Traducido al castellano por La Gran Época
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Una letanía de efectos adversos

Que los metales tóxicos causan, contribuyen o aceleraran el desarrollo de enfermedades crónicas, está ampliamente demostrada en la literatura científica. La toxicidad de los metales se suma al estrés oxidativo, inhibe la producción de antioxidantes y su utilización, bloquea funciones enzimáticas, y contamina la bioquímica del azufre, afectando negativamente la función de cada célula, tejido, órgano y sistema en el cuerpo.

Sería un error culpar solamente a la toxicidad por metales a las epidemias de fatiga, depresión, ansiedad, adicción a los alimentos y drogas, resistencia a la insulina, diabetes, problemas de aprendizaje, alergias, asma, problemas digestivos, cansancio de las glándulas suprarrenales, desequilibrios hormonales, pérdida de memoria, y otros problemas de salud similares, sin embargo pueden jugar un papel importante en estas condiciones.

Aunque los síntomas de intoxicación por diferentes metales comúnmente se sobreponen, los distintos metales también tienden a quedarse en diferentes sitios. El mercurio y el cadmio se acumulan en gran medida en los riñones, pero el cadmio no cruza la barrera hematoencefálica en la forma que el mercurio lo hace. La sobrecarga de cadmio se asocia más con la neuropatía periférica que con problemas del sistema nervioso central.

El plomo se deposita principalmente en el hueso, y altera la eritropoyesis, la formación de glóbulos rojos, lo que contribuye a la mala salud ósea, osteopenia y osteoporosis.

La lista de efectos adversos por exposición a mercurio, plomo, cadmio y arsénico es muy larga. Incluye degeneración física, muscular y neurológica. Los metales pesados pueden causar, contribuir o acelerar el desarrollo de Alzheimer, Parkinson, distrofia muscular, esclerosis múltiple, y otros trastornos neurológicos y mentales.

Los metales tóxicos también contribuyen a problemas del sistema reproductivo femenino, como las dificultades menstruales, infertilidad, aborto involuntario, pre- eclampsia, pre-hipertensión inducida por el embarazo y nacimientos prematuros.

Los metales tóxicos también han sido vinculados a un mayor riesgo de cáncer de mama. Un reciente estudio realizado en la Universidad de Georgetown demostró que los metales de mercurio, cobre, cobalto, níquel, plomo, estaño y cromo, así como el vanadato, activaron los sitios alfa del receptor de estrógenos en líneas celulares de cáncer de mama, de manera similar al estrógeno humano estradiol. Los metales también alteraron la expresión genética, perturbaron el equilibrio hormonal, y aceleraron la proliferación de las células de cáncer de mama.

El mercurio y otros metales tóxicos también contribuyeron al desarrollo y crecimiento del cáncer mediante la prevención de la biosíntesis y el funcionamiento de la vitaletina, un regulador endógeno de las principales vías metabólicas necesarias para un sistema inmunológico vital. La vitaletina natural adecuada controla de la respuesta inmune, probablemente para todos los tipos de cáncer y para agentes infecciosos como el SIDA.

Se está acumulando evidencia que presumen que la vitaletina también es crucial para el adecuado metabolismo del colesterol, la producción de glóbulos rojos, y la prevención de la diabetes. Para que nuestros cuerpos hagan vitaletina natural, necesitamos el sulfuro que contiene aminoácidos L-cisteína y la vitamina ácido pantoténico.

Si a pesar de ser de alta calidad, la proteína utilizable y la cisteína llegan a ser deficientes debido a la mala alimentación o la intoxicación por metales, nuestros cuerpos tratarán de compensar haciendo cisteína de aminoácidos esenciales de metionina a través de la homocisteína intermedia tóxica. Toxinas metálicas problemáticas en el cuerpo pueden unirse e interferir con la conversión de la homocisteína, capturándolas, así que se acumulan metabólicamente.

Los altos niveles de homocisteína son indicadores de problemas cardiovasculares, cáncer, otras enfermedades de las sociedades industriales, y el envejecimiento prematuro. Están asociados con la placa arterial, neoplasias, tumores, y una larga lista de desequilibrios metabólicos. Los niveles de homocisteína son más elevados en la mayoría de los vegetarianos debido a la dieta inadecuada de proteínas y vitaminas del grupo B (especialmente B12) o por exceso de soja.

La soja es comercializada como una "proteína perfecta", ya que contiene todos los aminoácidos esenciales, pero "contener todos" no es lo mismo que contener óptimos- y utilizables - niveles y proporciones. En términos de ayudar al cuerpo a manejar el envenenamiento por metales, la soja es una proteína especialmente inferior debido a que su contenido de cisteína es obstruido y en gran medida inasequible, por inhibidores de proteasa.

Un 30% de las personas de edad avanzada (tanto hombres como mujeres) tienen niveles elevados de homocisteína. Veinte y nueve por ciento de los vegetarianos tienen niveles elevados de homocisteína (causada por la relativa falta de vitamina B12 y vitamina metionina en la dieta o el consumo en exceso de soja ) en comparación con sólo el 5 % de los omnívoros.

Entre los pacientes de aterosclerosis sintomática, del 13 al 47 % (posiblemente más) tienen niveles elevados de homocisteína. Aunque el suplemento B6, B12 y el ácido fólico son una manera barata, y que a menudo salvan vidas de bajar los niveles de homocisteína, la gente altamente intoxicada a veces se enferma de muerte por ellos, probablemente debido a que la absorción de vitamina B activa la vía metabólica de la homocisteína teniendo como resultado una liberación masiva al torrente sanguíneo de toxinas asociadas a metales.

Un problema muy grande

Para metabolizar la grasa, necesitamos ácido lipoico, el cual es otro nutriente vital crítico que es envenenado por metales tóxicos.

La falla al digerir adecuadamente la grasa es un problema cada vez más común y es una de las principales razones por las que algunas personas deciden que una dieta tradicional rica en grasas no es para ellos. Aunque la pérdida de la capacidad de digerir grasas puede ser resultado de años de ingerir una dieta baja en grasa, esta cuestión no es un simple "usarlo o perderlo".

Las personas que se atiborran con grasas malas o tratan de evitar todas las grasas son más propensas a acumular metales tóxicos, los cuales, a su vez, afectarán su capacidad para digerir adecuadamente, asimilar y utilizar las grasas. La pérdida del ácido lipoico debido a la toxicidad por metales interfiere con la producción de energía, operaciones de limpieza de toxinas, la regulación del azúcar en sangre, y el mantenimiento de un peso saludable.

Pro-oxidantes y antioxidantes

Mercurio, cadmio, arsénico, plomo y otros metales tóxicos promueven la formación de peróxidos de hidrógeno, peróxidos lípidos, y radicales de hidroxilo e interfieren con procesos antioxidantes críticos. El cuerpo es, pues, agotado de agentes fundamentales de protección.

El glutatión es uno de los principales antioxidantes intracelulares del cuerpo. Cuando los metales tóxicos como el mercurio o el cadmio se unen con el glutatión, tanto los metales tóxicos y el glutatión pueden ser excretados del cuerpo en la bilis. Si bien es bueno que los metales tóxicos dejen el cuerpo, el proceso agota las células de glutatión.

Haciendo esto aún peor, el mercurio inhibe la actividad de la reductasa del glutatión y la sintetasa del glutatión, dos enzimas fundamentales para el metabolismo del glutatión, e interfiere con la función del superóxido dismutasa, otra enzima que necesita el cuerpo para la antioxidación.

Los antibióticos y lo metales tóxicos

Recientemente, otro tema sobre los metales tóxicos ha surgido: Candida albicans y otros microorganismos patógenos resistentes que se acumulan por el uso de antibióticos. Estos microorganismos son capaces de desviar los grupos metilo (CH3) - necesarios para la inmunidad y para otras funciones corporales - para sus propios propósitos.

Esto no sólo significa que la homocisteína tóxica no se convierte en metionina, nutritiva e inocua, sino también que el mercurio elemental o iónico se convierte en mercurio metílico que es mucho más tóxico. El mercurio metilado tiene mayor afinidad por los tejidos grasos y es mucho más difícil de quitar del cuerpo.

Los investigadores de la Fundación de Enfermedades del Corazón en Nueva York, encontraron que los antibióticos utilizados para tratar infecciones no fueron efectivos en la presencia de metales pesados como el mercurio y el plomo. Estos metales coexistieron con infecciones como la Chlamydia trachomatis y herpes simple, así como con citomegalovirus y otros microorganismos, como virus asociados al cáncer.

Trágicamente, el estudio de los metales tóxicos es generalmente pasado por alto en la formación de los médicos y nutricionistas, aunque el conocimiento de sus efectos adversos podría proporcionar respuestas a muchos desconcertantes estudios de casos clínicos.

Entonces, ¿por dónde empezamos con este problema aparentemente insuperable de la sobrecarga de metales tóxicos? En primer lugar, debemos evitar la exposición, por lo menos en la medida de nuestras capacidades.

Debido a que la supresión total es casi imposible, necesitamos también activamente desintoxicar, o la acumulación de toxinas en nuestro cuerpo va a continuar. Las dos áreas principales para limpiar son la dieta y el medio ambiente. Sobre la dieta, por lo menos, tenemos un control considerable.

Kaayla T. Daniel, Ph.D., CCN es una profesional oficialmente certificada como especialista en nutrición clínica y escritora sobre salud.

Galen D. Knight, Ph.D. es un bioquímico y escritor sobre salud.