Traducido por el equipo de SOTT.net
electronic waste
Nódulos polimetálicos, mafias de la arena y peligros de la basura electrónica

Desde el punto de vista del arqueólogo, tecnología es un término neutro. Desde las hachas de sílex hasta las hoces, pasando por los arpones de asta y las trampas para peces, las más antiguas formas de tecnología potencian la eficiencia y la capacidad en la interfaz entre el ser humano y el resto del mundo. No hay nada antinatural en ello: cuervos, nutrias, monos e incluso cocodrilos utilizan objetos manipulados para explotar su nicho alimentario. Las preocupaciones sobre el funcionamiento de la tecnología moderna no deberían enmarcarse en una dicotomía entre lo "bueno" y lo "malo", sino más bien en los problemas específicos creados. Con demasiada frecuencia, lo que cuenta para el mundo académico actual situará cualquier debate sobre tecnología en un marco de "neoliberalismo" y "pensamiento sistémico". Algunos hablarán del Antropoceno, apenas reprimiendo su regocijo por el control que tales definiciones conllevan. Lo que quiero hacer aquí es esbozar algunas amenazas concretas y no sistémicas que plantean determinadas tecnologías. En mi opinión, sólo si abordamos los riesgos para el mundo natural de este modo tendremos realmente la capacidad de hacerles frente. Más allá de los nebulosos contornos de los acuerdos internacionales y los porosos compromisos se encuentra el baluarte del Estado nación y sus capacidades, no seamos tímidos a la hora de exigirle que haga uso de ellas.

La explotación de los fondos marinos: nódulos polimetálicos

La nueva Revolución Verde y sus consecuencias se extienden como un maremoto por todo el mundo. Uno de sus efectos más insidiosos es la industria minera "cero neto". Para ser absolutamente claros, el nuevo complejo tecnológico ecológico de coches eléctricos, energía eólica y solar y la nueva y vasta infraestructura de baterías necesarias para sostenerlos depende precariamente de la capacidad de esta industria para extraer cantidades sin precedentes de minerales en bruto. Según el informe 2020 del Banco Mundial: Minerals for Climate Action, el aumento de la producción de minerales incluye un asombroso incremento del 488% en la demanda de litio, del 460% en la de cobalto, del 231% en la de indio y del 189% en la de vanadio. Según las previsiones, para que el Reino Unido cumpla su objetivo en materia de coches eléctricos se necesitaría toda la producción mundial actual de neodimio, casi el doble de la producción mundial de cobalto y tres cuartas partes de la producción mundial de litio. Dado que dos de los principales países productores de níquel, cobalto, manganeso y cobre son China y la República Democrática del Congo, ha comenzado la carrera por encontrar alternativas mineras. Las minas europeas de níquel son una opción, pero la más atractiva es sin duda la explotación submarina.

Clipperton Fracture Zone
© AlchetronZona de fractura de Clipperton, descubierta por el Instituto Oceanográfico Scripps en 1950.
En el pasado más remoto, el agua marina de la Tierra empezó a precipitar metales pesados lentamente. Los oxihidróxidos de manganeso y hierro empezaron a absorber cationes de cobalto, cobre y níquel y, liberados por la acción de las fuentes hidrotermales submarinas y el imperceptible metabolismo de los microorganismos, se asentaron durante millones de años en forma de nódulos polimetálicos. ¿Por qué ésto es importante? Estos nódulos yacen esparcidos por todo el fondo marino, la mayoría no más grandes que un huevo de pato, un regalo de la madre naturaleza a una civilización desesperada por metales. La zona de fractura de Clipperton, una extensión de 4,5 millones de kilómetros cuadrados rica en nódulos de manganeso, es sólo un excelente ejemplo de la vergonzosa riqueza que yace sin explotar ni utilizar. El mundo acaba de darse cuenta de que hay que explotar estos tesoros y las empresas solicitan licencias de exploración en todas partes, desde Nauru hasta México. Embarcaciones marítimas especializadas con vehículos submarinos son ahora pioneras en la extracción de nódulos, succionando, moliendo, recogiendo y triturando los metales antes de enviarlos a la superficie. ¿Cuál es el problema?, se preguntarán, ¿necesitamos esto?

polymetallic nodules undersea mining
© MaerskAlgunas de las zonas más profundas del fondo marino están cubiertas por densos depósitos de nódulos polimetálicos, como los que se muestran aquí, que contienen reservas más ricas de metales valiosos como el cobalto y el níquel que muchos de los que se encuentran en tierra. El tamaño de los nódulos oscila entre una pelota de golf y una patata.
El problema es que estos nódulos no son glóbulos estériles de recursos gratuitos, como el mundo de algún juego de ordenador. De hecho, son la piedra angular de una compleja red alimentaria que apenas vislumbramos a través del puñado de estudios que se han enfocado en ellos. Lo que sí sabemos es lo siguiente: los propios nódulos están recubiertos de seres vivos, uno en concreto, la esponja de cristal pedunculada, se considera una especie estructural clave. Las redes tróficas que existen en estas zonas abisales profundas dependen de los nódulos como único soporte estructural físico al que anclarse, ya que el sedimento blando es incapaz de sostener a estas especies. Los efectos en cascada de la remoción de los nódulos repercuten en el sedimento y los organismos filtradores, los carroñeros, los omnívoros y los carnívoros. Igualmente devastadores son los penachos de sedimentos finos creados por las cosechadoras y el vertido de residuos tras la extracción, estas nubes asfixian a las especies hasta la muerte y ahogan la vida en los precarios arrecifes. A estos factores conocidos se añaden los riesgos desconocidos: un estudio de 2016 sobre la zona de fractura de Clipperton descubrió que la mitad de las especies recolectadas eran nuevas para la ciencia. Más peligrosa (e irónica) es la posibilidad de que los depósitos de metano congelado, conocidos como clatratos de metano, puedan ser perturbados accidentalmente, liberando potencialmente cantidades desconocidas de gas natural en el océano y la atmósfera.
undersea mining Polymetallic nodule with filter-feeding species
Nódulo polimetálico con especies filtradoras
La cuestión que se nos plantea es: ¿destruimos un ecosistema oceánico único e importante con el fin de impulsar la Revolución Verde? El análisis costo-beneficio aquí, ¿debería considerar lo que esta Revolución realmente ofrece y si ello es deseable? Parece poco probable que todos los metales del océano queden sin utilizar, y ninguna presión internacional impedirá que un país como China explote su propia costa. Pero no hace falta que todos nos precipitemos a la carga por un mundo alimentado por baterías eléctricas, hay alternativas.

Explotación de las Dunas: La Extracción de Arena

En una lista de temas de conversación destinados a curar el insomnio, la arena tiene que estar casi en la cima. Sin embargo, este material básico y aparentemente omnipresente se está convirtiendo rápidamente en un recurso codiciado. ¿Cómo es posible? La arena es necesaria para una serie de industrias fundamentales, como la construcción, la creación de carreteras, la electrónica, los plásticos, los cosméticos, los detergentes, los paneles solares y la filtración de agua. Debido a la naturaleza de sus granos, la arena del desierto es prácticamente inservible, ya que es demasiado fina para aglutinarse. Esto hace que los ríos, lagos y cualquier océano accesible sean los principales objetivos de la extracción de arena y la minería. A primera vista, parece razonable. Sin embargo, aquí nos encontramos con dos grandes problemas: en primer lugar, la cantidad de arena disponible en el mundo disminuye más rápido de lo que puede reponerse; en segundo lugar, los daños causados al medio ambiente, la ecología y la habitación humana en torno a las zonas minadas.

La extracción de arena representa el 85% de toda la producción mundial de minerales en peso. Anualmente se utilizan entre 32.000 y 50.000 millones de toneladas de arena, lo que, según algunos modelos, hará que la demanda supere a la oferta antes de que acabe el siglo. Prácticamente todos los países importan arena, con los principales exportadores, como China y Estados Unidos, enviando 300 millones de toneladas en 2019. Sin embargo, estas cifras son notoriamente poco fiables ya que, como veremos más adelante, la minería ilegal de arena es probablemente el mayor proveedor. A modo de ejemplo, entre 2006 y 2016, Singapur importó 80 millones de toneladas de arena de Camboya, pero solo el 4% de ello se realizó a través de canales de exportación legales. Dado que Singapur necesita desesperadamente arena para la recuperación de tierras y la construcción de rascacielos, los países cercanos han extraído miles de millones de toneladas de arena para la exportación ilegal, hasta el punto de que Indonesia ha perdido físicamente más de 20 islas, y otras 80 están en peligro.

Desde el punto de vista ecológico, la extracción de arena a gran escala plantea una serie de problemas: reduce el nivel freático, agota los pozos, destruye físicamente los hábitats, altera la forma y el caudal de los ríos, perturba las redes alimentarias, crea inestabilidad en las orillas de los ríos, derrumba puentes, cambia la velocidad del caudal del río, lo que puede causar inundaciones y daños a la propiedad, lixivia la sal en las tierras agrícolas, la eliminación de dunas puede causar inundaciones, los penachos de polvo pueden aumentar la radioactividad en el aire y perjudicar la salud, etc. El método estándar para la extracción de arena es el dragado, a diferentes escalas y de diversas maneras. La naturaleza del trabajo depende del país y de su legislación: desde los nigerianos que se adentran físicamente en las olas y transportan cestas de arena sobre sus cabezas, pasando por los camioneros tamiles que aparcan en las playas turísticas y las llenan con palas, hasta los enormes buques comerciales chinos equipados con cintas transportadoras y barcazas. A riesgo de repetir temas de conversación anteriores, es evidente que la extracción de arena tiene un impacto inmediato y a largo plazo en la ecología de la región. La eliminación física de playas, dunas, bancos de arena y lechos fluviales anula la capacidad de supervivencia de la fauna y flora dependientes, pero otra consecuencia es el desbordamiento de la violencia en el mundo humano.

Illegal sand mining in SE Asia
© Sumaira Abdulali/CC BY-SAExtracción ilegal de arena en el Sudeste Asiático
Fuente

La extracción ilegal de arena parece uno de esos temas menores de los titulares, pero la escala de la organización va mucho más allá de lo que la mayoría de la gente entiende. La extracción no autorizada de arena es la mayor empresa delictiva de la India, en particular del estado meridional de Tamil Nadu. En China, el río Yangtsé ha sido un objetivo de extracción ilegal durante décadas, desde que el Estado prohibió la minería en el año 2000. Sólo en 2019, la policía incautó más de 300 embarcaciones, que transportaban aproximadamente 100 millones de pies cúbicos de arena. Sin embargo, el robo continúa, en parte debido al sofisticado redireccionamiento por GPS, que impide a las autoridades supervisar con precisión el movimiento de los barcos en tiempo real, lo que provoca colisiones letales. Thane Creek, la entrada fluvial del mar Arábigo a Bombay, está plagada de cientos de pequeñas embarcaciones de madera, todas ellas recogiendo ilegalmente arena del lecho del río a mano. Los buzos solían sumergirse hasta los 6 metros, unos pocos años después han llegado a límites físicos de 12 metros, pronto el lecho del río simplemente desaparecerá. Como muchas minas y dragados ilegales similares en India, están dirigidos por mafias con poder para comprar a funcionarios locales y asesinar a periodistas y manifestantes. En un plano geopolítico más amplio, las tensiones entre Singapur e Indonesia/Malasia han llegado al punto de que la armada indonesia se ha desplegado para detener a los mineros de arena ilegales en su territorio.

Residuos Electrónicos: Guiya (China) y Agbogbloshie (Ghana)

Junto con la reducción del consumo de energía y la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables está el tercer gran ecomandamiento: reciclarás. Inculcado desde la infancia y convertido ahora para muchos en un hábito inconsciente, el acto de reciclar se considera parte del paquete virtuoso de las creencias ecológicas y un componente esencial de la "economía circular". Pero recientes escándalos han sacado a la luz el gran fraude del reciclaje y sus promesas vacías. En 2018, en virtud de una política denominada "Espada Nacional", China prohibió la entrada de 24 tipos de plástico en el país. De un plumazo, se demolieron todos los cimientos del sistema de reciclaje mundial. El pánico se apoderó de los países, que empezaron a buscar frenéticamente otro lugar donde tirar su basura. Entonces empezaron a plantearse las preguntas más difíciles, sobre cómo y por qué los países industrializados producen tanto plástico. También se descubrió que las alternativas a China eran terribles: desde la quema de plástico en zonas residenciales hasta simplemente verterlo en el océano. Ya en 2017 deberían haber saltado las alarmas cuando un trabajo de investigación estimó que: desde 2015, los seres humanos han producido aproximadamente 6300 millones de toneladas métricas de plástico, y que sólo el 9% se ha reciclado. El resto se quemó (12%) o se depositó en vertederos (79%).

Los plásticos, y la consiguiente exposición a los microplásticos como una grave amenaza para la salud humana y animal, han dominado los titulares medioambientales de los últimos años. Pero la cuestión de los residuos electrónicos ha sido relativamente poco debatida. La infraestructura electrónica y digital suele promocionarse como la opción más ecológica y respetuosa con el medio ambiente: los bancos suelen pedirle que revise su extracto de cuenta en línea, en lugar de imprimirlo en papel. Pero esto ignora el inmenso daño que causan los aparatos electrónicos, durante su producción y, sobre todo, durante su eliminación. La lista completa de productos químicos y sustancias que se encuentran en los residuos electrónicos es enorme, pero algunos de los más potentes son: retardantes de llama bromados, éteres difenílicos polibromados, bifenilos polibromados, bifenilos policlorados (PCB), dibenzodioxinas policloradas, hidrocarburos poliaromáticos, plomo, cromo, cadmio, mercurio, litio, arsénico y bismuto. El volumen de estos residuos se ha disparado de forma descontrolada; se calcula que sólo China produjo 15 millones de toneladas métricas en 2020. En general, podemos clasificar los residuos electrónicos en tres tipos principales: grandes electrodomésticos (frigoríficos, congeladores, etc.), equipos personales (teléfonos inteligentes, aparatos de seguimiento, televisores) y equipos informáticos (monitores, servidores, cables de fibra óptica, etc.). Todos ellos están destinados a aumentar, ya que los costes de producción se han reducido para el consumidor medio y a medida que más países desarrollan su infraestructura digital.

e waste electronic waste ghana recovery
Vertederos de residuos electrónicos en Ghana
El traslado y transporte de residuos electrónicos está, en principio, sujeto a control a través del Convenio de Basilea (en vigor desde 1992). Sin embargo, sin la ratificación de Estados Unidos y con escasos mecanismos de imposición, el Convenio no ha conseguido evitar que millones de toneladas de residuos electrónicos se transporten y viertan por todo el mundo. Un lugar en particular ha acaparado la atención internacional - Agbogbloshie, Ghana - y figura entre los diez lugares más tóxicos del planeta. A pesar de algunas exageraciones sustanciales sobre el tráfico ilegal de residuos electrónicos, el vertedero cercano al centro de Accra supone un enorme riesgo para la salud, tanto para los adultos y niños que trabajan allí, como para el medio ambiente en general de la costa del Golfo de Guinea. En particular, los fuegos a cielo abierto utilizados para fundir el plástico del cableado de cobre y la posterior extracción a mano de metales preciosos y componentes electrónicos sin equipos de seguridad causan terribles daños neurológicos y físicos a los trabajadores. Del mismo modo, en Guangdong (China), el antiguo pueblo arrocero de Guiya se convirtió rápidamente en el cementerio electrónico del mundo. A principios de la década de 2000, más de 60.000 personas trabajaban en las condiciones más primitivas para recoger y extraer metales valiosos de los residuos electrónicos, enviados desde todo el mundo. Quemando plástico, sumergiendo chips en baños ácidos, respirando cenizas contaminadas con dioxinas; los trabajadores recuperaban oro, tóner, cobre y plata. El agua dejó de ser apta para el consumo y hubo que traerla de otros lugares, no se podía cultivar arroz, los niños estaban expuestos a niveles críticos de plomo, el polvo tóxico saturado de cromo, níquel y zinc se asentó sobre la ciudad. Desde 2007, la zona ha sido objeto de esfuerzos estatales para elevar las normas de seguridad y salud, pero la polución y la contaminación son probablemente permanentes y aún no se han solucionado.

Uno de los principales incentivos para volver a someter el reciclaje de residuos electrónicos a controles nacionales es el creciente problema de la seguridad de los datos que contienen. Todos esos teléfonos móviles, discos duros, servidores y dispositivos de los consumidores están repletos de contraseñas, datos personales y, en algunos casos, incluso secretos de Estado. Unos periodistas que informaban sobre Agbogbloshie rebuscaron en los mercados informales que rodean el vertedero y encontraron un disco duro que contenía datos confidenciales del Gobierno estadounidense sin cifra:
Un equipo de periodistas que investiga el negocio mundial de la basura electrónica ha descubierto también un problema de seguridad. En un mercado de Ghana, compraron un disco duro de ordenador que contenía documentos sensibles pertenecientes al contratista del gobierno estadounidense Northrop Grumman... Estaban marcados como "sensibles desde el punto de vista de la competencia" y abarcaban contratos de la empresa con la Agencia de Inteligencia de Defensa, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio y la Agencia de Seguridad en el Transporte.
La delincuencia organizada de Ghana se ha dado cuenta de la mina de oro de información que representa Agbogbloshie y compra regularmente discos duros en busca de datos útiles:
Los estudiantes llevan los discos duros a la Regent University de la capital ghanesa y piden al informático Enoch Kwesi Messiah que les ayude a leer lo que contienen. En cuestión de minutos, Messiah ya está examinando detalles íntimos de la vida de las personas, archivos dejados por los propietarios originales de los discos duros. También hay datos financieros privados: números de tarjetas de crédito, información de cuentas, registros de transacciones en línea de las que los propietarios originales tal vez ni siquiera se percataron.

" Puedo conseguir tus números bancarios y retirar todo tu dinero de tus cuentas", dice Messiah. "Si alguna vez alguien consigue tu disco duro, puede obtener toda la información sobre ti del disco, sin importar dónde esté escondida".

Eso es especialmente problemático en un lugar como Ghana, que figura en la lista del Departamento de Estado de EE.UU. como una de las principales fuentes de ciberdelincuencia del mundo
Conclusiones: ¿El regreso del Estado?

He seleccionado los tres problemas abordados en este artículo -la minería de nódulos polimetálicos, la extracción de arena y los residuos electrónicos- como buenos ejemplos de la relación entre el medio ambiente, la tecnología, la salud y el Estado. Afortunadamente, el paradigma de los años 90, según el cual la globalización superaba al Estado-nación y lo dejaba obsoleto, ha llegado a su fin, aunque algunos comentaristas e ideólogos sordos siguen aferrados a la visión de la humanidad según la cual "el mercado es lo primero". Lo que ha vuelto chirriando en el vacío de la COVID-19, el retroceso de la hegemonía estadounidense y el ascenso de China, es la importancia fundamental del gobierno nacional. Algunos, como el Reino Unido, están empezando a darse cuenta de lo marchitos que se han vuelto sus poderes, otros, como China, están afirmando con confianza su músculo. El control del territorio nacional, especialmente en los océanos; el cumplimiento de los tratados nacionales; la capacidad de cerrar fronteras al flujo de bienes materiales; el desarrollo de protocolos de seguridad e infraestructuras para reciclar tecnologías críticas (por ejemplo, baterías); la protección de los activos ecológicos, y la capacidad de hacer frente al crimen organizado y transnacional son tareas fundamentales del Estado-nación. Aunque los ecologistas de izquierdas tienen razón al afirmar que la contaminación o el agotamiento de la biodiversidad no se detienen mágicamente en la frontera, lo que debemos reconocer es que ceder la autonomía nacional a las organizaciones internacionales no sólo no ha ayudado, sino que neutraliza las herramientas necesarias para frenar los excesos de la modernidad. Esto no quiere decir que la cooperación nacional, los tratados, los acuerdos internacionales, etc., no puedan llevarse a cabo: por supuesto que pueden, y la mejor forma de hacerlo es a través de un marco nacional y territorial fuerte. Terminaré reflexionando sobre mis observaciones iniciales: la tecnología cambia la forma en que los seres humanos se relacionan con su entorno y potencia sus capacidades. Muchas tecnologías tienen enormes desventajas, así como enormes beneficios, y la mejor manera de mantener una asimetría óptima es que los distintos tecno-complejos estén bajo el control de un Estado soberano.