Traducido por el equipo de Sott.net

El año 2023 comienza con el colectivo OTAN en modo flipado absoluto, mientras el ministro de Defensa ruso, Shoigu, anuncia que la fragata de la Armada rusa Almirante Gorshkov está de gira, acompañada de un juego de tarjetas de visita hipersónicas del Sr. Zircón.
Warship
© Wikimedia
La gira de negocios abarcará el Atlántico y el Índico, y por supuesto incluirá el Mediterráneo, el antiguo Mare Nostrum del Imperio Romano. El Sr. Zircon al acecho no tiene absolutamente nada que ver con la guerra de Ucrania: es una señal de lo que ocurrirá a continuación cuando se trate de freír peces mucho más grandes que un puñado de psicópatas de Kiev.

El final de 2022 selló la fritura del gran pescado de las negociaciones sobre Ucrania. Ahora se ha servido en un plato caliente y se ha digerido completamente. Moscú ha dejado dolorosamente claro que no hay razón alguna para confiar en la superpotencia en declive "incapaz de llegar a un acuerdo".

Así que hasta los taxistas de Dacca apuestan ahora por cuándo empieza la tan cacareada "ofensiva de invierno" y hasta dónde llegará. El camino del general Armagedón está claro: desmilitarización total y deselectrificación con esteroides, completada con la trituración de masas de ucranianos al menor coste posible para las Fuerzas Armadas rusas en Dombás hasta que los psicópatas de Kiev pidan clemencia. O no.

Otro gran pescado frito en un plato caliente a finales de 2022 fue el Acuerdo de Minsk de 2014. La cocinera no fue otra que la excanciller Merkel ("un intento de ganar tiempo para Ucrania"). Implícita está la pista no precisamente contundente: la estrategia del combo straussiano/neocón y neoliberal-conservador a cargo de la política exterior de EEUU, desde el principio, fue desatar una eterna guerra por delegación contra Rusia.

Merkel puede haber estado tramando algo diciéndoles a los rusos, en su cara, que mintió como el criptosoprano Mike Pompeo, luego mintió una y otra vez, durante años. Eso no es vergonzoso para Moscú, sino para Berlín: otra demostración gráfica de vasallaje total al Imperio.

La respuesta de la encarnación contemporánea de Mercurio, María Zajárova, del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, fue igualmente intrigante: la confesión de Merkel podría utilizarse como razón específica (y prueba) para un tribunal que juzgue a los políticos occidentales responsables de provocar la guerra por delegación ruso-ucraniana.

Obviamente, nadie lo confirmará oficialmente. Pero todo esto podría formar parte de un acuerdo secreto entre Rusia y Alemania en ciernes, que llevaría a Alemania a restaurar al menos parte de su soberanía.


Es hora de freír el pescado de la OTAN

Mientras tanto, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev, visiblemente disfrutando de su encarnación totalmente desenfadada, amplió la saga del pescado frito de las negociaciones. "Último aviso a todas las naciones", como él lo enmarcó: "no puede haber negocios con el mundo anglosajón [porque] es un ladrón, un estafador, un tahúr que podría hacer cualquier cosa... A partir de ahora prescindiremos de ellos hasta que llegue al poder una nueva generación de políticos sensatos... No hay nadie en Occidente con quien podamos tratar cualquier cosa por cualquier motivo".

Medvédev, significativamente, recitó más o menos el mismo guion, en persona, ante Xi Jinping en Pekín, días antes del zoom para acabar con todos los zooms (entre Xi y Putin), que funcionó como una especie de cierre informal de 2022, con la asociación estratégica Rusia-China perfectamente sincronizada.

En el frente bélico, el nuevo surco (ofensivo) del general Armagedón está destinado a conducir en los próximos meses a un hecho indiscutible sobre el terreno: una partición entre un agujero negro disfuncional o Ucrania troceada en el oeste, y Nueva Rusia en el este.

Incluso el FMI se muestra reacio a aportar fondos adicionales al agujero negro. El presupuesto de Kiev para 2023 tiene un déficit de 36.000 millones de dólares, una cifra poco realista. La mitad del presupuesto está relacionado con el ejército. El déficit real en 2022 era de unos 5.000 millones de dólares al mes, e inevitablemente aumentará.

Tymofiy Mylovanov, catedrático de la Escuela de Economía de Kiev, se atrevió a decir que el FMI está preocupado por la "sostenibilidad de la deuda" de Ucrania. Y añadió: "Si hasta el FMI está preocupado, imagínense lo que piensan los inversores privados". No habrá "inversiones" en Ucrania. Los buitres de las multinacionales acapararán tierras a cambio de nada y los escasos activos productivos que puedan quedar.

Podría decirse que el pescado más grande que se freirá en 2023 será el mito de la OTAN. Todo analista militar serio, pocos estadounidenses incluidos, sabe que el ejército ruso y el complejo militar industrial representan un sistema superior al que existía al final de la URSS, y muy superior al de EEUU y el resto de la OTAN en la actualidad.

El golpe final al estilo Mackinder a una posible alianza entre Alemania (UE), Rusia y China, que es lo que realmente está detrás de la guerra por delegación de EEUU en Ucrania, no se está desarrollando según el sueño húmedo straussiano.

Sadam Huseín, antiguo vasallo imperial, fue sustituido por el régimen porque quería eludir el petrodólar. Ahora tenemos el inevitable ascenso del petroyuán "en tres a cinco años", como anunció Xi Jinping en Riad: simplemente no se puede impedir con "conmoción y pavor" en Pekín.

En 2008, Rusia se embarcó en una reconstrucción masiva de las fuerzas de misiles y en un plan de 14 años para modernizar las fuerzas armadas terrestres. El Sr. Zircón presentando su tarjeta de visita hipersónica a través del Mare Nostrum es sólo una pequeña parte de la panorámica.

El mito del poder estadounidense

La CIA abandonó Afganistán en una humillante retirada, aun abandonando la línea de la heroína, sólo para reubicarse en Ucrania y seguir tocando los mismos viejos discos rayados. La CIA está detrás del continuo sabotaje de la infraestructura rusa en tándem con el MI6 y otros. Tarde o temprano habrá represalias.

Pocas personas, incluidos los operativos de la CIA, sabrán que la ciudad de Nueva York, por ejemplo, puede ser destruida con un solo movimiento: volar el puente George Washington. La ciudad no puede abastecerse de alimentos y de la mayoría de sus necesidades sin el puente. La red eléctrica de Nueva York puede destruirse derribando los controles centrales; recomponerla podría llevar un año.

Incluso traspasada por infinitas capas de niebla de guerra, la situación actual en Ucrania sigue siendo una escaramuza. La verdadera guerra aún no ha comenzado. Puede que lo haga pronto.

Aparte de Ucrania y Polonia no hay ninguna fuerza de la OTAN digna de mención. Alemania tiene un ridículo suministro de municiones para dos días. Turquía no enviará ni un solo soldado para luchar contra los rusos en Ucrania.

De las 80.000 tropas estadounidenses destacadas en Europa, sólo el 10% tiene armamento. Recientemente se añadieron 20.000, nada del otro mundo. Si los estadounidenses activaran sus tropas en Europa, algo bastante ridículo en sí mismo, no tendrían ningún lugar donde desembarcar suministros o refuerzos. Todos los aeropuertos y puertos marítimos serían destruidos por misiles hipersónicos rusos en cuestión de minutos, tanto en Europa continental como en el Reino Unido.

Además, todos los centros de combustible como Rotterdam para el petróleo y el gas natural serían destruidos, así como todas las instalaciones militares, incluidas las principales bases estadounidenses en Europa: Grafenwoehr, Hohenfels, Ramstein, Baumholder, Vilseck, Spangdahlem y Wiesbaden en Alemania (para el Ejército y la Fuerza Aérea); la Base Aérea de Aviano en Italia; la Base Aérea de Lajes en las islas Azores de Portugal; la Estación Naval de Rota en España; la Base Aérea de Incirlik en Turquía; y las estaciones de la Real Fuerza Aérea de Lakenheath y Mildenhall en el Reino Unido.

Todos los cazas y bombarderos serían destruidos después de aterrizar o mientras aterrizan: no habría lugar para aterrizar excepto en autopistas, donde serían blancos fáciles.

Los misiles Patriot no sirven para nada, como pudo comprobar todo el Sur Global en Arabia Saudí cuando intentaron derribar los misiles Houthi procedentes de Yemen. La Cúpula de Hierro de Israel ni siquiera puede derribar todos los misiles primitivos procedentes de Gaza.

El poder militar estadounidense es el mito supremo de la variedad de pescado para freír. Esencialmente, se esconde detrás de apoderados, como las Fuerzas Armadas de Ucrania. Las fuerzas de EEUU no valen nada excepto en tiros al pavo como en Irak en 1991 y 2003, contra un oponente incapacitado en medio del desierto y sin cobertura aérea. Y nunca olviden cómo la OTAN fue completamente humillada por los talibanes.

El punto de ruptura final

El 2022 puso fin a una era: el punto de ruptura final del "orden internacional basado en reglas" establecido tras la caída de la URSS.

El Imperio entró en la fila de la desesperación, lanzándolo todo, hasta el fregadero de la cocina (guerra por delegación en Ucrania, AUKUS, histeria de Taiwán) para desmantelar la configuración que creó allá por 1991.

El propio Imperio está llevando a cabo el retroceso de la globalización. Eso va desde robarle a Rusia el mercado energético de la UE, para que los desventurados vasallos compren la ultracara energía de EEUU, hasta destrozar toda la cadena de suministro de semiconductores, reconstruyéndola a la fuerza en torno a sí misma para "aislar" a China.

La guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania no es más que un engranaje del nuevo gran juego. Para el Sur Global lo que realmente importa es cómo Eurasia, y más allá, está coordinando su proceso de integración, desde los BRI a la expansión BRICS+, desde la OCS al INSTC, desde la Opec+ a la Asociación de la Gran Eurasia.

Hemos vuelto a lo que era el mundo en 1914, o antes de 1939, sólo en un sentido limitado. Hay una plétora de naciones que luchan por expandir su influencia, pero todas ellas apuestan por la multipolaridad, o la "modernización pacífica", como la acuñó Xi Jinping, y no por las guerras para siempre: China, Rusia, India, Irán, Indonesia y otros.

Así que adiós a 1991-2022. El trabajo duro empieza ahora. Bienvenidos al Nuevo Gran Juego del crac.