El 6 de diciembre, el presidente de EE.UU.. Donald Trump, anunció públicamente su decisión de trasladar la embajada de su país en Israel a Jerusalén, reconociendo así a la milenaria ciudad como capital del estado sionista.
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© Sott.netLas advertencias de Trump
De inmediato los palestinos reaccionaron con justificado enojo y mostraron desagrado al ver que, quien se suponía era un mediador en el conflicto con los Israelíes, de golpe tomaba partido por una de las partes a través de una acción torpe, unilateral y arbitraria.

Pero no sólo los palestinos reaccionaron violentamente ante la absurda acción del primer mandatario estadounidense, sino que prácticamente todos los países del mundo alzaron sus voces para expresar que ésta era una decisión imprudente, contraproducente, y definitivamente injusta. Países como Rusia y China pusieron énfasis en que el traslado sólo traería más violencia y caos en la región, y llamaron resolver el conflicto a través del diálogo.

EE.UU. ignoró por completo todos y cada uno de los llamados a la cordura, y con displicencia se dedicó a afirmar que su decisión era lo mejor para terminar con un conflicto que llevaba décadas... claro que los muy pícaros no ahondaron en detalles sobre para quién era "lo mejor".

Tras la sordera autoinducida de EE.UU., el Consejo de Seguridad de la ONU puso a votación una resolución para confirmar el estatus internacional de Jerusalén y dejar sin efecto legal la decisión estadounidense. Curiosamente todos los miembros (incluso los aliados históricos de EE.UU.) votaron a favor (14 votos) a excepción, claro está, de EE.UU. que utilizó su derecho a veto para dejar sin efecto la votación.

Según lo expresó la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki "la lunática" Haley, "el apoyo unánime a la resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU fue un insulto para EE.UU., no será olvidado"... ¡En fin!... La típica reacción del niño malcriado que no acepta un "no" ni que nadie lo contradiga. En este contexto, expresarse así hubiera sido lo mismo que salir dando un portazo y gritando "¡MALDITOS TRAIDORES, ME LAS PAGARÁN!".


Ante la imposibilidad de lograr anular la insensata decisión de EE.UU., Palestina optó por elevar el asunto a la Asamblea General de la ONU (donde por cierto no existe la posibilidad de veto) para someterlo a la votación de todos los países miembros. Es en este escenario donde salieron a relucir las atributos más abyectos y despreciables de la nación del norte americano.

El miércoles 20 de diciembre, Haley (quien nos ha hecho preguntarnos en reiteradas ocasiones si tiene todas sus facultades intelectuales intactas), se encargó de amenazar sin disimulo a todos los países miembros de la ONU para que lo piensen dos veces antes de votar en contra de EE.UU..

La intimidante "advertencia" tomó la forma de una carta dirigida a cada uno de los integrantes del organismo internacional, que en un severo tono amenazador "aconsejaba" tener mucho cuidado a la hora de votar este jueves porque el mismísimo Donald Trump estaría observando "personalmente" la votación.

La misiva advertía: "Cuando consideren su voto, quiero que sepan que el presidente y Estados Unidos se toman este voto de manera personal. [...] El presidente observará cuidadosamente esta votación y ha solicitado que le informe quiénes votaron contra nosotros". A la amenazante carta siguió un tweet de Nikki afirmando que Washington "apuntaría los nombres" de los que durante la votación del jueves (por hoy) critiquen la postura de EE.UU.

Trump redobla la apuesta

Como si esta extorsión manifiesta no fuera suficiente, el mismo Trump decidió jugar una carta más fuerte aún, y amenazó con suspender la ayuda financiera a los países que en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas voten en contra del reconocimiento de Jerusalén por parte de Washington como capital de Israel.

El presidente estadounidense se quejó diciendo que "[esos países] toman cientos de millones de dólares e incluso miles de millones de dólares [nuestros], ¿y luego votan en contra de nosotros?... estaremos viendo esos votos. Dejen que voten contra nosotros. Ahorraremos mucho. No nos importa".

No sé que piensa usted, pero a mi estas palabras me recordaron a mi infancia, cuando varios amigos del vecindario nos juntábamos para jugar al fútbol, y el dueño del balón siempre se sentía en posición de poner condiciones bajo amenaza de irse y dejarnos frustrados y sin partido. Claro que entre niños esto es perfectamente aceptable... ¡¡¡Pero el señor Trump tiene 71 años y es el presidente de la "nación indispensable"!!!

¿Con quién demonio estamos tratando?... ¿No se dan cuenta estos dementes que quedan ante la vista de todos como unos malditos matones prepotentes? ¿No pueden prever acaso que las naciones abusada por décadas quizá algún día, cuando vean a EE.UU. en un momento vulnerable y de debilidad, no van a dudar en ir a "patearlo" en el piso?

Por lo pronto no puedo decir que todo este sainete me sorprendió. Los años han transcurrido, y a decir verdad a estas alturas ya todos deberíamos saber que éste es el único lenguaje que EE.UU. sabe hablar: el de la amenaza, la intimidación, la extorsión, el ultimátum, y el castigo. ¡Ya están demasiado corrompidos y decadentes para aprender uno nuevo!