Traducido por el equipo de SOTT.net en español
dystopia
Que la reacción ante la pandemia del coronavirus ha sido exagerada podría interpretarse como la subestimación del siglo. La chispa inicial responsable del miedo racional a la enfermedad ha sido avivada y ha provocado arranques de pánico generalizado haciendo estragos en las instituciones estatales y civiles. Dejando de lado el espectáculo de las elecciones en los Estados Unidos (o tal vez sirva de ejemplo), podemos decir con razón que la democracia ya no existe. El estado de derecho ha sido suspendido.

El "estado de emergencia" persiste en gran parte del mundo y es probable que permanezca indefinidamente. Todo esto se ha ido normalizando bajo la tapadera de una emergencia médica oficial, e igual que en algún que otro experimento moderno sobre la obediencia, como el Milgram, las masas se han conformado a las normas impuestas. Cualquiera que se atreva a cuestionar la nueva normalidad - la constante higienización de las manos, la omnipresente toma de temperatura, el distanciamiento social, el rastreo de contactos - es desde ahora percibido como amenaza para la sociedad.

Si vemos un elefante en la habitación, es probable que nuestra forma de interpretarlo es que no existe ninguna pandemia de la que hablar. Independientemente del exagerado reporte de casos, no hay ningún pico significativo del número total de muertes en comparación con cualquier otra temporada de gripe ordinaria.

El Covid-19 se manifiesta como una gripe leve en la mayoría de las personas, y en la mayoría de los casos no presenta ningún síntoma, apenas afecta a los niños y, de acuerdo con un número creciente de médicos, se trata exitosamente con medicamentos baratos y de fácil acceso, como las vitaminas D, C y el zinc.

¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué estas pantallas de plexiglás delante de cada cajero? ¿Cuál es la explicación para el porte de mascarillas y las aplicaciones de rastreo? ¿Por qué las escuelas y los negocios se han visto obligados a cerrar? ¿Cuál es la razón de la paralización de la economía mundial? ¿Por qué la gente se confina en sus casas? ¿Por qué se abandona a los ancianos moribundos a su suerte?

Es necesario desmontar todo esto, pero ¿por dónde empezar? ¿Cuál es el punto de partida razonable en toda esta historia de terror? ¿Cuáles son los hechos fundamentales imprescindibles para poder convalidar una evaluación real y equilibrada? ¿Cuáles son las premisas, suponiendo que las haya, que marcarían nuestro punto de partida en esta investigación?

Quizás bastaría con sumergirnos en el Gran Reinicio, una propuesta del Foro Económico Mundial (FEM) para la reconstrucción de la economía mundial de forma "sostenible" tras la pandemia del Covid-19, cuyos detalles encontrarán aquí.

¿Pero cómo empezar a hablar del reinicio de la economía mundial sin aludir primero a una introducción de la obra de Karl Marx, aunque sea de forma somera, seguramente uno de los economistas políticos más importantes de la era moderna, si no el más importante? Tendrían que haber estudiado su trayectoria en el colegio.

¿Podemos atrevernos a enmarcar esta historia sin tener al menos una mínima comprensión del culto a la tecnocracia -la ideología forjada en las ascuas de la Gran Depresión que intentaba rehacer el mundo de una manera más flexible-, algo imprescindible en el proceso de toma de decisión si no queremos hacer caso omiso del elemento de la corruptibilidad humana? Puede que esto no vaya más allá de cierto interés esotérico, al menos a primera vista, pero cuando novelas como 1984 y Un Mundo Feliz se fueron interpretando más como manuales de instrucción que de ficción, uno se ve ante la obligación de hacerse esta pregunta.

¿Podemos siquiera tener esperanza de comprender toda la extensión de nuestra situación actual sin entender la frágil naturaleza de la economía posterior a la Segunda Guerra Mundial, y la eficiencia del sistema del petrodólar cuando se trató de sustituir el estándar del oro? Es probable que los incipientes economistas políticos encuentren este tema más atractivo, pero eso no resta importancia a estos fundamentos.

¿No es esencial saber quién fue John D. Rockefeller, conocer su recorrido filantrópico y sus vínculos con la industria farmacéutica, o que el mismo terreno en el que se asientan las Naciones Unidas fue donado por él y su familia? (Medio siglo más tarde, la construcción del World Trade Center sería financiada por sus nietos Nelson y David, pero me estoy apartando del tema...)

¿O cómo David Rockefeller, ayudado e instigado por su protegido Maurice Strong, colocó el programa climático en primer plano en la década de los 70 para arrebatarles el control de los recursos naturales del mundo a los gobiernos soberanos y pueblos indígenas para luego entregarlos en manos de organizaciones no gubernamentales declaradas como propiedad corporativa? ¿O deberíamos archivar todo esto en la sección de la "teoría de la conspiración"?

¿Acaso sería útil comprender el perverso credo del transhumanismo, cuyo programa se cruza con todo lo anterior, y qué cambio cultural radical ha llevado a que a niños con trastornos mentales se les receta bloqueadores de la pubertad como práctica común? ¿O por qué las palabras "realidad biológica" ya no se pueden pronunciar dentro de cualquier ambiente educado?

Todas estas preguntas harían capítulos potenciales de un libro para el que simplemente no dispongo de tiempo ni de energía. Así que volviendo a nuestros propósitos actuales, ¿estamos de acuerdo en que bajo un sistema que recompensa la riqueza y el poder y prioriza el beneficio privado sobre la necesidad humana, y que al distribuir todo esto entre 7.000 millones de personas, el resultado final es que hemos caído en las peores aberraciones que la especie humana haya llegado a producir jamás en el ápice del poder? Estamos gobernados por psicópatas.


Comentario: Que no quepa la menor duda. Andrew Lobaczewsky estudió este fenómeno en todas sus facetas en su excelente libro Ponerología Política.


Si esto sobrepasa los límites de su capacidad de absorción, sugiero que se despida en este mismo instante y que vuelva a encender su canal favorito de noticias televisivas y demás programas por el estilo. Una sugerencia: no importa el canal que elija. Cuando seis mega corporaciones son dueñas de todos los canales de noticias, TODAS LAS NOTICIAS SON FALSAS.

Nada es lo que parece. De todos modos, el mundo nunca fue lo que parecía. Pero ahora ha ocurrido un cambio fundamental.

Desde el punto de vista histórico, al hablar de la era moderna nos referimos a un período histórico distinto. Sus características económicas y sociales particulares son enteramente diferentes. La más relevante consiste en un sistema de relaciones alrededor de la propiedad bajo el control de los mercados, los cuales se mueven dentro de marcos institucionales acordados y respaldados por la autoridad política.

"La propiedad privada es el becerro de oro del capitalismo y el capitalismo no regulado es la biblia de la clase dirigente", escribe Bernd Hamm. Una observación sucinta, pero creo que voy a ampliar la metáfora un poquito más ya que a mi entender el becerro de oro, después de haber sido objeto de adoración, está siendo sacrificado en estos instantes.

El contexto teórico de Marx es fundamental para comprender nuestra situación actual. Marx estaba absolutamente en lo cierto cuando dijo que las crisis de la producción capitalista se deben al subconsumo, es decir, la producción supera la demanda. En pocas palabras, si seguimos produciendo cada vez más mientras el sueldo de los trabajadores sigue bajando, resulta que los trabajadores no pueden permitirse comprar los mismos bienes que producen.

Marx lo describe como una contradicción interna; una contradicción incrustada en el mismo ADN del sistema capitalista.

No nos engañemos con que la clase dirigente no ha estudiado la historia igual que nosotros, y que ignora el destino que le espera si deja el capitalismo avanzando por su ordenada trayectoria. Por eso sugiero que han decidido llevar la revolución a las masas trabajadoras, antes de que se la llevemos a ellos.

Puede que la recesión mundial haya sido inevitable, pero la (mala) gestión de la pandemia ha sido un golpe demoledor. La gravedad de la situación ante la que nos encontramos ahora presenta una "estrecha ventana de oportunidad", según Klaus Schwab, fundador y director general del FEM, para "reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo".

Una declaración muy noble y grandiosa, hasta que uno se da cuenta de que este sociópata, revistiéndose de múltiples disfraces, está convocando la aniquilación total de las economías nacionales, economías que aún no se han recuperado de la crisis capitalista mundial del 2008.

El Banco de Inglaterra lo define como la mayor recesión desde 1706. No sólo se trata de una burbuja crediticia de 300 años, sino que abarca toda la empresa capitalista. Toda la era moderna. El capitalismo, el liberalismo, la democracia, todo se ha ido de golpe. Y nunca volverá - se han asegurado de que así sea.

Lo que estamos observando a estas horas es un alejamiento de las economías basadas en la producción, cuyo tópico se encuentra a su disposición en la literatura misma del FEM. Lo que proponen los reiniciadores bajo la rúbrica "reconstruir mejor" no se refiere al capitalismo; es un sistema de organización social y económico totalmente diferente.

Una "economía compartida" según el nuevo lenguaje - un sistema de entradas y salidas de energía perfectamente equilibrado gracias a las modernas maravillas de la cadena de bloques y el Internet de las Cosas/Internet de los Cuerpos. Los rasgos definitorios del capitalismo -mercados competitivos, un sistema de precios, la propiedad privada y el reconocimiento de los derechos de propiedad, el intercambio voluntario y el trabajo asalariado- brillan por su ausencia en esta nueva economía, además de cualquier esperanza de movilidad ascendente. Dicho en lenguaje real, esto es TECNOCRACIA.

Estamos experimentando un cambio de paradigma.

Marx tenía razón cuando predijo el fin del capitalismo por culpa de sus propias contradicciones internas. Fue ingenuo por su parte creer que acabaría debido a la lucha revolucionaria de la clase obrera. La clase dominante tiene otras opciones, y el sistema que pretenden imponernos de ahora en adelante será más eficiente, más tenaz y más brutal que cualquier cosa que John D. Rockefeller haya podido concebir en las más salvajes de sus fantasías.

Hace poco, un colega me preguntaba el porqué de mi empeño en que el capitalismo había caducado. A esto lo único que se me ocurre es el planteamiento siguiente: ¿cómo se supone que vamos a erigir un contraataque eficiente cuando ni somos conscientes de que el terreno ha cambiado? Podemos silbar en la oscuridad y mear contra el viento al mismo tiempo sin que ello requiera de un talento especial. Lo que nos incumbe es que nos enfrentemos a nuestras condiciones materiales cambiantes y actualicemos nuestro marco teórico, o correremos el riesgo de convertirnos en ciudadanos irrelevantes.

Lo que estamos advirtiendo no se corresponde a la rutina habitual. No sólo se trata de la última toma de poder; la última redistribución de la riqueza al 1%. Tampoco hablamos del fascismo de siempre, es decir, del capitalismo pasando por una crisis. Lo que estamos contemplando, o más bien lo que se nos escapa, es mucho más que esto. Para entenderlo de forma integral, hay que mirar más allá del montaje teatral y examinar la mecánica.

El virus es un teatro. Al igual que lo fue el cambio climático. "Cambio climático" es una palabra de moda deliberadamente desprovista de cualquier sentido e inventada para servir a los intereses de la élite. Culpar de todos nuestros problemas a un gas invisible que constituye el 0,04% de la atmósfera no resuelve ninguno de los graves problemas ambientales que nos rodean. Más bien el vínculo propuesto entre el calentamiento atmosférico y los gases de "efecto invernadero" pretende desviarnos de los problemas que las élites no tienen intención de abordar.

La deforestación es un tema que necesita desesperadamente de nuestra intervención. Está claro que despejar millones de acres para dar paso a granjas solares se desvía del problema. El vertido de miles de millones de toneladas de residuos plásticos y químicos en los océanos cada año supone un grave peligro para los ecosistemas marinos y, en última instancia, para toda la cadena alimentaria, pero esto palidece ante los planes actuales de los conglomerados multinacionales que quieren iniciar la explotación minera a cielo abierto del fondo de los océanos.

La destrucción de los acuíferos mediante la perforación horizontal pone nuestro precioso suministro de agua bajo continua amenaza y ¿se permite que el proyecto siga adelante porque el gas natural es considerado como un combustible limpio? ¿Pero es que se han vuelto locos? Las prácticas agrícolas industriales modernas, los alimentos OGM y los fertilizantes tienen un impacto devastador en la biodiversidad, sin embargo forman parte integral de la gestión de la cadena de suministro en el marco del "capitalismo verde". Podría seguir y seguir.

Pero mientras que la industria del cambio climático ha sido una bendición para ciertos intereses de la élite, no pasó la prueba definitiva: la transformación total de la sociedad. A pesar de los pronósticos de todos los expertos científicos sobre un tipo de extinción en décadas venideras, la amenaza inminente de un apocalipsis climático no fue suficiente como para justificar los cambios que hemos visto en los últimos meses.

Necesitaban algo más tangible. Necesitaban poder mostrarnos los cadáveres apilados. Al menos en la televisión. El Covid-19 entraría en escena, algo que nos asustaría a todos, y de forma muy REAL.

Y así sin más, los gobiernos actuaron en perfecta sincronía, con el asesoramiento de "paneles de expertos" y "científicos de altísimo nivel", para poner freno a las economías nacionales; economías que ya no tenían de donde sacar más dinero. El 25% de las pequeñas empresas han cerrado por ahora, la mayoría nunca volverán a reabrirlas. Mientras tanto, los gigantes de la venta al por menor y de la tecnología contemplan como sus cuotas de mercado registran beneficios récord.

En los últimos ocho meses, Jeff Bezos ha añadido 70 mil millones de dólares a su riqueza personal, mientras que Elon Musk se ha embolsado la módica suma de 110 mil millones de dólares. Un pequeño cambio comparado con lo que Bill Gates espera cobrar de una vacuna que probablemente será obligatoria para todo el mundo, cada año, y de por vida.

Estamos ante un golpe de Estado corporativo. Nunca volveremos a la "normalidad".

"Reconstruyamos mejor", repiten una y otra vez. Como si tuvieran la intención de reconstruir los pilares de la democracia liberal a la que acaban de seccionar el cordón umbilical. Se acabó la privacidad, la libertad de expresión, la libertad de reunión pacífica, etc. Si cumplimos con las nuevas reglas, puede que nos entreguen un "pasaporte para la libertad". Mientras nuestras vacunas estén al día y nuestro crédito social favorable, podríamos incluso conservar nuestra pensión o la ayuda por incapacidad. Pero en lo que se refiere a nuestra casa, probablemente no.

Unas cuantas personas hablan de ello. Se oyen vagas murmuraciones de los campos conservadores y libertarios advirtiéndonos de este diabólico complot de las élites que instalarán el socialismo mundial. Porque, bueno, digamos que a cualquier cosa que no les gusta la llaman socialismo, ¿verdad?

Porque nunca han estudiado historia o ciencia política, de hecho parece que la mayoría nunca ha leído un libro. Sólo repiten lo que escuchan de sus expertos favoritos de la derecha. ¿Recuerdan esas seis corporaciones?

No, el Gran Reinicio no tiene nada que ver con el socialismo. Ojalá fuera así. Los oligarcas quieren crear una clase rentista permanente. Ellos y sus afiliados serán dueños de TODO en este mundo, mientras que nosotros no poseeremos nada. Esto es fundamentalmente diferente del socialismo que favorece la eliminación de la propiedad privada y la restauración de los bienes comunes.

En la nueva economía, todo será alquilado. Nadie necesita dormir todo el tiempo. ¿Por qué tener una cama cuando se puede alquilar o compartirla? ¿Por qué tener un coche o una bicicleta cuando se puede compartir un viaje en un taxi sin conductor? Ya se habrán hecho una idea.

Algunos lo llaman el capitalismo de las partes interesadas, pero esto también es inexacto. Un término más exacto sería tecno-feudalismo. La moneda Fiat ha vencido, perdió su utilidad. Los mercados de capital están siendo reemplazados por mercados de impacto que comercializan con la miseria humana a la vez que los sensores biométricos rastrean cada uno de nuestros movimientos. ¿Alguna vez se han preguntado por qué lo llaman la World Wide Web? Si a estas alturas no queda claro el motivo por el que tienen tanta prisa por desplegar el 5G, no tienen más que leer/ver cualquier historia de ciencia-ficción distópica de estos últimos cincuenta años.

Este es el mundo que están creando ahora mismo para nosotros. El viejo mundo se ha ido, y no va a volver. De una forma u otra estamos avanzando.

Pero, ¿hacia dónde?