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La patética situación creada en muchas regiones del orbe por la hambruna y el encarecimiento de los alimentos, cedió espacio a las informaciones provenientes de los mercados energéticos, verdaderas rampas de lanzamiento para los precios del crudo.

El sorpresivo descenso de las reservas comerciales de combustibles en Estados Unidos informado a mediados de semana sirvió de catalizador para impulsar las cotizaciones del oro negro por encima de 115 dólares el barril que se entregará en agosto.

En este contexto se ignoró el anuncio de Arabia Saudita de que aumentará el bombeo de crudo en casi 100 mil toneles diarios este año hecho por el Ministerio de Petróleo del primer productor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y tercero mundial.

Tras llegar al viernes con un retroceso momentáneo de unos cuatro dólares, el precio del tonel volvió a la carga y se cotizó a 115,19 billetes verdes al concluir la sesión.

El sábado en Argel, el viceministro de Energía y Minas, Amed Salama, al examinar la situación del mercado petrolero se pronunció por la estabilización del precio en torno a los 100 dólares el barril.

Al final de la semana el sub secretario de Energía de Estados Unidos, Sam Collman, dijo al Congreso que los precios récord del crudo se deben a que la producción mundial de petróleo ha fallado en ir a la par con la demanda.

Una respuesta indirecta a esta afirmación dio el secretario general de la OPEP, Abdullah al-Badri, quien consideró en Viena que del hidrocarburo está totalmente loco y culpó del alza sostenida de los precios a los especuladores y a la depreciación del dólar.

La volatilidad no tiene algo que ver con la oferta y demanda, es debido a otros factores, en particular la especulación, sentenció al-Badri.

El funcionario advirtió también que por ahora es imposible dejar de negociar el petróleo en dólares, como demandan muchos miembros del grupo, porque son necesarias muchas transformaciones en el mercado.

Pese a este panorama económico mundial, matizado por los altos precios de los alimentos y el petróleo, un funcionario de la Organización Latinoamericana de Energia (OLADE), afirmó en Valencia, España, que Latinoamérica vive una bonanza económica sin precedentes.

En su opinión los países latinoamericanos cuentan ahora con tasas de crecimiento en torno al tres y cuatro por ciento.

Amenaza de hambruna

Estas optimistas declaraciones contrastan con el llamado hecho por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a un compromiso para afrontar la crisis alimentaría actual, porque si no -certificó- la hambruna crecerá en todo el mundo.

Se trata de un reto de dimensiones colosales, revelan datos del informe semestral de la FAO elaborado con vista a la cumbre que se celebrarán en Roma a fines de este año.

Para dar una idea de esas proporciones, la producción mundial de cereales necesita aumentar 50 por ciento para 2030 y la de carne el 85 por ciento, según Hafez Ghanem, director general adjunto del Departamento Económico y Social del organismo.

La gravedad de la situación la corroboró la Reserva Federal, banco central de Estados Unidos, cuando redujo sus previsiones de crecimiento económico para 2011 y revisó al alza los de la inflación, con lo cual disminuyen las probabilidades de un nuevo recorte de las tasas de interés.

Según sus pronósticos, la economía crecerá de 1,2 a 1,5 por ciento.

En cambio, se estima que la inflación crezca en un punto, cuando el mercado energético marca altos precios y la crisis alimentaría encarece los costos de los comestibles básicos.