubierto hasta ahora es que Donald Trump le está pagando a una estrella porno. Eso está muy lejos de lo que se suponía que era este asunto al principio, y es una vergüenza para cualquier reportero que intente fingir que no es así.

La historia promovida desde el principio fue de espionaje: una relación secreta entre la campaña de Trump y los espías rusos que le habrían ayudado a ganar las elecciones.

La narrativa de la traición no fue reportada como una metáfora. No fue: "A Trump le gustan tanto los rusos que incluso podría ser un espía para ellos". Fue literalmente un tema de espionaje, traición y arreglo de elecciones -crímenes tan severos, que el exempleado de la NSA John Schindler dijo a los reporteros, Trump "morirá en la cárcel".

En los primeros meses de este escándalo, el New York Times dijo que la campaña de Trump tuvo "contactos recurrentes" con la inteligencia rusa; el Wall Street Journal nos dijo que nuestras agencias de espionaje estaban ocultando información de inteligencia al nuevo presidente por miedo a que no fuera seguro; las noticias filtradas por nuestros jefes de espionaje incluso decían que se aconsejaba a otros países, como Israel, a que no compartieran su información con nosotros, porque los rusos podrían tener "modos de ejercer presión" sobre Trump.

La CNN nos dijo que los oficiales de Trump habían estado en "contacto constante" con "rusos conocidos por la inteligencia estadounidense", y el exdirector de la CIA, que había ayudado a iniciar la investigación que llevó a la investigación de Mueller, dijo que el presidente era culpable de "crímenes y delitos menores", cometiendo actos que constituían "nada menos que traición".

Hillary Clinton insistió en que los rusos "no podrían haber sabido cómo convertir en armas" los anuncios políticos a menos que hubieran sido "guiados" por estadounidenses. Cuando le preguntaron si se refería a Trump, dijo: "Es muy difícil no hacerlo". Harry Reid también dijo que no tenía "ninguna duda" de que la campaña de Trump "era parte del trato" para ayudar a los rusos con la filtración.

Nadie se ha retractado de todo esto. Para ser claros, si Trump estuviera siendo chantajeado por agencias rusas como el FSB o el GRU, si tuviera algún tipo de relación con la inteligencia rusa, eso se elevaría por encima del estándar "abrumador y bipartidista", y Nancy Pelosi estaría preparando torpedos en favor del juicio político ahora mismo.

Nunca hubo un área gris real en esto. O Trump es un agente extranjero vendido, o no lo es. Si no lo es, los medios de comunicación una vez más se tragaron una campaña de desinformación masiva, sólo que este error es de muchos órdenes de magnitud más estúpido que cualquier otro en el pasado reciente, incluido el de las armas de destrucción masiva. Los reporteros honestos como Terry Moran de la ABC entienden: El regreso de Mueller con las manos vacías por colusión significa un "ajuste de cuentas para los medios de comunicación".

Por supuesto, no habrá tal ajuste de cuentas. (Nunca lo hay). Pero debería haberlo. Rompimos todas las reglas escritas y no escritas en la búsqueda de esta historia, comenzando con la prohibición de reportar cosas que no podíamos confirmar.

El #Russiagate debutó como fenómeno mediático a mediados del verano de 2016. Las raíces de la historia real, es decir, cuando comenzó la investigación multinacional, se remontan mucho más atrás, al menos hasta el año anterior. Curiosamente, esa historia del origen aún no se ha aclarado, y el público de los Estados azules [republicanos.- NdT] tampoco parece estar muy interesado en ella.

En junio y julio de 2016, parte del expediente compilado por el exespía británico Christopher Steele, que había sido financiado por el Comité Nacional Demócrata a través del bufete de abogados Perkins Coie (que a su vez contrató a la empresa de investigación opositora Fusion GPS), ya estaba en el aire.

El informe Steele ocupa el mismo lugar en el #Russiagate que el que ocuparon los cuentos inventados por Ahmed Chalabi en la metida de pata de las armas de destrucción masiva. Una vez más, una narrativa se convirtió en una carga turbulenta cuando oficiales con motivos arrastraron a la prensa agarrándola de la nariz hasta un pantano de afirmaciones privadas inconfirmables.

Algunas de las primeras historias, como una del 4 de julio de 2016 de Franklin Foer en Slate, titulada "El títere de Putin", esbozaron los futuros temas de Steele en forma "circunstancial". Pero el expediente real, aunque influyó en varias noticias de Trump y Rusia previas a las elecciones (en particular una de Michael Isiskoff en Yahoo! que se utilizaría en una solicitud de orden de detención de FISA), no fue publicado por un tiempo.

Aunque fue ofrecido a por lo menos nueve organizaciones de noticias durante el verano y el otoño de 2016, nadie mordió la manzana, por la buena razón de que las organizaciones de noticias no pudieron verificar sus "revelaciones".

Las afirmaciones de Steele eran explosivas de ser ciertas. El exespía informó que a Carter Page, ayudante de Trump, le habían ofrecido honorarios por una nueva porción del gigante petrolero Rosneft si podía ayudar a que se levantaran las sanciones contra Rusia. También dijo que el abogado de Trump, Michael Cohen, fue a Praga para mantener "conversaciones secretas con representantes del Kremlin y operadores/piratas informáticos asociados".

Lo más famoso es que escribió que el Kremlin tenía kompromat [Término ruso para describir los materiales comprometedores sobre un político u otra figura pública, NdT] de Trump "delirando" [sic], una cama que alguna vez usaron Barack y Michelle Obama "empleando a varias prostitutas para realizar un espectáculo de 'lluvias doradas' (micción)".

Era una historia demasiado buena para no hacerla. Por las buenas o por las malas, tenía que salir. La primera salva fue realizada por David Corn de Mother Jones el 31 de octubre de 2016: "Un espía veterano ha dado información al FBI alegando una operación rusa para cultivar a Donald Trump".

El artículo no tenía ni pis, ni Praga, ni Page, pero sí decía que la inteligencia rusa tenía material con el que podía "chantajear" a Trump. Era técnicamente permitido imprimirlo porque Corn no estaba publicando las acusaciones, simplemente reportaba que el FBI se había apoderado de ellas.

Se necesitaba un pretexto más amplio para dar a conocer los demás detalles. Esto tuvo lugar justo después de las elecciones, cuando cuatro funcionarios de inteligencia presentaron copias del expediente tanto al presidente electo Trump como al presidente saliente Obama.

A partir de sus propios memorandos, sabemos que el director del FBI, James Comey, aparentemente mostrando preocupación por el bienestar de Trump, le dijo al nuevo presidente que sólo estaba advirtiéndole sobre lo que había ahí fuera, como posible material de chantaje:
Yo no estaba diciendo que [el informe Steele] fuera cierto, sólo que quería que él supiera que había sido reportado y que los informes estaban en muchas manos. Dije que los medios como la CNN los tenían y que buscaban un gancho de noticias. Dije que era importante que no les diéramos la excusa para escribir que el FBI tiene el material o [redactado] y que lo guardáramos muy de cerca [sic].
La generosa advertencia de Comey a Trump de no proporcionar un "gancho de noticias", junto con la promesa de mantenerlo todo "en secreto", tuvo lugar el 6 de enero de 2017. En un lapso de cuatro días, básicamente todos los medios de comunicación de Washington de alguna manera sabían todo acerca de esta reunión de alto secreto y tenían el mismo gancho que necesitaban para hacerlo público. Nadie en la prensa convencional pensó que esto fuera raro ni que requiriera un comentario.

Incluso Donald Trump fue probablemente lo suficientemente inteligente como para captar la indirecta cuando, de todos los medios, fue la CNN la primera en publicar la historia de los "Documentos clasificados presentados la semana pasada a Trump" el 10 de enero.

Al mismo tiempo, Buzzfeed tomó la decisión histórica de publicar el expediente completo de Steele, lo que trajo años de orina a nuestras vidas. Esta movida dio origen al fenómeno del Russiagate como un factor interminable, de minuto a minuto, en la cobertura de las noticias estadounidenses.

Comey tenía razón. No podríamos haber reportado esta historia sin un "gancho". Por lo tanto, los informes que rodeaban a Steele técnicamente no se referían a las acusaciones en sí mismas, sino más bien al proceso de esas acusaciones, pasando de un par de manos oficiales a otro. La entrega del informe a Trump creó un pretexto perfecto.

Este truco ya se ha utilizado antes, tanto en Washington como en Wall Street, para dar a conocer una investigación privada no confirmada. Un especulador financiero puede contratar a una empresa consultora para que prepare un informe sobre una empresa contra la que ha apostado. Cuando se completa el informe, el inversor intenta que la SEC o el FBI tomen posesión de este. Si lo hacen, las noticias filtran que la compañía está "bajo investigación", las acciones caen, y todos ganan.

Este mismo truco se encuentra en la política. Una trayectoria similar llevó a titulares negativos en el escándalo que envolvió al senador demócrata de Nueva Jersey Bob Menéndez, quien, según se dijo, estaba siendo investigado por el FBI por delitos sexuales cometidos contra menores de edad (aunque algunos se mostraron escépticos). La historia inicial no se sostuvo, pero condujo a otras investigaciones.

Lo mismo ocurrió con el llamado "proyecto Arkansas", en el que millones de dólares de investigación privada, vinculados a los republicanos, generaron suficiente ruido sobre el escándalo de Whitewater como para crear años de titulares sobre los Clinton. 'Swiftboating' fue otro ejemplo. La oposición privada no es intrínsecamente mala. De hecho, ha dado lugar a algunas primicias increíbles, entre ellas Enron. Pero los reporteros generalmente saben que deben ser escépticos con la información privada, y deducen los motivos de sus clientes en la historia.

La secuencia de los acontecimientos en esa segunda semana de enero de 2017 tendrá que ser revisada a fondo. Ahora sabemos, por su propio testimonio, que el ex Director de Inteligencia Nacional James Clapper tuvo algún tipo de papel en ayudar a la CNN a hacer su informe, presuntamente confirmando parte de la historia, tal vez a través de un intermediario o dos (hay alguna controversia sobre quién fue contactado exactamente y cuándo).

¿Por qué los verdaderos oficiales de seguridad litigarían este grave asunto a través de los medios de comunicación? ¿Por qué las agencias de investigación más poderosas del mundo actuaban como si estuvieran tratando de mover acciones de bolsa, impulsando un informe privado, no verificado, que incluso Buzzfeed podía ver que era problemático en cuanto a los hechos? No tenía sentido en ese momento, y ahora tiene menos sentido.


Comentario: Porque todos estaban conspirando juntos en una Gran Mentira.


En enero de 2017, el montón de acusaciones de Steele se hizo público y fue leído por millones de personas. "No sólo no está sin confirmar", admitió Buzzfeed. "Incluye algunos errores claros."

La decisión de Buzzfeed hizo estallar los estándares periodísticos tradicionales en contra de publicar a sabiendas material cuya veracidad está en duda. Aunque algunos expertos en ética de los medios de comunicación se lo preguntaron, esto no pareció molestar a las bases del área de negocios. El jefe de Buzzfeed, Ben Smith, sigue orgulloso de su decisión hoy. Yo pienso que esto se debió a que muchos reporteros creyeron que el informe era cierto.

Cuando leí el informe, quedé impactado. Pensé que era como leer una ficción de intriga de cuarta clase (yo lo sé, porque escribo ficción de suspenso/suspense de cuarta clase). Además, parecía editada tanto para el consumo público como para complacer a los clientes del Comité Nacional Demócrata de Steele.

Steele escribió que los rusos tenían un archivo de "información comprometedora" sobre Hillary Clinton, sólo que este archivo supuestamente carecía de "detalles/evidencias de comportamiento poco ortodoxo o vergonzoso" o "conducta vergonzosa".

¿Se suponía que debíamos creer que los rusos, a lo largo de décadas de búsqueda de la suciedad, tenían un archivo kompromat vacío sobre Hillary Clinton, por no mencionar a Bill Clinton, esa encarnación humana de los titulares de la prensa sensacionalista? Este punto fue mencionado más de una vez en los informes, como si se quisiera hacer énfasis para el público lector.

Había otras líneas curiosas, incluyendo la de que los rusos tienen "topos" en el Comité Nacional Demócrata, además de algunos detalles lingüísticos que me hicieron preguntarme sobre la nacionalidad del autor del informe.

Aun así, ¿quién sabe? Podría ser cierto. Pero incluso la revisión más superficial mostró que el informe tenía problemas y necesitaría mucha confirmación. Esto hizo más sorprendente que el líder demócrata en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff, celebrara audiencias el 20 de marzo de 2017 en las que alegremente leyó en voz alta los detalles del informe Steele como si fueran un hecho. De la declaración de apertura de Schiff:
Según Christopher Steele, un ex oficial de inteligencia británico que, según se informa, es muy apreciado por la Inteligencia de Estados Unidos, fuentes rusas le dicen que Page también ha tenido una reunión secreta con Igor Sechin (SEH-CHIN), director general de la gigante compañía de gas rusa Rosneft... Sechin ofrece a Page honorarios de corretaje en una operación que involucra una participación del 19 por ciento de la compañía.
Quedé pasmado al ver esto. Generalmente se entiende que los miembros del Congreso, al igual que los reporteros, hacen un esfuerzo por examinar al menos sus observaciones preparadas antes de hacerlas públicas.

Pero aquí estaba Schiff, diciéndole al mundo que a Carter Page, el ayudante de Trump, le habían ofrecido enormes honorarios por una participación del 19% en Rosneft -una compañía con una capitalización de mercado de 63.000 millones de dólares- en una reunión secreta con un oligarca ruso que también se decía que era "un agente de la KGB y amigo cercano de Putin".

(Schiff quiso decir "agente del FSB". La incapacidad de los entusiastas del #Russiagate para recordar que Rusia no es la Unión Soviética se volvió cada vez más loca con el tiempo. Donna Brazile aún no ha borrado su tuit sobre cómo "Los comunistas dictan ahora los términos del debate.")

El discurso de Schiff suscitó preguntas. ¿Ya no tenemos que preocuparnos de que las acusaciones sean correctas si el tema está ligado a Russiagate? ¿Y si Page no hubiera hecho nada de eso? Hasta la fecha, no ha sido acusado de nada. ¿No debería un miembro del Congreso preocuparse por esto?

Unas semanas después de esa audiencia, Steele dio testimonio en el contexto de una demanda británica presentada por una de las empresas rusas mencionadas en sus informes. En un escrito, Steele dijo que su información estaba "cruda" y que "necesitaba ser analizada e investigada/verificada más a fondo". También escribió que (al menos en lo que se refiere al memorándum en ese caso) no había preparado su informe "con la intención de que se publicara para el mundo en general".

Esa fue una declaración curiosa, dado que se dice que Steele habló con múltiples reporteros en otoño de 2016, pero esa era su posición legal. Esta historia sobre las declaraciones de Steele en los tribunales británicos no apareció mucho en las noticias de Estados Unidos, aparte de unos pocos artículos en medios conservadores como The Washington Times.

Me puse en contacto con la oficina de Schiff para preguntar si el congresista sabía de la admisión de Steele de que su informe necesitaba ser verificado, y si eso cambiaba su punto de vista al respecto. La respuesta (el énfasis es mío):
El expediente compilado por el ex agente de inteligencia británico Christopher Steele y que se filtró públicamente hace varios meses contiene información que puede ser pertinente para nuestra investigación. Esto es cierto, independientemente de que alguna vez se haya destinado a la difusión pública. En consecuencia, el Comité espera hablar con el Sr. Steele para ayudar a fundamentar o refutar cada una de las alegaciones contenidas en el expediente.
Schiff no había hablado con Steele antes de la audiencia, y leyó las alegaciones sabiendo que no tenían fundamento.

El informe Steele fue la Carta Magna del #Russiagate. Proporcionó el contexto implícito para miles de noticias por venir, pero ningún periodista fue capaz de confirmar sus acusaciones más lascivas: el plan de cultivo de cinco años, el chantaje, el soborno de Sechin, el viaje a Praga, el juego del pis, etc. En términos metafóricos, no pudimos producir de forma independiente los resultados de Steele en el laboratorio. El no tener en cuenta esto corrompió la narrativa desde el principio.

Durante años, cada indicio de que el dosier podía ser cierto se convirtió en un titular de bandera, mientras que cada vez que se ponían en duda las revelaciones de Steele, la prensa guardaba silencio. El reportero del Washington Post Greg Miller fue a Praga y dirigió un equipo que buscó pruebas de que Cohen había estado allí. Los reporteros del Post, dijo Miller, "literalmente pasaron semanas y meses tratando de agotar" la historia de Cohen.

"Enviamos reporteros a todos los hoteles de Praga, por todas partes, sólo para tratar de averiguar si alguna vez estuvo allí", dijo, "y salimos con las manos vacías".

Esto era un trabajo periodístico de "cara, yo gano, cruz, tú pierdes". Uno asume que si Miller hubiera encontrado el nombre de Cohen en un libro de hotel, estaría en la página 1 del Post. Lo contrario no se mencionó en el periódico de Miller. Sólo contó la historia durante una discusión emitida por C-SPAN sobre un nuevo libro que había publicado. Sólo The Daily Caller y algunos blogs conservadores lo reportaron.

Fue lo mismo cuando Bob Woodward dijo: "No encontré [espionaje ni colusión]... Por supuesto que lo busqué, lo busqué mucho".

El célebre fisgón del Watergate -que una vez dijo que había sucumbido al "pensamiento de grupo" en el episodio de las armas de destrucción masiva y añadió: "Me culpo a mí mismo por no presionar más"- tampoco presionó mucho aquí. La noticia de que había intentado y fallado en encontrar colusión no salió en su propio periódico. Sólo salió cuando Woodward estaba promocionando su libro Fear en una discusión con el presentador conservador Hugh Hewitt.

Cuando Michael Cohen testificó ante el Congreso y negó bajo juramento haber estado en Praga, fue lo mismo. Pocas agencias de noticias comerciales se molestaron en tomar nota de las implicaciones que esto tenía para sus informes anteriores. ¿Un hombre que se aferraba a un acuerdo con la fiscalía le mentiría al Congreso en la televisión nacional sobre este tema?

Hubo una historia en la CNN, pero el resto de la cobertura fue en medios conservadores: National Review, Fox, The Daily Caller. La respuesta del Washington Post fue hacer una burla editorial sobre "Cómo los medios conservadores minimizaron el testimonio de Michael Cohen".

Quizás el peor de todos fue el episodio del reportero de Yahoo! Michael Isikoff. Ya había sido parte de una extraña historia: el FBI cometió una picardía cuando buscó una orden FISA para llevar a cabo la vigilancia secreta de Carter Page, el supuesto cerebro que se suponía que había negociado un acuerdo con el oligarca Sechin.

En su aplicación FISA, el FBI incluyó tanto el informe no confirmado de Steele como la historia de Yahoo! de Isikoff del 23 de septiembre de 2016, "Oficiales de inteligencia de EE.UU. investigan nexos entre consejero de Trump y el Kremlin". La historia de Isikoff, que afirmaba que Page se había reunido con "altos funcionarios sancionados" en Rusia, había confiado en Steele como una fuente anónima.

Esto era similar a una técnica de lavado utilizada en el episodio de las armas de destrucción masiva llamada "fogonazos" ("stove-piping"), es decir, que los funcionarios utilizaban la prensa para "confirmar" la información que los propios funcionarios proporcionaban al reportero.

Pero no había prácticamente ninguna prensa no conservadora sobre este problema, aparte de un reportaje del Washington Post sobre el tema. (Cada noticia que arroja alguna duda sobre el tema de la colusión parece encontrarse con una "verificación de datos" instantánea en el Post.) El Post insistió en que el asunto de FISA no era serio, entre otras cosas porque Steele no era la "base" de la obra de Isikoff.

Isikoff era quizás el reportero más familiarizado con Steele. Él y Corn de Mother Jones, quien también se ocupó del exespía, escribieron un libro de gran éxito de ventas que se basó en teorías de Steele, Russian Roulette, incluyendo una reflexión sobre el episodio del "pipí". Sin embargo, a finales de 2018, Isikoff dijo de repente que creía que el informe Steele resultaría ser "en su mayoría falso".

Una vez más, esto sólo salió a través de un podcast, el programa "Free Speech Broadcasting" de John Ziegler. Aquí hay una transcripción de la sección relevante:
Isikoff: Cuando se entra en los detalles del expediente Steele, en las acusaciones específicas, ya sabes, no hemos visto las pruebas que las apoyan. Y de hecho, hay buenas razones para pensar que algunas de las acusaciones más sensacionalistas nunca serán probadas y probablemente sean falsas.

Ziegler: Eso es...

Isikoff: Creo que a estas alturas es un registro mixto en el mejor de los casos, las cosas podrían cambiar, Mueller podría aún producir evidencia que cambie este estimado. Pero basándome en los registros públicos en este momento, tengo que decir que la mayoría de las acusaciones específicas no han sido confirmadas.

Ziegler: Es interesante oírte decir eso, Michael, porque como estoy seguro de que sabes que tu libro fue usado para validar la cinta de pipí, a falta de un término mejor.
Isikoff: Sí, creo que teníamos alguna evidencia de un evento que podría haber inspirado la cinta del pipí y que fue la visita que Trump hizo con un número de personajes que más tarde aparecieron en Moscú, específicamente Emin Agalarov y Rob Goldstone, a este club nocturno de Las Vegas, donde uno de los actos regulares fue un número llamado "Hot For Teacher" en la que bailarinas que se hacían pasar por coeditoras universitarias orinaban, o simulaban orinar, sobre su profesor. Lo que me pareció una extraña coincidencia, en el mejor de los casos. Creo que no es inverosímil que ese evento haya inspirado...

Ziegler: ¿Una leyenda urbana?

Isikoff: ...alegaciones que aparecieron en el expediente Steele.
Isikoff contó esta historia con un tono humorístico. Hizo una transición perfecta a lo que entonces llamó el punto "real", es decir, "la ironía es que Steele puede tener razón, pero no fue el Kremlin el que tuvo el kompromat sexual de Donald Trump, fue el National Enquirer".

Recapitulando: el reportero que presentó a Steele al mundo (su historia del 23 de septiembre de 2016 fue la primera en referirse a él como una fuente), quien escribió un libro que incluso él mismo reconoce que fue tomado como "validación" de la historia de la cinta de pipí, de repente retrocede y dice que todo puede haber estado basado en un acto de striptease en Las Vegas, pero no importa porque Stormy Daniels, etc...

Otra historia de este tipo se refería a un caso judicial en el que Webzilla y la empresa matriz XBT demandaron a Steele y a Buzzfeed por la mención de su empresa en uno de los memorandos. El testimonio del tribunal reveló que Steele había recogido información sobre XBT/Webzilla de un mensaje en 2009 en la página "iReports" de la CNN.

Cuando se le preguntó si entendía que estos mensajes provenían de usuarios al azar y no de periodistas de la CNN que habían sido verificados, Steele respondió: "No".

Este detalle cómico fue similar a la noticia de que el segundo expediente del Mi6 británico publicado justo antes de la invasión de Irak había sido en parte plagiado de una tesis de trece años de antigüedad de un estudiante de la Universidad Estatal de California, ni siquiera por personal de inteligencia, sino por funcionarios de nivel medio de la oficina de prensa de Tony Blair.

Había tantos perfiles de Steele que lo presentaban como un maestro espía "asombrosamente diligente" salido de una novela de LeCarre: se le describía rutinariamente como un arduo trabajador de estilo de LeCarre, similar en apariencia y modales al legendario George Smiley. Era un hombre en las sombras cuya intensidad literaria era contradicha por su conducta "media", "neutral" y "tranquila", incluso "más discreta que Smiley". Uno pensaría que podría haberse ameritado una mención de que el nuevo "Smiley" estaba cortando y pegando texto como un estudiante de primer año de una universidad comunitaria. Pero esa historia apenas llegó a las noticias.

Este ha sido un patrón consistente a lo largo del #Russiagate. Primer paso: un titular salaz. Paso dos, días o semanas después: surgen noticias, la historia es más inestable de lo que se creía al principio. El tercer paso (en el mejor de los casos) consiste en que la misma publicación dé marcha atrás a la historia o se retracte.

Esto ha sido lo inusual. Con mayor frecuencia, cuando los explosivos titulares del #Russiagate se desviaban, los medios originales simplemente ignoraban los nuevos eventos, dejando el proceso de "retracción" para los medios conservadores que no llegan a la audiencia original.

Esta es una falla estructural importante del nuevo panorama mediático completamente dividido en el que los medios de comunicación republicanos cubren la corrupción demócrata y los medios de comunicación demócratas cubren la corrupción republicana. Si ninguna de las dos "partes" siente la necesidad de revelar sus propios errores e inconsistencias, los errores se acumulan rápidamente.

Esta ha sido la principal diferencia reportada entre el Russiagate y el asunto de las armas de destrucción masiva. A pesar de las protestas de David Remnick tras la invasión de que "nadie tenía toda la razón", la guerra de Irak se lanzó contra la objeción de más de 6 millones de personas que sí la tuvieron, y que protestaron en las calles. Desde el principio hubo un abierto escepticismo sobre las afirmaciones de Bush que salpicaban el panorama de la prensa, con gente como Jack Shafer destrozando cada historia impresa de Judith Miller. La mayoría de los reporteros son demócratas y la gente que vendía la historia de las armas de destrucción masiva era en su mayoría republicana, así que había al menos un espacio político para la protesta.

El Russiagate ocurrió en un contexto opuesto. Si la historia se desmoronaba hubiera beneficiado políticamente a Donald Trump, un hecho que hizo que varios reporteros se sintieran mal por decir la verdad. #Russiagate se convirtió en sinónimo de Resistencia, lo que hizo del escepticismo público una propuesta complicada.

Al principio del escándalo, aparecí en To The Point, un programa de radio público con sede en California presentado por Warren Olney, con Corn de Mother Jones. Conocía un poco a David y habíamos sido amistosos. Una vez organizó un evento de libros para mí en Washington. En el programa, sin embargo, se planteó el tema de obtener los datos correctos y Corn dijo que no era el momento para que los reporteros fueran quisquillosos:
¿Así que los demócratas se están volviendo demasiado entusiastas, declarando cosas que tal vez no sean [inteligible] verdaderas...? Bueno, cuéntame un asunto político en el que eso no suceda. Creo que eso es mirar por el extremo equivocado del telescopio.
Le escribí más tarde y le sugerí que como estamos en la prensa, y de lo que se trata es de evitar "cosas que puedan no ser ciertas", ¿quizás teníamos responsabilidades diferentes a las de los "demócratas"? Me respondió:
Siéntete libre de vigilar a la oposición de Trump. Pero en la lista de mierda que hay que cubrir estos días, eso no es lo más importante en mi lista personal.
Otros reporteros hablaron de una lucha interna. Cuando la acusación de Mueller a la Agencia de Investigación de Internet (IRA, por sus siglas en inglés) fue recibida con alegría por los medios de comunicación, el escritor de New Yorker Adrian Chen, que dio a conocer la historia original de la IRA, se mostró reacio a presentar un leve recelo sobre la forma en que se estaba informando la historia:
"O me quedo callado y dejo que la conversación esté dominada por los que inflan la amenaza rusa", dijo, "o me arriesgo a dar combustible a Trump y a sus aliados".
Después de escribir "Confesiones de un escéptico del Russiagate", el pobre Blake Hounsell de Politico recibió tal paliza en los medios sociales que terminó condenándose a sí mismo un año después.

"Lo que quise escribir es que no era escéptico," dijo.

Hace años, en medio del asunto de las armas de destrucción masiva, el editor público del Times, Daniel Okrent, señaló que el estándar del periódico había pasado de "No lo hagas primero, hazlo bien" a "Hazlo primero y hazlo bien". A partir de ahí, escribió Okrent, "la siguiente degeneración fue obvia."

Estamos en la próxima degeneración: primero y mal. La era del Russiagate ha degradado tanto el periodismo que, incluso antes, los puntos de venta "de buena reputación" están ahora en lo correcto tanto como los políticos, es decir, casi nunca, y sólo por accidente.

Al principio, estaba tan asombrado por la gran cantidad de "noticiosas bomba" rusas que se echaban atrás, que empecé a hacer una lista. Ahora está muy por encima de las 50 historias. Como ha notado Glenn Greenwald de Intercept, y otros, si los errores fueran al azar, se esperaría que fueran en ambas direcciones, pero los errores del Russiagate van uniformemente en la misma dirección.

En algunos casos las historias son sólo parcialmente erróneas, como en el caso de la famosa historia de que "17 agencias de inteligencia dijeron que Rusia estaba detrás del hackeo" (en realidad fueron cuatro: el Director de Inteligencia Nacional "escogió" un equipo del FBI, la CIA y la NSA).

En otros casos, las historias fueron falsos comienzos contundentes, lo que resultó en una serie de titulares desagradables y coincidentes:
"Operación rusa hackeó empresa de servicio público de Vermont"

Washington Post, diciembre 31, 2016

"Hackers del gobierno ruso no parecen haber atacado empresa de servicio público de Vermont"

Washington Post, enero 2, 2017.
"Ayudantes de la Campaña de Trump tuvieron repetidos contactos con la Inteligencia Rusa", publicado por el Times el Día de San Valentín de 2017, fue una importante "bomba" narrativa que parecía arriesgada desde el principio. El artículo no decía si los contactos eran a sabiendas o no, si las discusiones eran sobre negocios o política, o sobre lo que supuestamente se trataban los contactos.

Normalmente, un reportero querría saber de qué se trata antes de publicar un artículo en el que acusa a la gente de tener tratos con espías extranjeros. "A sabiendas" o "sin saberlo" debería ser una gran distinción, por ejemplo. Poco después se supo que gente como el exjefe de la CIA John Brennan no cree que este sea el caso. "Con frecuencia, la gente que está en un camino de traición no sabe que está en un camino de traición", dijo, hablando del círculo de Trump.

Esto parecía un argumento peligroso, el tipo de cosas que causaban problemas en los años de McCarthy. Pero digamos que los contactos eran serios. Desde el punto de vista de la información, es necesario saber exactamente cuál era la naturaleza de esos contactos antes de publicar esa historia, porque la implicación del titular es grave. Además, es necesario conocerla lo suficientemente bien como para reportarla, es decir, no basta con que te cuenten una historia convincente extraoficialmente, sino que tienes que ser capaz de compartirla con los lectores lo suficiente como para que ellos mismos puedan caracterizar la noticia.

No fue así para el Times, que publicó el artículo sin los detalles específicos. Meses después, Comey destruyó en público esta historia de los "contactos", al decir: "en general, no era verdad".

Al igual que en el caso del error de las "17 agencias", que sólo se corrigió cuando Clapper testificó en el Congreso y se vio obligado a hacer la corrección bajo juramento, la historia de los "contactos repetidos" sólo se cuestionó cuando Comey testificó en el Congreso, esta vez ante la Comisión de Inteligencia del Senado. ¿Cuántos otros errores de este tipo están esperando a ser revelados?

Incluso los errores detectados fueron asombrosos. El 1 de diciembre de 2017, el reportero de ABC Brian Ross afirmó que Trump "como candidato" instruyó a Michael Flynn para que se pusiera en contacto con Rusia. La noticia provocó que el Dow cayera en picado 350 puntos. La historia fue retirada casi inmediatamente y Ross fue suspendido.

Bloomberg informó que Mueller citó las cuentas de Trump en el Deutsche Bank; las citaciones resultaron ser de registros de otras personas. Fortune dijo que C-SPAN fue hackeada después de que la programación de Russia Today interrumpiera brevemente la cobertura de una declaración de Maxine Waters. El New York Times también publicó la historia, y sigue en línea, a pesar de que C-SPAN insistió en que su propio "error de enrutamiento interno" probablemente causó que el canal apareciera en lugar de su propia emisión.

La CNN tiene su propia sub-lista de naufragios. Tres de sus periodistas en Internet renunciaron después de que se retirara una historia que pretendía vincular al asesor de Trump, Anthony Scaramucci, con un fondo de inversión ruso. Otros cuatro reporteros de la CNN (Gloria Borger, Eric Lichtblau, Jake Tapper y Brian Rokus) firmaron una historia que decía que se esperaba que Comey refutara las afirmaciones de Trump de que no era el blanco de una investigación. Comey también hizo volar esa.

En otra primicia de la CNN que salió mal, "Correo electrónico señaló a la campaña de Trump con documentos de WikiLeaks," los reporteros de la cadena se equivocaron por diez días en un "bombazo noticioso" que supuestamente probaba que la campaña de Trump tenía conocimiento previo de las filtraciones de Wikileaks. "Quizá no sea tan importante como lo que sabemos ahora", dijo Manu Raju, de la CNN, en una dolorosa retractación en directo.

Las peores historias fueron las que nunca se corrigieron. Un ejemplo particularmente malo es "Después de tiroteo en escuela de Florida, ejército de 'bots' rusos sacaron provecho," del New York Times el 18 de febrero de 2018. La nota afirmaba que los rusos estaban tratando de dividir a los estadounidenses en los medios de comunicación social después de un tiroteo masivo utilizando hashtags de Twitter como #controldearmasya, #reformadearmasya y #tiroteodeParkland.

El Times incluyó esta cita de manera prominente:
"Esto es bastante típico de ellos, saltar sobre noticias de última hora como ésta", dijo Jonathon Morgan, director ejecutivo de New Knowledge, una empresa que realiza un seguimiento de las campañas de desinformación en línea. "Los bots se concentran en cualquier cosa que divida a los estadounidenses. Casi sistemáticamente."
Alrededor de un año después de que esta historia saliera a la luz, los reporteros del Times Scott Shane y Ann Blinder reportaron que el mismo grupo, New Knowledge, y en particular el mismo Jonathon Morgan, habían participado en un plan disparatado para falsificar la actividad de los troles rusos en una carrera por el Senado de Alabama. La idea era tratar de convencer a los votantes de que Rusia prefería al republicano.

El Times citó un informe interno de New Knowledge sobre el estúpido plan de Alabama:
Orquestamos una elaborada operación de "bandera falsa" que sembró la idea de que la campaña de Moore fue amplificada en los medios sociales por una red de bots rusos...
La historia de Parkland fue bastante dudosa cuando salió a la luz, como lo disputó Twitter, y otra de las principales fuentes del informe inicial, el ex funcionario de inteligencia Clint Watts, dijo posteriormente que no estaba "convencido" de todo el "asunto de los bots".

Pero cuando una de sus fuentes principales resulta haber falsificado exactamente el tipo de actividad descrita en su artículo, usted debería al menos retirar la cita, o poner una actualización en línea. No hubo suerte: la historia permanece en el sitio del Times, sin retractaciones.

"Russiagate" institucionalizó una de las peores lagunas éticas del periodismo, que solía limitarse principalmente a los reportes sobre la delincuencia local. Siempre ha sido un problema que publiquemos fotos y nombres de personas que han sido arrestadas pero que aún no han sido declaradas culpables. Esas historias viven para siempre en Internet e incluso los absueltos terminan siendo permanentemente incapaces de conseguir trabajo, calumniados como ladrones, maltratadores de esposas, conductores ebrios, etc.

Con "Russiagate", la prensa nacional abandonó cualquier pretensión de que exista alguna diferencia entre acusación y condena. La historia más inquietante fue la de María Butina. Aquí las autoridades y la prensa comparten la responsabilidad. Gracias a una acusación que inicialmente decía que los rusos intercambiaban sexo por favores, el Times y otros medios inundaron el ciclo de noticias con historias impactantes sobre una mujerzuela pelirroja que viene a socavar la democracia, un "gorrión rojo de la vida real" [referencia a la película Red Sparrow.- NdT], como dijo ABC.

Pero un juez desestimó la acusación sexual después de "cinco minutos" cuando resultó estar basada en un solo texto de broma a un amigo que había llevado el coche de Butina para ser inspeccionado.

Es bastante difícil deshacer la percepción pública de que eres una prostituta una vez que ha estado en un titular y, lo que es peor, los titulares todavía están ahí fuera. Todavía se pueden encontrar historias como "Maria Butina, sospechosa de ser agente secreto, Usó sexo en plan encubierto" en línea en el New York Times.

Aquí un reportero podría protestar: ¿Cómo voy a saberlo? Los fiscales dijeron que intercambió sexo por dinero. ¿Por qué no debería creerles?

Qué tal esto: ¡Porque las autoridades han estado mintiendo a los reporteros desde antes de la electricidad! No se necesita mucha investigación para darse cuenta de que las principales fuentes institucionales en el lío del "Russiagate" -los servicios de seguridad, principalmente- tienen un amplio historial de engaño a los medios de comunicación.

Como se señaló antes, desde los relatos de la era de la Primera Guerra Mundial sobre que los trabajadores sindicalizados en huelga eran agentes alemanes hasta la "brecha de los misiles" que no lo era (la "brecha" fue filtrada a la prensa antes de que los soviéticos tuvieran ni siquiera un misil balístico intercontinental en operación), pasando por el desastre del Golfo de Tonkin y todas las calumnias contra personas como Martin Luther King, resulta ser una maravilla que los periódicos escuchen siquiera los susurros de las fuentes del gobierno.


Comentario: Y es una maravilla que la gente siquiera las lea. Gran cantidad de personas lo han dejado de hacer en la era de Internet. ¡De ahí el colapso de las instituciones en años recientes al perder a su audiencia cautiva! "¿¡Cómo se atreve la gente a escapar al sonido de los megáfonos?! Esperen, ¡¿no creen lo que publicamos?!"


En los años de Reagan, el asesor de seguridad nacional John Poindexter difundió historias falsas sobre planes terroristas libios a The Wall Street Journal y otros periódicos. En los años de Bush, Dick Cheney y otros vendían estiércol en toneladas sobre varias conexiones entre Irak y al-Qaeda, incluyendo la infame historia de que el terrorista Mohammed Atta se reunió con oficiales de inteligencia iraquíes en Praga.

El New York Times publicó una historia de que Atta estuvo en Praga a finales de octubre de 2001, incluso dando una fecha de la reunión con los iraquíes, el 8 de abril, o "sólo cinco meses antes de los ataques terroristas". La historia de Praga fue otro ejemplo de una historia que parecía tambaleante porque los funcionarios estadounidenses estaban contando con la fuente primero de la inteligencia extranjera y luego de los propios reporteros. Cheney citó el informe de Praga en posteriores apariciones en televisión, uno de los muchos casos de alimentar a los reporteros con chismes y luego presentar los reportes como si fueran confirmación independiente.

No fue hasta tres años después, en 2004, que el reportero del Times, James Risen, mató definitivamente el embuste de Atta en Praga (¿por qué siempre es Praga?) en una historia titulada "No hay evidencia de encuentro con iraquíes". Para entonces, por supuesto, ya era demasiado tarde. El Times también publicó un importante artículo de disidencia de Risen sobre el caso de las armas de destrucción masiva, "Ayudantes de la C.I.A. bajo presión para preparar reportes sobre Irak", hasta días después del inicio de la guerra. Esto es lo que sucede cuando se empieza a dar gato por liebre.

Esta falta de exigencia de detalles ha sido epidémica en el "Russiagate", incluso cuando buenos reporteros se han involucrado. Una de las mayores "revelaciones" de esta época se refería a una historia que fue dada en primer lugar por un reportero terrible (Luke Harding, del diario The Guardian) y luego por una buena reportera (Jane Mayer, del diario The New Yorker). El detalle clave era la evasiva historia del origen del "Russiagate".

La nota de Mayer, del 12 de marzo de 2018, titulada "Christopher Steele, el hombre detrás del expediente Trump" en el New Yorker, impresionó al público principalmente pareciendo reforzar las credenciales del autor del expediente. Pero contenía una pepita explosiva muy abajo. Mayer reportó que Robert Hannigan, entonces jefe de Comunicaciones de la GCHQ (el equivalente británico de la NSA) interceptó una "corriente de comunicaciones ilícitas" entre el "equipo de Trump y Moscú" en algún momento antes de agosto de 2016. Hannigan voló a Estados Unidos e informó al director de la CIA, John Brennan, sobre estas comunicaciones. Brennan testificó más tarde que esto inspiró la investigación original del FBI.

Cuando leí eso, me vinieron a la mente un millón de preguntas, pero primero: ¿qué significaba "ilícito"?

Si algo "ilícito" hubiera sido interceptado por GCHQ, y esto hubiera llevado a la investigación del FBI (una de varias explicaciones públicas contradictorias para el inicio de la investigación del FBI, por cierto), esto ayudaría mucho a aclarar la naturaleza de la acusación de colusión. Si tenían algo, ¿por qué no podían decirnos qué era? ¿Por qué no merecíamos saberlo?

Le pregunté al Guardian: "¿Hubo algún intento de averiguar qué eran esas comunicaciones? ¿Cómo se confirmó la existencia de estas comunicaciones? ¿Alguien del Guardian vio u oyó estas intercepciones o transcripciones?"

Su respuesta de una sola línea:
El Guardian tiene procedimientos estrictos y rigurosos cuando se trata de material de fuentes.
Ese es el tipo de respuesta que uno esperaría de un banco transnacional, o del Ejército, pero no de un periódico.


Comentario: Ya no más. Los medios masivos "de propiedad privada" son ahora un brazo del gobierno, o de Corporación-Gobierno. De ahí que hablen el lenguaje de la burocracia tan bien.


Le hice a Mayer las mismas preguntas. Ella fue más directa, señalando que, por supuesto, la historia había sido originalmente divulgada por Harding, cuyo propio informe decía que "la naturaleza exacta de estos intercambios no se ha hecho pública".

Añadió que "después confirmé de forma independiente aspectos de [la obra de Harding] con varias fuentes bien informadas", y "pasé meses con la historia de Steele [y] viajé al Reino Unido dos veces por ella". Pero, escribió, "la historia del Russiagate, como todos los reportajes sobre temas delicados de seguridad nacional, es difícil".

Sólo puedo inferir que ella no pudo averiguar lo que significaba "ilícito" a pesar de sus esfuerzos. El detalle fue publicado de todos modos. Puede que no pareciera un gran problema, pero creo que sí lo fue.

Para ser claro, no necesariamente me niego a creer la idea de que hubo contactos "ilícitos" entre Trump y los rusos a principios de 2015 o antes. Pero si hubieran existido tales contactos, no puedo pensar en ninguna razón legítima por la que su naturaleza deba ser ocultada al público.

Si las autoridades pueden compartir las razones de preocupación con países extranjeros como Israel, ¿por qué los votantes estadounidenses no deberían tener ese derecho? Además, dada la idea de que necesitamos mantener las cosas en secreto para proteger las fuentes y los métodos y el "arte del oficio" (la mitad del cuerpo de prensa se ha convertido en experta en el lenguaje tonto de espías en los últimos años, usando términos como "SIGINT" como si los conocieran de toda la vida), ¿por qué estamos filtrando noticias de nuestra capacidad para interceptar a los funcionarios rusos aplaudiendo la victoria de Trump?

La falta de preguntas de seguimiento ocurrió constantemente con esta historia. Uno de los primeros informes que se desviaron fue el de una dinámica similar: la afirmación de que algunos correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata filtrados eran falsificaciones.

El "comentarista de inteligencia" de la MSNBC, Malcolm Nance, quizás la fuente más entusiasta de noticias cuestionables sobre el #Russiagate sin contar con la conspiracionista de Twitter Louise Mensch, tuiteó el 11 de octubre de 2016: "#PodestaEmails ya están demostrando estar plagados de falsificaciones obvias y #proopagandanegra ni siquiera hechas profesionalmente."

Como se señaló en The Intercept y en otras partes, esto fue reportado nuevamente por gente como David Frum (un miembro clave del club que ahora ha contribuido tanto al pánico por las armas de destrucción masiva como al del "Russiagate") y la presentadora de MSNBC, Joy Reid. Los informes no se detuvieron hasta aproximadamente octubre de 2016, entre otras cosas porque la campaña de Clinton siguió sugiriendo a los reporteros que los correos electrónicos eran falsos. Esto podría haberse detenido antes si se hubieran exigido antes ejemplos de falsificación a la campaña de Clinton.

Otra práctica dolorosa que se hizo común fue la de no confrontar a sus propias fuentes cuando aparecen noticias dispositivas a lo que ya le han dicho. El omnipresente Clapper le dijo a Chuck Todd el 5 de marzo de 2017, sin equivocación, que no había habido ninguna solicitud FISA que involucrara a Trump o a su campaña. "Puedo negarlo", dijo.

Poco después salió a la luz que esto no era verdad. El FBI tenía una orden FISA contra Carter Page. Esto no fue un pequeño error de Clapper, porque su aparición llegó un día después de que Trump afirmara en un tuit que le habían "intervenido los teléfonos". Trump fue ampliamente ridiculizado por esta afirmación, quizás apropiadamente, pero además de las noticias de Page, más tarde se supo que también había habido una orden FISA de Paul Manafort, durante la cual Trump pudo haber sido objeto de vigilancia "incidental".

Si esto fue o no significativo, o si estas órdenes fueron justificadas, son preguntas separadas. Lo importante es que Clapper mintió a Todd, o de alguna manera no sabía que el FBI había obtenido estas órdenes. Esto último parece absurdo y poco probable. De cualquier manera, Todd debería estar molesto y exigir una explicación. En vez de eso, él recibió a Clapper de nuevo meses después y le dio la facilona rutina usual, nunca confrontándolo sobre el tema.

Los reporteros quedaban mal una y otra vez y no se quejaban de ello. ¿Dónde están las historias indignadas sobre todas las decenas de "personas familiarizadas con el asunto" anónimas que han puesto a los reporteros en situaciones incómodas en los últimos años? ¿Por qué McClatchy no está exigiendo que rueden las cabezas de las "cuatro personas con conocimiento" que les convencieron para que doblaran la apuesta en la historia de Cohen en Praga?

¿Por qué no todos los reporteros que usaron a "New Knowledge" como fuente de información sobre lascivas historias de troles rusos (o los jefes de las fuentes congresuales que transmitieron este material), después de los informes de que fingieron ser troles rusos? ¿Cómo es posible que la NBC y otros medios de comunicación sigan utilizando New Knowledge como fuente para identificar a la demócrata antibélica Tulsi Gabbard como candidata respaldada por Rusia?


Comentario: Porque están todos poseídos ideológicamente y no tienen remedio.


¿Cómo es que los editores de The Guardian no tienen ya la cabeza de Harding en el suelo por haberlos hecho quedar tan mal con la historia más dudosa y no retractada de la historia moderna -la historia de que el humano más observado en la tierra, Julian Assange, había sido visitado de alguna manera en la embajada ecuatoriana por Paul Manafort sin dejar ningún registro? Yo arrastraría a la "fuente bien situada" de Harding a la oficina y la golpearía con una manguera hasta que diera algo que pasara por evidencia fehaciente.

La falta de consecuencias por los episodios en los que los reporteros fueron puestos en situaciones públicas poco favorables habla de las relaciones demasiado acogedoras que los medios de comunicación tuvieron con las fuentes oficiales. Con demasiada frecuencia, se sentía como un esfuerzo de equipo, donde los reporteros parecían pensar que era su deber asumir la situación si las fuentes los presionaban a excederse. No tuvieron ningún sentido de autoestima institucional al respecto.

Estar en cualquier bando da un mal aspecto a la prensa, pero el hecho de que la prensa esté en el bando de la FBI/CIA es una atrocidad, con o sin Trump. ¿Para qué molestarse en tener un cuerpo de prensa si vas a seguir ese camino?

Esta postura se ha expresado como solidaridad antiTrump, pero en realidad, ¿necesitaba el exjefe de la CIA John Brennan -el mismo Brennan que debería haber enfrentado cargos por mentir al Congreso sobre el pirateo de las computadoras del personal del Senado- que la prensa se quejara en su nombre cuando Trump le quitó su autorización de seguridad? ¿Necesitábamos que la prensa cantara las canciones de Aretha Franklin, como lo hizo ABC, y reprendiera a Trump por carecer de R-E-S-P-E-T-O para la CIA? ¿No tenemos mejores cosas que hacer que ese "trabajo"?

Este catálogo de errores de hecho y estenografía servil destacará cuando los futuros analistas miren al pasado para ver por qué los "medios convencionales" se convirtieron en una broma durante este período, pero sólo fueron un síntoma de un problema mayor. La cuestión más importante fue un cambio radical de enfoque.

Mucha de la cobertura del #Russiagate se convirtió en plena teoría de conspiración, lo que Baker llamó cortésmente "conectar los puntos". Esto se permitió porque la prensa se comprometió a una narrativa de colusión desde el principio, dando a todo el mundo cobertura para comportarse de modos que nunca se hubieran permitido en tiempos normales.

Tal fue el caso de la obra #Russiagate de Jonathan Chait, "PRUMP TUTIN: ¿Se reunirá Trump con su contraparte o con su manejador?". La historia también fue presentada con el título "¿Y si Trump ha sido un agente ruso desde 1987?", que recuerda al chiste de The Wire: Oye, Herc, ¿y si tus padres nunca se hubieran conocido?" "Qué tal si" no es un buen modo de abordar este negocio.

Esta historia de portada (!) en la revista New York fue publicada antes de una cumbre "cara a cara" planeada entre Trump y Putin, y decía que Trump había estado bajo control ruso durante décadas. Chait señaló que Trump visitó la Unión Soviética en 1987 y regresó "entusiasmado con la ambición política". Ofreció la posibilidad de que fuera una coincidencia, pero añadió:
En efecto, parece un poco loco contemplar la posibilidad de que una relación secreta entre Trump y Rusia se remonte hasta esa fecha. Pero no se puede descartar por completo.
Busqué en el artículo de Chait de arriba abajo para encontrar reportes que justificaran la idea de que Trump había sido un agente ruso desde finales de los años ochenta, cuando, no es que importe, Rusia era un país diferente llamado la Unión Soviética.

Sólo dos hechos en el artículo podrían haber sido utilizados para apoyar la tesis: Trump se reunió con un funcionario soviético en 1986 y visitó la Unión Soviética en 1987. Eso es todo. Esa es su historia de portada.

Peor aún, la teoría de Chait fue adoptada por primera vez en el boletín de Lyndon Larouche "Elefantes y burros" en 1987, bajo el título "¿Los rusos tienen una carta de triunfo (Trump card)?". Esto es exprimir hasta la última gota.

Es una manía. Putin está literalmente en nuestros calzoncillos. Tal vez, si tenemos suerte, New York podría algún día admitir que su informe que dice que los rusos establecieron una línea directa contra la masturbación para atrapar y chantajear a estadounidenses al azar es sospechoso, no sólo porque parece absurdo a simple vista, sino porque su fuente es el mismo grupo de "New Knowledge" que admitió haber fingido operaciones de influencia rusa en Alabama.

Pero, ¿qué retractación es posible para el titular del Washington Post, "¿Cómo se las arreglarán los demócratas si Putin empieza a jugar sucio con Bernie Sanders (otra vez)?" ¿Cómo revertir el discurso de Rachel Maddow acerca de que Rusia tal vez apagó el calor en todo Estados Unidos durante una ola de frío? No hay corrección para el macartismo y el alarmismo.

Este será, en última instancia, el final de la farsa rusa. Es casi seguro que nunca encuentren nada parecido a las locas acusaciones y las teorías de los candidatos de Manchuria expuestas en el informe Steele. Pero los años de pánico sobre los acontecimientos de 2016 conducirán a cambios radicales en todo, desde la regulación de la prensa hasta la política exterior; de la misma manera que el embuste de las armas de destrucción masiva condujo a la tortura, la vigilancia sin orden judicial, las entregas de prisioneros, los asesinatos por aviones teledirigidos, los presupuestos secretos y las guerras abiertas y no declaradas desde Somalia hasta Níger y Siria. Las meteduras de pata serán olvidadas, pero la vigilancia acelerada permanecerá.

Es difícil saber qué cambios de política son apropiados porque los informes sobre todo lo que ha implicado la amenaza rusa en los últimos dos o tres años han sido muy poco fiables.

En realidad no me referí al caso de que Rusia hackeara el Comité Nacional Demócrata; me contento con estipularlo por ahora. Al principio me dijeron que esta parte de la historia parecía "sólida", pero incluso esa afirmación ha permanecido sin sustento desde entonces, basada en una "evaluación" por parte de los mismos servicios de inteligencia que siempre han tenido problemas, incluyendo el uso de cosas como la cobertura "antiamericana" del "fracking" de RT como parte de su caso. El gobierno ni siquiera examinó el servidor del Comité Nacional Demócrata, el tipo de detalle que solía poner nerviosos a los reporteros.


Comentario: Se ha probado de manera forense que el servidor del Comité Nacional Demócrata no fue hackeado; alguien en el interior guardó esos correos electrónicos directamente en una unidad de almacenamiento USB.


No sabremos cuánto de todo esto debemos tomarnos en serio hasta que la prensa se salga de la cama en la que se encuentra con los servicios de seguridad y vuelva a mirar toda esta serie de acontecimientos con ojos nuevos, como periodistas; no como actores políticos. Eso significa estar abierto a preguntar qué salió mal en esta historia, además de concentrar tanta energía en Trump y Rusia.

El desastre de las armas de destrucción masiva tuvo un impacto negativo masivo en el mundo real, causando más de cien mil muertes y billones de dólares perdidos de los contribuyentes. A menos que "Russiagate" conduzca a un conflicto nuclear, es poco probable que veamos ese nivel de consecuencias.

Aun así, el "Russiagate" ha llevado a una cooperación sin precedentes entre el gobierno y plataformas de Internet como Facebook, Twitter y Google, todas las cuales están censurando páginas a la izquierda, a la derecha y en medio en nombre de la prevención de la "siembra de la discordia". La historia también tuvo un profundo impacto en la situación en lugares como Siria, donde las tropas rusas y estadounidenses se sentaron al otro lado del río Éufrates, dos potencias nucleares en una encrucijada.

Sin embargo, como un fracaso puramente periodístico, las armas de destrucción masiva fueron un grano en comparación con Russiagate. La magnitud de los errores y las exageraciones en esta ocasión empequeñece el último lío. Peor aún, ha llevado a la mayoría de los periodistas a aceptar un cambio radical en la misión. Nos hemos convertido en partidarios, eliminando el concepto de la prensa como institución independiente cuyo papel principal es distinguir la realidad de la ficción.

Tuvimos la sensatez de mirar un poco hacia adentro en el asunto de las armas de destrucción masiva, que es la única razón por la que escapamos de ese episodio sin perder el público entero. ¿Es la prensa capaz de tener esa conciencia de sí misma ahora? Las armas de destrucción masiva dañaron nuestra reputación. Si no cambiamos las cosas, esta historia la destruirá.