No fue la caballería, ni los arcabuceros o ballesteros los que más terror infundían en los guerreros indígenas durante la colonización europea del Nuevo Mundo, según un científico y periodista español.
conquistadores españoles
© Wikimedia CC
Armas de fuego, caballería y ballestas: estos fueron los principales factores de supremacía de los conquistadores españoles en el campo de batalla frente a las tropas indígenas en el siglo XVI. Al menos, estos suelen ser los factores que contemplan los historiadores para explicar el rápido avance de pequeñas unidades de tropa en América.

Sin embargo, otra arma que, al parecer, tuvo un efecto decisivo en las principales batallas eran los perros, concretamente en México y Mesoamérica, según un artículo publicado en el diario digital 'El Confidencial'. Aunque las crónicas desestimaban su importancia debido a la doctrina militar imperante en aquel tiempo, a nosotros han llegado los nombres de algunos de aquellos guerreros cuadrúpedos que aterrorizaban a la población aborigen, subraya la publicación.

El más famoso de aquellos canes de combate fue Becerillo, un alano español (producto del mestizaje entre dogos y mastines) que acompañó al conquistador Sancho de Aragón en una campaña anterior a la expedición de Hernán Cortés. Era muy apreciado por su ferocidad y total entrega en el campo de batalla, hasta el punto en que le pusieron un salario.

Sabemos de él que murió a causa del impacto de una flecha envenenada lanzada por los mayas y también que tuvo un descendiente llamado Leoncico, que se vengó de su padre con creces desgarrando hasta la muerte a muchos enemigos. Acompañaba a su amo, Vasco Núñez de Balboa, en todas sus campañas sobre el istmo de Panamá y también recibía 'paga' de oficial.

Se sabe que pocos días antes de descubrir el océano Pacífico, aquel explorador y aventurero español libró una batalla contra una tribu indígena encabezada por Torecha. El propio cacique murió en combate pero su hermano y otros notables fueron arrojados a los perros. El terror causado por esta ejecución fue de tal envergadura, que el resto de la tribu aceptó someterse a las órdenes del conquistador.

Los perros alanos de los capitanes españoles, asegura el historiador y ajedrecista Álvaro van den Brule, "fueron responsables en gran medida de la matanza indiscriminada que ha pasado a la historia como una de las cargas militares más sangrientas". Su feroz presencia en el campo de batalla producía una "insoportable forma de terror" entre los indígenas, sostiene. Los animales eran protegidos con tiras de cuero en ambos lomos y fieltro con fragmentos de coraza.

El conquistador Pedro de Alvarado era consciente de la carnicería indiscriminada que infligía la horda perruna en el enemigo. De hecho, se sabe que en una ocasión, a la vista de que los niños presentes en la tropa aborigen caían primeros bajo el ímpetu animal, intentó retirar en vano a los perros.