Traducido por el equipo Sott.net en español

La introducción en Gran Bretaña de nuevas y controvertidas restricciones sobre el Covid ha desembocado en un llamamiento oficial pidiéndole a la gente que alerte a las autoridades al presenciar cualquier irregularidad. Pero este concepto es completamente tóxico.
Espionaje Covid-19 entre la población
© Getty Images / Massonstock
El gobierno ha animado a la población británica a delatar a vecinos y desconocidos. Esta petición discordante llegó a través del ministro de Criminología, Kit Malthouse, quien quiere mantenerse al corriente de cualquier violación respecto de las restricciones actualizadas sobre el coronavirus.

Las nuevas leyes sólo autorizan reuniones con un máximo de seis personas, tanto en zonas externas como internas.

Ante cualquier violación de dicha norma se aplicará una multa de 3.200 libras esterlinas.

En cuanto a todos los que llaman a la policía para informar sobre los infractores, Malthouse instó: "absolutamente, tienen que hacerlo", añadiendo también que "los vecinos pueden marcar el número correspondiente a casos que no son de emergencia".

Es probable que el plan intensifique el peso de la labor sobre las fuerzas policiales, ya sobrecargada de por sí en todo el país, en cuanto los ciudadanos de a pie empiecen a asumir el papel de informantes. Pero al presidente del Consejo Nacional de Jefes de Policía (NPCC), Martin Hewitt, parecía no preocuparle - admitió: "Depende de que todos nos mostremos responsables".

Durante el confinamiento del mes de marzo se formó una ola de compañerismo en las comunidades.

Surgieron almas bien intencionadas que ofrecieron asistencia a enfermos y personas solitarias.

Sin embargo, este estímulo en delatar a otras personas amenaza con diezmar las buenas intenciones. Esto crearía una oleada de 'fisgones detrás de las cortinas', espiando y tratando de adivinar lo que sus vecinos están haciendo.

Ya pudimos evidenciar las extremas divisiones que causaron las normativas durante el confinamiento inicial.

La semana pasada, una investigación demostró que el 68 por ciento de los que fueron fieles a las normas, o bien se resienten, o bien odian, o consideran a los que no las acataron como 'malas personas'.

Según el activista comunitario Mark Baynes, ubicado en la zona del Tower Hamlets en Londres, "Pedirle a la gente que denuncie a un vecino por juntar a ocho personas en el jardín es pura estupidez, un desperdicio de recursos que sólo destruirá la cohesión de la comunidad".

La presión se está aplicando de tal manera que también habrá algunos que se pregunten: "¿Debería estar controlando a mis vecinos? ¿Es ese mi deber cívico?

Anteriormente, la Universidad de Edimburgo reveló sus Directrices del Buen Ciudadano con un formulario en línea donde reportar cualquier delito relacionado con el Covid.

Pero el establecimiento de un programa que permita efectuar denuncias entre conciudadanos no es la mejor manera de tratar los problemas. Además, ¿hacia dónde podría llevarnos este programa, como público?

Las almas mezquinas que se escandalizan cuando alguien aparca su coche delante de su casa, y que se muestran igual de indignadas cuando un vecino "sin clase" tiene una antena satelital antiestética a la vista de todos, no podrán esperar a sacar papeles y bolígrafos para anotar todos los detalles, las horas y las fechas.

Acabarán por garabatear también las matrículas de coches en su afán por ayudar a la policía a desenmascarar a los culpables. Ahí no acabará todo, ya que también tendremos acceso a grabaciones por video, las cuales compartiremos por correo electrónico con las comisarías locales. Y no cabe duda que volverán a llamar a la policía cuando sus vecinos agraviados descubran al soplón de turno.

Todos sabemos quiénes en nuestras calles o edificios se divertirían causando este tipo de miseria.

No cuesta imaginar ladrillos volando a través de las ventanas, o grafitis garabateados en los muros de las casas - similar al infame mantra carcelero: "para los soplones, puntos de sutura".

El país ya a llegado a un punto de inflexión con las protestas de los BlackLiveMatters, las manifestaciones antimascarillas y la controversia de los solicitantes de asilos. La situación se presenta igual que un fósforo arrojado al barril de gasolina. También abre la puerta al abuso desenfrenado.

Cualquier rencor pasado renacerá, tal vez se trató de algo así como el tamaño de una nueva valla de jardín.

Ahora cualquier parte agraviada tiene su oportunidad para que su dignidad sea restituida; basta con observar al supuesto agresor como si de un halcón se tratara, hasta que... bingo. "Mira, mira, es la séptima persona que he fotografiado entrando en el jardín del número 38 en las últimas cuatro horas. Pásame el teléfono." En realidad, tal vez eso nunca sucedió, sin embargo para los policías que llamaron a la puerta del número 38, sí sucedió, porque un informante así lo había descrito.

El concepto es completamente tóxico. La preocupación es que los que tienen un complejo de superioridad lo acepten. Y son más numerosos de lo que creemos en su mayoría.

Podríamos acabar arrastrándonos, colando a miembros de la familia en nuestras casas por puertas traseras, y haciendo parpadear los faros de nuestros coches en la oscuridad en señal de "todo despejado".

Gran Bretaña podría convertirse en una adaptación en vivo de la película Tinker Tailor Soldier Spy (NdE: El topo, en España, Argentina y Uruguay; El espía que sabía demasiado, en México). El tipo que conduce el taxi renacerá como Carlos el Chacal, y la maestra de escuela de modales pudorosos en el apartamento de abajo comenzará a parecerse a La Femme Nikita.

Esperemos que el sentido común prevalezca. Los muertos, el espionaje y los confidentes policiales deben permanecer en el cine... y no en nuestras calles.