EE.UU. se encuentra hoy en medio de un momento especialmente tenso de su historia. El asesinato de George Floyd dividió a la población más de lo que ya se encontraba, pero esta división es algo extremadamente paradójico, ya que sólo una minoría coincidirá en que lo ocurrido con Floyd fue bueno.
riots in Minneapolis
© LUCAS JACKSON/REUTERS
La mayoría de personas, incluso las que estudiaron su carácter y sus antecedentes criminales, coincidirían en que Floyd debería haber sido arrestado y puesto bajo custodia policial. Esto es lo que hace tan paradójica la situación en EEUU hoy en día, la población se está polarizando en exceso por algo sobre lo que están de acuerdo. Es casi como si existiese el deseo no de aclarar la situación, sino más bien de utilizarla para continuar aferrándose a una posición política previamente establecida.

La rabia justificada puede llevar a lo que muchos entenderían como una reacción adecuada, violencia desmesurada para responder ante un acto violentamente injusto puede parecer algo lógico, pero hoy me gustaría proponerles a todos que esta no es la mejor idea e intentaré ilustrar mi punto compartiendo una historia que tal vez les resulte familiar.

El 9 de abril de 1948, mientras se mantenía la primera reunión de la OEA en Bogotá, Colombia; el caudillo del pueblo, Jorge Eliécer Gaitán, un líder de izquierda, opuesto al comunismo ruso de la época y extremadamente popular entre la población más pobre de la nación, fue asesinado cuando salía de su oficina para almorzar.

El pueblo sentía tanta adoración por Gaitán, que su muerte fue muy sentida por todos los que depositaron en él sus esperanzas de un futuro mejor. Despojar a una persona de su futuro es tan destructivo como despojarla de su pasado, el presente se convierte en un doloroso sinsentido. Es un fenómeno curioso, aunque sin embargo muy cierto, que nuestra actitud, estado de ánimo e incluso nuestra salud se ven afectadas de manera positiva o negativa dependiendo de lo que concebimos como el futuro posible. Los sacrificios se convierten en obstáculos superados y no injusticias de la vida cuando vemos una luz al final, una posibilidad de progreso.

Gaitán prometía reformas laborales y de repartición de tierras, prometía una representación campesina en los círculos de poder de la nación. Era un hombre extremadamente bien educado, un abogado de profesión que decidió luchar por la clase trabajadora y pobre en contra de los intereses oligarcas y multinacionales que deseaban devorar todo el país. Los mismos que tal vez conspiraron para arrebatarle la vida.

Ante esta situación, y considerando todo lo perdido, ¿cómo esperaríamos que reaccionara el pueblo de Colombia?, lo ocurrido ese mismo 9 de abril, llegó a ser conocido como el Bogotazo, el cual se inició con el linchamiento público del acusado del asesinato, Juan Roa Sierra, quien luego fue arrastrado por las calles de la ciudad, mutilado y arrojado en la plaza central de la ciudad, desnudo y con su cráneo aplastado por un ladrillo, justo frente al palacio del presidente.

Existen teorías sobre si Roa fue en realidad el asesino, y la evidencia apunta a que tal vez no lo fuera. También sobre los intereses estadounidenses y su rol por mantener a Colombia como su eterno aliado, algo que Gaitán ponía en riesgo. Sin embargo, esto no importaba mucho a la multitud que enfurecida y sin estribos había encontrado a su asesino, con quien desataron lo más oscuro de sus almas y continuaron luego con el centro de la ciudad, el cual fue destrozado.
Bogotazo
© BY-SA 3.0Tranvía en llamas frente al Capitolio Nacional donde se desarrollaba la IX Conferencia Panamericana en el Salon Eliptico del Capitolio Nacional, durante la revuelta conocida como Bogotazo
El país venia ya desde 1930 atravesando un proceso de polarización política no muy diferente al que vemos hoy en EEUU, liberales contra conservadores, grupos para los cuales la polarización era constructiva, en términos de sus ansias de poder politico. Lo ocurrido el 9 de Abril en Bogota fue el paso siguiente dentro de un proceso mucho más amplio, un proceso que terminó definiendo al país hasta el día de hoy.
Jorge Eliecer Gaitan
© DesconocidoJorge Eliécer Gaitán
Lo que siguió fue algo conocido como "La Violencia", esta rabia inicial, la radicalización y polarización se extendió de la ciudad al campo y las historias que surgen de esta época son en realidad tenebrosas. Asesinatos, violaciones, mutilaciones, robos de fetos y demás, fueron todos justificados por una tragedia real, y esta respuesta justificada vino luego a justificar otra respuesta proporcionada.

Pero esto es lo que ocurre con una situación tan radical como la de Colombia en la década de los años 40 y 50 y la de EE.UU. el día de hoy, una respuesta proporcionada eventualmente se convierte en un acto de terror. "La Violencia" en Colombia eventualmente evolucionó y se convirtió en el conflicto armado de Gobierno y Guerrillas que estigmatizó el país, llenándolo de secuestros, desplazamientos forzados, pobreza, asesinatos, narcotráfico, abusos de poder del ejército y extorsiones de la guerrilla.

Tanto evolucionó este "toma y dame" en Colombia que la mayoría de personas no comprenden de donde vino todo, todos saben que existe una guerrilla, un ejército y que de vez en cuando hay atentados y secuestros, lo han asimilado dentro de su realidad inmutable, como algo que simplemente es, una cualidad preexistente a su nacimiento que siempre esperan que no les salpique.

El asesinato de Gaitán fue una tragedia y, aunque compararlo con Floyd es un insulto a la memoria del caudillo, el punto que quiero establecer es que a veces lo más sensato no resulta ser lo más lógico. A veces, por muy cliché que suene, la paz vale más la pena que la satisfacción de la venganza.

Como diría Don Ramón en El Chavo del 8: 'la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena'. Hoy Colombia es un país con un alma envenenada por una venganza que lleva casi un siglo circulando por su sistema.

Nadie niega la problemática historia racial en EEUU, las injusticias que sí existieron y demás, pero esto no debería justificar una tragedia gigantesca que afecte a generaciones enteras, la forma de superar nuestro pasado no es olvidándolo o negando su existencia, ni siquiera condenándolo a través de un nuevo paradigma, es aprendiendo de él y utilizando su sabiduría para continuar construyendo una mejor sociedad.

No hace falta derrumbar estatuas para demostrar que ya aprendimos que la esclavitud es inmoral, no hace falta golpear a los blancos para demostrar que entendemos que todos somos seres humanos. Este tipo de actos demuestra todo lo contrario al aprendizaje y la madurez. Denota un retroceso a impulsos instintivos inmaduros, donde una promesa de satisfacción por la venganza nos mantiene atados a un comportamiento irracional.

Esta satisfacción nunca se consigue, lo que sí se consigue es mutilar nuestras almas de los aspectos más compasivos y humanos que poseen. Esto también nos hace presa fácil de multimillonarios, como Soros, quienes buscan explotar tal inmadurez.

EE.UU. se encuentra hoy a las puertas del punto crítico, el punto de no retorno, de un envenenamiento que puede culminar con décadas de sangre derramada sin sentido alguno, persiguiendo una justicia miope e inalcanzable, devorándose a sí mismo en un grotesco circo de autoflagelación rentable para el pequeño grupo de siempre.