Existe un aditivo alimentario, el E171 (dióxido de titanio), que está en el punto de mira por su posible toxicidad. Se usa como blanqueador en las pastas dentífricas, las galletas o los chicles y también se utiliza en cosméticos o en protectores solares. En Francia, el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA), lo está investigando pues los primeros resultados de sus análisis concluyen que puede ser cancerígeno en ratas.
Óxido de titanio.
© desconocidoÓxido de titanio.
Un trabajo publicado en Scientific Reports por investigadores del INRA francés y realizado en ratas de laboratorio, documenta que el E171 traspasa las paredes del intestino y llega al organismo, con efectos sobre la salud, en concreto problemas del sistema inmunitario y lesiones precancerosas en el colon.

El pigmento utilizado por la industria alimentaria en productos de gran consumo, como por ejemplo también el yogur o el requesón e incluso en golosinas infantiles puede provocar cáncer y, en concreto de colon y recto.

Como de momento es prematuro extrapolar esos datos al ser humano, el Gobierno de Francia ha pedido al citado instituto que profundice en ello y para finales de este mes de marzo se esperan nuevas conclusiones.

De momento lo que sabemos es que en el 40% de los animales expuestos al dióxido de titanio presentaron las citadas lesiones cancerosas. Además, el E171 acelera el desarrollo de lesiones inducidas experimentalmente antes de la exposición.

El E171 está compuesto de micro y nanopartículas, aunque no es obligatorio su etiquetado como "nanomaterial", pues no consta de más del 50 % de nanopartículas (en general tiene entre 10 % y 40 %). El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) ha realizado una evaluación del riesgo de la exposición al dióxido de titanio por inhalación (exposición ocupacional), tras la cual ha sido clasificado en el Grupo 2B, es decir, como potencialmente carcinógeno para los seres humanos.

Para llegar a las conclusiones que mencionamos, los investigadores expusieron a ratas al E171 (exposición oral), a una dosis de 10 mg diarios por kilogramo de peso corporal, un valor cercano a la exposición alimentaria humana (según datos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de septiembre de 2016).

Los investigadores sometieron a las ratas a una exposición oral crónica de dióxido de titanio por el agua de beber durante cien días.

En un grupo de ratas tratadas previamente con un agente carcinógeno experimental, la exposición condujo al aumento del tamaño de las lesiones preneoplásicas.

En un grupo de ratas sanas expuestas al E171, cuatro de once animales desarrollaron espontáneamente lesiones neoplásicas del epitelio intestinal. Los animales no expuestos no mostraron anormalidades tras los cien días del estudio. Estos resultados indican un efecto tanto iniciador como promotor del E171 en las primeras etapas de la carcinogénesis colorrectal en los animales.

¿Y qué dice la EFSA, la encargada de garantizar la seguridad alimentaria en la Unión Europea? Pues que a mella no le constan los posibles daños de este pigmento, que hacen falta más estudios paras llegar a un "consenso científico" y lo que suelen hacer las agencias cuando se descubre un nuevo peligro para la salud, quitarle importancia no vaya a molestarse la industria de turno.

La independencia de la EFSA parece estar en entredicho, con numerosos casos de conflictos de interés con la industria a la que debe vigilar y regular, formando parte de su panel de científicos y las numerosas controversias sobre los resultados científicos de esta institución.

Así que si esperamos a que instituciones como esta tomen medidas destinadas a proteger a las personas mejor sentarnos y ponernos cómodos porque el asunto va para largo.

Lo más práctico es informarnos bien de qué alimentos y productos cotidianos llevan el dióxido de titanio y no comprarlos. Y que cuando se terminen de documentar sus posibles toxicidades, los políticos comprometidos con la ciudadanía tomen cartas en el para su eliminación y/o sustitución.