
La primera caída se produjo en Oviedo, el 5 de agosto de 1856, y la segunda, en Cangas de Onís, el 6 de diciembre de 1866.
Los objetos pétreos o metálicos (meteoritos) procedentes del espacio interplanetario -donde gravitan miriardas de cuerpos minúsculos-, después de recorrer durante millones de años infinitas distancias alcanzan, de vez en cuando, la superficie de nuestro planeta a gran velocidad, entrando en ignición al ponerse en contacto con la atmósfera, de aquí que se conozcan en lenguaje coloquial como 'bolas de fuego'. En determinadas épocas del año, la Tierra atraviesa -cerca de la órbita de algún cometa desaparecido- enjambres de meteoritos que dan lugar a lo que se conoce como 'lluvia de estrellas fugaces'. La mayoría de estos cuerpos galácticos se desintegran al entrar en el dominio atmosférico; sin embargo, ocasionalmente su tamaño alcanza dimensiones gigantescas, creando en el impacto un cráter meteórico. En alguno de ellos se ha descubierto la presencia de compuestos orgánicos, que podrían probar la existencia de vida extraterrestre. Se ha invocado a estos ciclópeos meteoros -nombre del fenómeno luminoso que generan- como causa de la extinción masiva de especies vivas acaecidas en diferentes sistemas geológicos, al producir la onda de choque generada por el encontronazo grandes catástrofes medioambientales; éstas están fundamentalmente motivadas por el envío de enormes cantidades de partículas de polvo a la atmósfera, oscureciendo el cielo y haciendo descender drásticamente la temperatura terráquea.
El evento más conocido fue el que ocurrió en el tránsito Cretácico-Paleógeno, responsable de haber concluido con los dinosaurios. En la explicación de las causas del ocaso total de estos gigantescos vertebrados jugó un papel prominente un geólogo de ascendencia asturiana, el profesor de la Universidad de Berkeley en California, Walter Álvarez, investido en 2008 doctor honoris causa por nuestra alma máter. El grupo de investigadores liderado por Luis Álvarez (premio Nobel de Física en 1968) y su hijo Walter descubrieron en estratos del límite Cretácico-Paleógeno, de varias zonas del mundo, concentraciones anormalmente altas de iridio que interpretaron procedentes de una gran colisión, ya que este metal es raro en la corteza terrestre pero abundante en los meteoritos. En la década de los 80, la 'hipótesis Álvarez' fue recibida con reticencia por la comunidad científica internacional, pero las pruebas se fueron acumulando a su favor, disipándose las dudas con el estudio detallado de una enorme estructura de impacto, de más de 180 kilómetros de diámetro (cráter de Chicxulub), en la península de Yucatán (México), que fue datada con una edad de hace 65 millones de años, es decir, en el lapso atribuido a la desaparición de los dinosaurios. Este hallazgo dio paso a la 'hipótesis de los múltiples impactos', basada en la colisión de varios meteoritos con la Tierra (o de un asteroide que se fragmentó) en el periodo cronológico señalado, e incluso se sugirió que en la extinción pudieron haber colaborado las erupciones volcánicas al provocar el polvo y los gases desprendidos un efecto invernadero.
Comentario: Para más información acerca de este tipo de fenómeno vea:
Ovni sobre el Domo de la Roca y un cometa sobre Kazajistán - Algo caótico se aproxima