Traducido por el equipo de SOTT.net

Los genes afectan a distintos aspectos del disfrute musical: desde las reacciones emocionales que evocan las composiciones hasta la conexión social que puede fomentar la música.
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© Guilermo Spelucin/Getty ImagesLa Experiencia de la Música
Algunas personas sienten escalofríos o se emocionan hasta las lágrimas al escuchar ciertas canciones, mientras que otras tienden a experimentar una reacción menos intensa ante la música. Ahora, un nuevo estudio sugiere que el nivel de disfrute musical puede estar parcialmente escrito en los genes.

Según un estudio publicado el 25 de marzo en la revista Nature Communications, el 54% de las diferencias en los niveles de disfrute musical entre individuos puede atribuirse a sus genes. Los científicos responsables del trabajo atribuyen el porcentaje restante a factores ambientales, como haber crecido en una familia que tocaba instrumentos musicales o escuchaba música en común, así como a otras experiencias pasadas relacionadas con la música.

«Este estudio explora algo que muchos músicos sospechábamos desde hace tiempo: algunas personas están simplemente programadas para conectar con la música a un nivel más profundo», dijo en un correo electrónico a Live Science Mitchell Hutchings, profesor asociado de canto en la Universidad Atlántica de Florida, que no participó en el estudio.

A través de modelos estadísticos, el estudio también descubrió que distintos factores genéticos influyen en diferentes aspectos del disfrute musical, como el modo en que la música afecta al estado de ánimo de una persona, el placer que la gente obtiene al moverse al compás de un ritmo o los vínculos que las personas forman a través de experiencias musicales compartidas.

Según Hutchings:
«La idea de que distintas vías genéticas influyen en aspectos como la conexión emocional con la música, el baile o el hecho de tocar con otras personas también encaja con lo que vemos en la vida real. Por ejemplo, algunos cantantes se sienten atraídos por la expresión, otros por el ritmo y otros prosperan en entornos de colaboración».
De modo que quienes se dedican a hacer música también se sienten atraídos por esta forma de arte por diferentes razones.

Para explorar el papel de la genética en el disfrute de la música, Giacomo Bignardi, doctorando en neurociencia cognitiva, y sus colegas del Instituto Max Planck de Psicolingüística de los Países Bajos estudiaron los datos de más de 9.000 gemelos de 37 a 64 años. Los datos procedían del Registro Sueco de Gemelos, un recurso de investigación médica a gran escala. En total, el estudio incluyó unos 3.400 gemelos idénticos y 5.600 no idénticos.

Los gemelos idénticos comparten casi el 100% de su ADN, mientras que los no idénticos comparten alrededor del 50%. Por tanto, la comparación de aspectos del disfrute musical en distintas parejas de gemelos permitió a los investigadores estimar la influencia de la genética. Los investigadores supusieron que si los gemelos idénticos experimentaban niveles de placer musical más similares que los mellizos, la genética debía desempeñar un papel en esa experiencia, y querían estimar el alcance de esa influencia genética.

Para medir el nivel de disfrute musical de las personas, los investigadores utilizaron el Cuestionario de Recompensa Musical de Barcelona, en el que se pide a los participantes que valoren en qué medida están de acuerdo con 20 afirmaciones, en una escala de 1 (totalmente en desacuerdo) a 5 (totalmente de acuerdo). Algunas de las afirmaciones eran: «La música me calma y me relaja», «Cuando oigo una melodía que me gusta mucho, no puedo evitar dar golpecitos o moverme a su ritmo» y «Cuando comparto música con alguien, siento una conexión especial».

Los gemelos idénticos mostraron más del doble de similitud en el disfrute de la música que los gemelos no idénticos, lo que sugiere que la genética desempeña un papel importante a la hora de determinar el placer que las personas obtienen de la música.

Sin embargo, una de las limitaciones del estudio es que se basaba en la suposición de que los gemelos tienen el mismo nivel de exposición musical, en virtud de haber sido criados en el mismo hogar. Por tanto, los investigadores suponían que las diferencias en el disfrute de la música se debían a la genética y no a factores ambientales.

Pero los investigadores reconocen que esta suposición no siempre se cumple. Por ejemplo, un gemelo podría buscar más experiencias musicales que el otro -por ejemplo, asistir a clases de música o a conciertos-, lo que probablemente influiría en su disfrute musical.

Otra limitación reside en la homogeneidad de la población del estudio. Michelle Luciano, profesora de la Facultad de Filosofía, Psicología y Ciencias del Lenguaje de la Universidad de Edimburgo, declaró a Live Science en un correo electrónico:
«Dado que el estudio de gemelos se realizó en gemelos suecos, se necesitan estudios en diferentes países para ver si se observan los mismos efectos relativos de genes y entorno en diferentes culturas».
Los investigadores también evaluaron la capacidad de los participantes para distinguir entre melodías, ritmos y tonos, habilidades musicales que anteriormente se habían relacionado con factores genéticos. Por separado, también evaluaron la capacidad de respuesta general de los participantes a las recompensas y los resultados positivos, un rasgo conocido como «sensibilidad a la recompensa». Esto ayudó al equipo a determinar si la genética estaba vinculada específicamente al disfrute de la música, en lugar de a las habilidades de percepción musical de los gemelos o a una tendencia más amplia a disfrutar de estímulos gratificantes.

Los resultados mostraron que gran parte de la influencia genética sobre el disfrute de la música -alrededor del 70%- no estaba relacionada con las habilidades musicales o la sensibilidad a la recompensa.

Esto refleja las observaciones de Hutchings en la vida real:
«He visto alumnos que no se sienten especialmente motivados por recompensas externas, pero que cobran vida cuando interpretan o simplemente escuchan música. Los hallazgos deberían fomentar la investigación sobre los orígenes evolutivos del placer musical y las vías cerebrales que trazan el mapa de las emociones positivas que puede evocar la música.»