Un equipo de investigadores arrojó luz sobre el punto más profundo de la fosa de las Marianas, uno de los lugares más enigmáticos de la Tierra. Resultó que allí habitan unos virus poco usuales.
giant virus
© CC BY-SA 4.0 / ICTV International Committee on Taxonomy of Viruses
Los científicos de la Academia de Ciencias de China examinaron las muestras de sedimento marino recolectadas en 2016 por el buque Zhang Jian en el abismo de Challenger, el más profundo de nuestro planeta, a casi 11.000 metros bajo la superficie del agua. Durante el estudio, lograron secuenciar el genoma de 15 virus y de más de un centenar de otros microrganismos.

Pero lo que sorprendió a los investigadores fue el hecho de que en las zonas más profundas de la fosa, donde la presión es extremadamente alta y supera unas 1.100 veces la atmosférica, son más abundantes los llamados virus gigantes. En particular, los científicos descubrieron varias especies de mimivirus, que llegan a medir hasta 700 nanómetros — por lo que en algunas ocasiones pueden ser observadas a simple vista — y utilizan en general amebas como su huésped.

Los mimivirus no solo se destacan por su tamaño, sino también por su genoma excepcionalmente complicado: puede presumir de más 1,2 millones de pares de bases, más que cualquier otro virus. Esto es 40 veces más de lo que tiene el coronavirus que está azotando ahora a todo el mundo.

No obstante, si bien los científicos chinos lograron cultivar más de 2.000 cepas de microrganismos en un entorno de alta presión recreado en el laboratorio, no consiguieron revivir a ninguno de los virus.

Pero ¿cómo pueden los virus gigantes sobrevivir a la alta presión y el frío extremo que reinan en el punto más profundo del planeta?

Los investigadores sugieren que, a diferencia de otros virus que dependen de los huéspedes para sobrevivir, los mimivirus utilizan los denominados genes productivos, responsables de la producción de proteínas y el metabolismo y normalmente presentes en las formas de vida más independientes, como bacterias o animales unicelulares. Estos genes les ayudan a acelerar la degradación de los carbohidratos ingeridos y, en consecuencia, obtener cierta ventaja evolutiva en las condiciones extremas del abismo de Challenger.