El editor de The Atlantic responsabiliza en su libro 'My Age of Anxiety' (Mi años de ansiedad) la invención de la Imipramina, un fármaco antidepresivo perteneciente al grupo de las dibenzazepinas.
El medicamento inventado en los 50 se mostró eficaz en el tratamiento de los pacientes con neurosis de ansiedad.
La Imipramina bloqueaba el paroxismo de la ansiedad, aunque se mantenía el nivel general de ansiedad crónica. Fue entonces cuando se dio el punto de partida para la revisión de conceptos predominantes en la psiquiatría.
Este proceso se completó con la salida a luz en 1980 de la tercera edición del 'Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales' (DSM, por sus siglas en inglés), que marcó el fin del reinado de los conceptos freudianos en psiquiatria y la victoria de la psiquiatria biológica. Un triunfo de los factores genéticos y biológicos como causas del trastorno sobre los sentimientos reprimidos de la teoría de Sigmund Freud.
"La aparición la Imipramina dio lugar a preguntas sobre dónde está la línea entre la ansiedad como un trastorno psiquiátrico y la ansiedad como un problema habitual", señala el periodista, citado por el portal Slon.Trasfiriendo las enfermedades psiquiátricas del paradigma freudiano al ámbito de los diagnósticos médicos, la tercera edición del DSM declaró como trastornados o enfermos a aquellos que anteriormente no eran considerados como tales.
Esto hizo el juego a la compañías farmacéuticas, aumentándoles el público objetivo y el mercado de ventas. En la historia farmacológica esto se repite una y otra vez. El crecimiento de la cantidad de tranquilizantes es seguido por el aumento de los casos de trastornos de ansiedad diagnosticados. El reforzamiento del arsenal de antidepresivos conlleva el aumento de los casos de depresión.
Antes de la aparición de los triocíclicos a finales de los 50, la depresión (y sus predecesores) fue diagnosticada raras veces, solo en el 1% de los estadounidenses. Hoy en día este diagnóstico se da en el 15% de la población del país.
Según el autor, se trata de la "patologización del comportamiento común". Una vez que se descubre una nueva enfermedad, empieza a vivir su propia vida. Se empiezan a acumular estudios al respecto, a diagnosticar cada vez más en pacientes, y se va arraigando en la consciencia científica y pública.
"Si esta dinámica se mantiene, para el próximo milenio todo Estados Unidos será adicto a los tranquilizantes", resume el autor.
Comentario: Los diferentes trastornos que pueden ocurrir en nuestra mente pueden ser ocasionados por emociones reprimidas, traumas o dinámicas que se tienen que considerar antes de pensar en estas "píldoras mágicas" como la solución. Muchas personas lo que quieren es una solución "rápida" a esa molestia. Sin embargo, no toman en cuenta todas las repercuciones que pueden tener este tipo de medicamentos, que a la larga hacen mucho más mal que bien.
Tenemos la responsabilidad de nuestra propia vida, de enfrentar los problemas como vengan y buscar soluciones que podamos controlar; no que sean controladas por una receta médica. En ocasiones, puede ser difícil tratar de enfrentar estas partes "obscuras" de nuestra personalidad, pero como muchos psicólogos saben, el crecimiento surge cuando realmente enfrentamos estos "monstruos."
Con respecto a este tema, recomendamos ampliamente el siguiente programa de Radio SOTT, con la Dra. Aleta Edwards: