Dos fuertes sismos en una semana y constantes réplicas pueden predecir la llegada de un gran terremoto que sacudió el DF en 1985. Temen que el próximo supere los 9,0 grados de magnitud.
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Los habitantes de la Ciudad de
México ya están acostumbrados a vivir entre
sismos y
temblores. Pero el gran
terremoto sufrido en 1985 fue un antes y un después en la capital mexicana. En las últimas semanas una serie de sismos de mediana y alta intensidad ha generado un estado de alerta ante la posible presencia de un potente fenómeno sísmico llamado por los geofísicos The Big One -un sismo superior a los 9.0 grados de magnitud-.
El
sismo de mayor potencia que se registró este año fue el pasado 18 de abril, con un índice de 7.2 en la escala de Ritcher. Las sacudidas que se sucedieron durante el mes de mayo fueron réplicas de aquel movimiento, según explica Raúl Valenzuela, del Sistema Sismológico Nacional.
"Van a seguir ocurriendo varias semanas, posiblemente un mes o un poco más", explicó el especialista, quien recordó que el fuerte sismo ocurrido en Sendai, Japón, que registró una intensidad de 9.0 tuvo réplicas por más de un año.
Ante la incógnita de si los movimientos registrados en mayo son la antesala de un terremoto, Valenzuela no descartó esa posibilidad, pero reconoció que, de todas maneras, las réplicas son "normales", según consigna
El País.
Una de las explicaciones de por qué México sufre tanto estos fenómenos sismológicos es porque está afectado por cinco diferentes placas. En primer lugar, la mayor parte del país se encuentra en la placa de América del Norte. La del Pacífico repercute en la Península de Baja California, mientras que la placa del Caribe afecta a la parte sur - Chiapas-.
Asimismo, en las costas del Pacífico hay dos placas en el fondo del mar: Cocos y Rivera. "Estas placas subacuáticas se están metiendo por debajo del manto de América del Norte, creando una zona de subducción", indica Valenzuela.
Los
sismos que se han venido sucediendo desde el mes de abril se registraron en distintos municipios de Guerrero. Tras el terremoto de 1985, el Gobierno instaló en la costa de Estado mexicano 12 acelerómetros, debido a la intensa actividad sísmica.
Además, por la distancia de 370 kilómetros con la Ciudad de México, fue posible colocar un sistema de sensores para alertar cualquier posible fenómeno sísmico.
La revolución tecnológica de los últimos años también fue fundamental para los ciudadanos mexicanos. Es que en la actualidad pueden contar con aplicaciones en sus teléfonos inteligentes, que les advierte la llegada de vibraciones generadas por un sismo, durante un minuto.
"Alertamos sismos de una magnitud mayor a cinco - grados en la escala de Ritcher-", explica Alejandro Cantú, uno de los directivos de Sky Alert, una de las empresas encargadas de proveer este tipo de aplicaciones.
El pasado fin de semana, y luego de dos temblores en menos de tres días, la compañía tuvo picos de 400 mil descargas.
Cantú considera que este tipo de herramientas tecnológicas permite generar conciencia en los ciudadanos mexicanos, ya que muchos de los sismos que se pueden suceder son imperceptibles. El Sismológico Nacional reportó el 14 de mayo 15 sismos, mientras que el día siguiente se registraron otros 6. Muchos de ellos resultan imperceptibles sin ningún tipo de alerta o advertencia.
Por su parte, Valenzuela desacredita la creencia que tienen muchos mexicanos al pensar que es bueno que el suelo tiemble constantemente para que, de esa forma, se libere mucha energía y se evite un sismo más potente.
"Si quisiéramos evitar un
sismo de magnitud ocho necesitaríamos tener 900
sismos de magnitud seis en su lugar", señala.
Investigadores llevan más de dos décadas realizando un exhaustivo seguimiento de las zonas más activas en el mundo, estudiando la posibilidad de la presencia de "The Big One".
"No se puede descartar. No podemos saber cuándo, pero en algún momento se va a producir. Ni aquí, ni en Chile o China se puede hacer una predicción", apunta Valenzuela.
En poco más de un siglo, México ya vivió tres
terremotos de magnitud 8.0 o mayores. El primer y más fuerte sucedió en las costas de Jalisco, con un impacto de 8.2. El segundo es el mencionado fenómeno ocurrido en 1985 en Michoacán, cuando la magnitud llegó a 8.1. Por último, el más reciente sucedió en 1995 y fue de 8.0.
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