La atmósfera terrestre desintegra los objetos metálicos de menos de 30 metros de diámetro y los meteoros que no pasan de 100.

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© Archivo elcorreo.comRecreación del telescopio Rosat, que se precipitará contra la Tierra la próxima semana.
La caída del UARS se quedó solo en un susto al precipitarse la mole artificial del tamaño de un autobús sobre el océano Pacífico. Pero la amenaza sigue existiendo y sin ir más lejos está previsto para la próxima semana el desplome de un nuevo satélite, esta vez alemán. El telescopio Rosat, inhabilitado por una avería de origen desconocido desde 1.999 y con un peso de 2,5 toneladas, chocará contra la Tierra en algún punto de Canadá, según los primeros cálculos realizados por la NASA y la Agencia Espacial Europea.

La atmósfera actúa como el escudo cuasi perfecto para evitar que ya sea alguno de los más de 22.000 deshechos artificiales que orbitan alrededor de la Tierra o un meteorito de tamaño pequeño se precipiten sobre la superficie del planeta. Las condiciones a las que un cuerpo se ve sometido durante su entrada varían según su masa, el ángulo de ingreso y la velocidad que registra. En cualquier caso, cada uno de estos objetos se ve sometido a temperaturas de miles de grados, más que suficiente para que, en la mayoría de los casos, se desintegren y se conviertan en polvo. En líneas generales, la media de pérdida de masa al atravesar la atmósfera de una roca espacial de tamaño pequeño varía desde un 50% a un 98%.

Solo los objetos más grandes -meteoros o aparatos artificiales- pueden superar la erosión de la fricción y llegar a colisionar contra la superficie. Según los parámetros establecidos, el escudo que forma la atmósfera deja de ser efectivo para desintegrar restos metálicos con un diámetro superior a los 30 metros o para meteoros de más de 100 metros - aunque en este caso también dependerá de su composición-. En situaciones normales se puede registrar la entrada de un meteoro cada 10 minutos, la práctica totalidad de las ocasiones sin la más mínima consecuencia ya que de ellos al año solo unos 100 llegan a impactar contra el suelo. Anualmente entran en la atmósfera unas 200.000 toneladas de roca extraterrestre.

La importancia del escudo que forma la atmosfera cobra visibilidad al contemplar la superficie lunar, completamente salpicada de cráteres. Al carecer de atmósfera, toda roca que se ve atrapada por su fuerza de gravedad choca intacta contra el satélite. Así, hasta los meteoros más pequeños y que nunca alcanzarían a chocar con la Tierra causan en la Luna colisiones espectaculares.

Unas posibilidad entre 2.000

Según publica el 'Daily Mail', el centro de control alemán da una posibilidad entre 2.000 de que alguna pieza del Rosat pueda dañar a alguna persona - en el caso del UARS era de 3.000-, algo que nunca ha pasado en la historia de los satélites, según se afanan en repetir los expertos de la NASA. Sí es cierto que restos de cohetes u otros aparatos se han precipitado causando daños materiales y llevando el pánico a la población cercana del lugar del impacto. Restos del malogrado transbordador Columbia fueron hallados en más de 1.200 lugares y a una distancia de varios cientos de kilómetros del lugar sobre el que se produjo la explosión. Tampoco existe constancia de fallecimientos por el impacto de meteoritos, aunque si se han contabilizado significativas consecuencias. En 1908, una enorme bola de fuego cayó sobre la región siberiana de Tunguska, arrasando por completo más de 2.000 metros cuadrados de bosque.

La NASA ha advertido una vez más - la enésima- sobre la necesidad de estudiar la situación de la 'flota' de aparatos en el espacio. Y es que tras el UARS y el Rosat el próximo en la lista podría ser el Anik F2, un satélite canadiense que ya ha quedado fuera de control en repetidas ocasiones.