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"Ni Mubarak, ni Suleiman", corearon enfurecidas las personas congregadas en la plaza Tahrir de El Cairo tras escuchar el discurso del mandatario, en el cual anunció la transferencia de poderes al vicegobernante, pero subrayó que seguirá al mando del país y no huirá.

En la emblemática plaza, donde desde hace 17 días ocurren las mayores protestas registradas en la historia reciente de Egipto, los asistentes tomaron sus zapatos en la mano y golpearon fotos del presidente, un gesto que denota gran desprecio entre los árabes.

Mubarak señaló en su intervención trasmitida en vivo por la televisión estatal que había considerado "delegar al vicepresidente de la República los poderes y las prerrogativas, de acuerdo con la Constitución" del país.

También prometió favorecer una transición pacífica y aseguró estar dispuesto a modificar cinco artículos de la Carta Magna relativos a los requisitos para postularse a presidente y la duración de los mandatos.

Además, apunto que aceptó se elimine un artículo a fin de que sea posible lo que definió como "alternancia en el poder" y emprender el camino hacia la derogación de la Ley de Emergencia en vigor aquí desde 1981, "tan pronto las condiciones lo permitan".

Aunque evitó puntualizar qué poderes transfirió a Suleiman, el tono del discurso dejó claro que el veterano político de 82 años retendrá, al menos de modo formal, las prerrogativas para guiar las enmiendas a la Constitución y, eventualmente, disolver el Gobierno y el Parlamento.

"Me aferraré a velar por la Constitución y los intereses del pueblo hasta que entregue el poder y pase mis responsabilidades a quien resulte electo por los ciudadanos en septiembre", enfatizó Mubarak al prometer una "transferencia pacífica" de su mandato.

El jefe de Estado prometió garantizar elecciones "libres y transparentes", y remarcó que seguirá al mando hasta que se realicen esos comicios presidenciales, a los que -reiteró- no se presentará.

La tercera alocución del mandatario egipcio en apenas dos semanas generó reacciones inmediatas en círculos opositores que anunciaron una masiva movilización para mañana con el pretendido fin de llegar hasta el palacio presidencial, en el barrio de Heliópolis.

Dado el nivel de presión popular para que dimita, analistas locales consideraron que el discurso de Mubarak evidenció un divorcio tácito con lo que ocurre en las calles.