¿Sabemos en qué horarios rendimos más? ¿Conocemos a qué hace referencia la expresión "ritmo circadiano"? Comprender estos dos conceptos es clave a la hora de entender en qué momento del día alcanzamos nuestro máximo potencial.

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© Revista El Observador

El mundo actual está lejos del medio ambiente en el cual nos desarrollamos como especie en donde nuestro contacto con la luz y la oscuridad eran muy diferentes.

La luz es un estímulo importante para nuestro reloj interno biológico, que marca un ritmo de 24 horas ―por lo cual se lo conoce también como ritmo circadiano― permitiéndole al organismo adaptarse a los ciclos día-noche.

Algunas profesiones y empleos exigen que las personas trabajen en horarios muy diferentes de los habituales o deban fluctuar por ellos a lo largo del mes. Médicos, enfermeros, barrenderos, recepcionistas de centros médicos, taxistas, conductores de ómnibus, entre otros, se ven forzados a dormir en momentos en donde las sociedades están en pleno movimiento.

Transformar la noche en el día afecta en gran medida el reloj interno; de hecho, trabajos científicos provenientes del campo de la cronobiología contribuyen a comprender el valor del mismo y cómo nos afecta no respetarlo.

Como todo reloj que necesita de pila, o antiguamente de darle cuerda, el interno precisa, para mantenerse en hora, de estímulos ambientales y el sol es el más importante de ellos.

Nuestros ojos poseen tres tipos de células sensoriales: conos y bastones para la visión, y células ganglionares de la retina que contienen melanopsina ―actúa como sensor de la luz―.

Cuando cierta longitud de onda estimula las células ganglionares fotosensibles, estás ―a través del nervio óptico― mandan señales al cerebro, más específicamente al núcleo supraquiasmático perteneciente al Hipotálamo. Éste se encarga de informarle a cada célula del cuerpo, mediante impulsos nerviosos, la hora para que actúen acorde a la misma. De este modo todo, el organismo se sincroniza.

Cada persona posee un ritmo circadiano propio. Es posible encontrar personas que se sienten muy activas por la mañana temprano y necesitan descansar o bajan su ritmo a medida que oscurece: son los matutinos y algunos los llaman "alondras". Otros individuos, los vespertinos, necesitan levantarse tarde e irse a dormir después de la medianoche, denominados "búho". Asimismo, existen los intermedios que no tienen ninguna de estas tendencias extremas: se activan después que los matutinos y se acuestan antes de los vespertinos.

Existen diversos factores que interrumpen el normal funcionamiento de nuestro reloj interno. Uno de ellos puede ser un estímulo lumínico en el momento inadecuado; otro se produce cuando se viaja en avión y se cruzan diferentes zonas horarias, en este caso surge el Jet Lag, también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios.

Un componente influyente en nuestro reloj biológico es el paso del día que nos lleva a sentirnos más cansados y a buscar un sueño reparador por la noche.

En el caso de los trabajos con horarios especiales, se traslada el descanso a horas diurnas, momento en el que el organismo no otorga las condiciones apropiadas para un buen descanso. Quienes deben dormir durante el día saben que no es lo mismo, debido a que la temperatura corporal es más elevada y hay mayor actividad en todos los procesos metabólicos. Además, los ruidos del contexto son propios del estar despierto, hecho que produce un sueño intermitente e interrumpido en diversas ocasiones.

Algunos científicos consideran que la luz es uno de los aspectos más reguladores del reloj interno y por ello debería tenerse en cuenta el tipo de iluminación en los lugares de trabajo. En general, la intensidad lumínica en las oficinas se encuentra por debajo de los 100 lux (unidad internacional para el nivel de iluminación), muy menor a la luminosidad del exterior. En un día lluvioso, nos llegan unos 10.000 lux; mientras que en un clima soleado la cifra asciende a 100.000 lux o más.

Esto genera que un trabajador nocturno se dirija por la mañana a su casa con intenciones de dormir, pero reciba del sol un estímulo que lo lleve al no descanso, ya que su cerebro le avisa a todo su organismo que es momento de estar despierto, predisponiéndose a la actividad.

Si bien es muy difícil evitar el sol, se puede tratar de usar algunos paliativos como, por ejemplo, anteojos para sol, dormir en una habitación bloqueando el acceso de la luz (y lo más alejada posible de los ruidos del exterior), tratar de apagar el celular, etc.

Los investigadores consideran que este tipo de trabajadores los fines de semana deberían mantener su ritmo semanal, para no estar constantemente desincronizando su reloj interno.

Sin embargo, hay que tener en claro que todo trabajo fuera de los horarios adecuados termina afectando la salud general o agravando afecciones pre-exitentes, ya que desencadena los mismos mecanismos del estrés en nuestro cuerpo.

Si bien no hay modo de que todos puedan trabajar en horarios habituales, el hecho de que los directivos de establecimientos con personal en horarios nocturnos o rotativos conozcan cómo estos afectan al organismo debería ser el puntapié inicial para buscar alternativas (ejemplo, darles tiempo extra de descanso o ayudar a que desarrollen hábitos saludables).

Conocer el cronotipo de cada persona es otra opción más que valedera de considerar en la selección de personal para ciertos puestos.
Till Roenneberg, profesor de Cronobiología en el instituto de Psicología Médica de la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich, Alemania, informó que con su equipo de investigación han identificado lo que llaman el síndrome en la sociedad moderna. Éste se vincula con la creciente discrepancia entre el ritmo diario del reloj fisiológico y el reloj social.

Nuestro reloj interno no sólo se relaciona con el descanso, sino también con cuándo comemos e incluso con los momentos de mayor lucidez cognitiva. Según Roenneberg, como consecuencia de este "Jet Lag" social, la gran mayoría de las personas padece una carencia crónica de sueño y también es más proclive a fumar, beber más alcohol y cafeína.

Asimismo, todo lo anteriormente mencionado se debe a que un menor descanso trae como consecuencia una disminución en la capacidad de nuestra corteza prefrontal para poder hacer uso de sus funciones más elevadas ―principalmente la regulación del autocontrol―, muy importantes en todos los ámbitos de la vida.

Debemos comprender que descansar bien y el tiempo necesario no debe ser un lujo mal visto o sentir que no se está a tono con lo que la sociedad actual pide, sino que, por el contrario, es garantía de un mejor rendimiento en el trabajo, mejores relaciones sociales, mejor humor y mayor capacidad de autocontrol.

Algunas preguntas que nos permiten reflexionar sobre lo leído:
  • ¿Conozco mi ritmo circadiano?
  • Si soy (matutino o vespertino), ¿mis horarios de trabajo respetan mi tendencia natural?
  • ¿Realizamos las tareas que exigen nuestro máximo potencial en los horarios en los cuales nos sentimos más vitales?
  • ¿Estoy el suficiente tiempo al aire libre o en contacto con una ventana para que mi cerebro (núcleo supraquiasmático) pueda recibir los estímulos medio ambientales necesarios?
  • ¿Estudio en horarios que están acordes con mis ciclos circadianos?