En India se suele decir que Nueva Delhi, hacinada con casi 17 millones de personas en sus calles, es un lugar perfecto para perderse. Pese al crecimiento constante de la población, la Policía registra incluso una mejora en la triste estadística: antes había hasta 18 desaparecidos al día. Al mismo tiempo, sus expertos admiten que el problema de los secuestros es muy serio y en especial el de menores: se trata de 800.000 casos anuales.
Uno de esos padres desesperados es Rao Kumar, cuyo hijo salió de casa en bicicleta hace un año y nunca ha vuelto a aparecer. Ravi tenía sólo 12 años. Los meses de búsqueda no facilitaron ninguna huella del adolescente desaparecido, pero para Rao se han convertido en su principal y único oficio. Desde que se perdió su hijo, no tiene tiempo ni fuerzas para un trabajo estable. Ya tiene claro que jamás retomará la normalidad de su vida anterior.
Noor Ali, hermano de un niño desaparecido, confiesa que acudió a la Policía y los agentes siempre decían que a lo mejor estaría en un parque, dormiría en un templo o estaría en casa de un amigo. Según activistas de los movimientos de defensa de la infancia, las respuestas indiferentes son algo típico para las ciudades grandes como Nueva Delhi.
"A los niños les esconden en unos lugares donde nadie les podrá encontrar", dice uno de los militantes del grupo 'Salva la Niñez' R. S. Chaurasia. "Les secuestran en particular para el comercio de órganos, adopción o para que pidan limosna". "Tratamos de hacer que la Policía tome serias medidas en ese ámbito - adelanta el experto - . Que busquen a los niños en las estaciones de ferrocarril y depósitos de los autobuses".
Las organizaciones como la suya, creadas para ayudar a los parientes de los desaparecidos, contribuyen a la resolución del problema. Pero están sobrecargadas y necesitan una mejor cooperación con las autoridades.
Esta drástica situación llega a ser una pesadilla diaria para las familias que no cuentan con el dinero suficiente ni la influencia para recibir la ayuda de las autoridades. Los padres afectados denuncian con frecuencia que los policías extorsionan sumas considerables solo para iniciar la investigación. Los que no pagan, corren el riesgo de no volver a ver nunca más a sus seres queridos.
Por mucho que se esfuercen los familiares, no son capaces de resolver el problema por sí mismos, ni con ayuda de los institutos sociales. La participación del Estado es imprescindible.
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