Geográficamente, Siria se encuentra en la confluencia de los continentes asiático, africano y europeo. Auténtico cruce de caminos, corazón de Oriente Próximo y origen de la civilización, Damasco es considerada la ciudad más antigua de la humanidad.
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Desde los orígenes de la historia, esta tierra fue campo de batalla entre imperios orientales y occidentales, septentrionales y meridionales, incluso con anterioridad a la aparición de la escritura, miles de años antes del nacimiento de Jesús y Mahoma.
Hititas, sumerios, asirios y egipcios dieron paso a fenicios, griegos, romanos, arameos y hebreos, y posteriormente a bizantinos y persas. La última gran invasión sería la árabe y la de los cruzados europeos, seguidas siglos más tarde de la otomana. A principios del siglo XX, Gran Bretaña y Francia pusieron los ojos en la región y acabarían estableciendo sus regímenes coloniales partiendo la siria originaria en cuatro regiones; Palestina, Jordania, Siria y Líbano.
Todo éste sustrato histórico
ha imprimido de un carácter solidario y tolerante a sus gentes, acostumbradas desde tiempos inmemoriales a dar refugio a comunidades humanas enteras que huían de la represión de los grandes imperios durante todas las fases de la historia.A su vez, éstas circunstancias históricas han hecho de Siria un país polifacético, con una sociedad pluricultural, multiconfesional y multiétnica que ha mostrado al mundo una increíble cohesión e integración social, un ejemplo de convivencia y espíritu nacional durante los últimos años.
Este espíritu solidario y tolerante de sus gentes ha sido puesto de manifiesto en la historia reciente, siendo Siria el único país de Oriente Próximo que ha mantenido su apoyo inquebrantable a la causa palestina.
Más de tres millones de palestinos descendientes de los que tras la creación del Estado de Israel fueron expulsados de sus tierras y llegaron en masa al país. Hoy viven y forman parte de la sociedad siria, sin renunciar por ello a la esperanza de retorno a su tierra ocupada.