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Mientras se profundizan las protestas contra el gobierno de Siria, Washington niega estar promoviendo el derrocamiento del presidente Bashar al Assad.

"No estamos trabajando para socavar a ese gobierno", dijo el lunes 18 el portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Mark Toner, en respuesta a un artículo del diario The Washington Post sobre financiación estadounidense secreta a grupos opositores libios, como un canal de televisión satelital con sede en Londres que ha llamado a derrocar a Al Assad.

El mandatario "debe responder a las aspiraciones legítimas de su pueblo", dijo Toner, y mencionó que el propio Al Assad en su discurso del sábado 16 se había referido a implementar "lo necesario para levantar el estado de emergencia y aplicar amplias reformas; por cierto que estamos observando cómo esas palabras se convierten en hechos".

El sábado, el presidente sirio invistió a un nuevo gabinete encabezado por el ex ministro de Agricultura, Abdel Safar, y prometió entre otras cosas poner fin a la ley de emergencia, que ya dura 48 años, en el "plazo de una semana", medida adoptada este martes.

En un discurso notable por las diferencias de contenido y tono respecto de sus declaraciones anteriores, Al Assad también ofreció sus condolencias y plegarias por los "mártires" - más de 200, según organizaciones de derechos humanos - abatidos por fuerzas de seguridad en las manifestaciones contra su gobierno que empezaron en marzo.

Pero el domingo salieron a las calles de ciudades y aldeas decenas de miles de manifestantes reclamando la salida de Al Assad, y en la occidental urbe de Homs al menos 24 personas fueron asesinadas en las protestas. Así, las concesiones del mandatario parecen insuficientes y tardías, concluyen cada vez más analistas.

"Parece cada vez menos probable que (Al Assad) logre reprimir o superar este alzamiento", dijo el experto en Siria, Joshua Landis, de la Universidad de Oklahoma. El reclamo explícito de que renuncie o sea destituido, hecho por los manifestantes, marca una nueva fase en la confrontación, señaló.

"Aunque la oposición no sea capaz de hacerse cargo del estado, puede mantener las grandes movilizaciones, se frenarán el turismo y las inversiones extranjeras, y la economía caerá..., no habría futuro para el régimen en esas condiciones", dijo a IPS Landis, cuyo blog es muy influyente entre los especialistas de Washington en Medio Oriente.

Otro estudioso de la situación siria, Bassam Haddad, de la Universidad George Mason, cree que se está llegando velozmente a un punto de quiebre que haría muy difícil para Al Assad retomar la iniciativa.

"El régimen puede revertir el proceso, pero no lo hará, y nos aproximamos a un punto de no retorno por las dimensiones de las protestas y la incapacidad del gobierno de hacer cambios reales que aminoren el auge opositor", dijo Haddad a IPS.

"Esta puede ser la semana decisiva para determinar el rumbo del alzamiento", agregó. El intento de tomar la plaza central de Homs el lunes "mostró cuán rápido crece el grado de confianza de los manifestantes".

La reacción de Washington ha sido en general cautelosa. Como en Egipto, puso un énfasis inicial en la estabilidad nacional y exhortó al gobierno a ofrecer reformas democráticas y responder sin violencia a las protestas.

Después de un incidente sangriento dos semanas atrás en Deraa, sudoeste del país, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, emitió un comunicado escrito contra la "horrenda violencia ejercida sobre manifestantes pacíficos".

Representantes de la oposición siria que se reunieron con funcionarios estadounidenses en Washington, implorando al menos un lenguaje más duro con el régimen, expresaron su decepción con la cautela de Obama.

Respaldados por "halcones" neoconservadores que hace tiempo presionan por el derrocamiento de Al Assad, estos opositores reclaman medidas de aislamiento como las adoptadas contra el líder de Libia, Muammar Gaddafi, denunciar a Al Assad ante la Corte Penal Internacional y nombrar un relator especial que investigue los presuntos crímenes de sus fuerzas de seguridad.

El Washington Post se basó en cables divulgados por Wikileaks, según los cuales el Departamento de Estado había entregado seis millones de dólares a grupos opositores sirios desde 2006, cuando las relaciones bilaterales estaban en su peor momento, y en Estados Unidos gobernaba George W. Bush (2001-2009).

Buena parte de esos fondos se habrían gastado en Barada TV, el canal satelital dirigido por sirios emigrados y presuntamente vinculados al Movimiento por la Justicia y el Desarrollo, descrito en un cable como "organización islamista moderada que evita una agenda ideológica más allá del fin del régimen de Al Assad mediante reformas democráticas".

Pese a la política de Obama de mantener vínculos con Damasco, Barada TV comenzó sus transmisiones en abril de 2009, que hace poco amplió a 24 horas diarias, si bien varias fuentes afirman que es virtualmente desconocida dentro de Siria.

En sus declaraciones este martes, Toner insistió en que el apoyo estadounidense a Barada y a grupos opositores sirios no "difiere" de los planes de "promoción de la democracia" que Estados Unidos aplica en otros países del mundo.

"Lo diferente... en esta situación es que el gobierno sirio percibe este tipo de asistencia como una amenaza a su control sobre el pueblo", indicó Toner, quien también negó que Washington esté suministrando apoyo directo al Movimiento por la Justicia y el Desarrollo.

Pero las revelaciones darán pie a acusaciones de las autoridades sirias de que los manifestantes son "incautos" trabajando para "agentes extranjeros" para promover el caos en Siria.

El gobierno y expertos independientes temen que ese caos se instale dada la creciente polarización entre el régimen y la oposición.

De hecho, la renuencia de Washington a expresarse más abiertamente contra Al Assad procede de sus dudas sobre la oposición, compartidas por sus dos más estrechos aliados en Medio Oriente, Israel y Arabia Saudita, los cuales al menos hasta ahora se adhieren a la máxima de "más vale malo conocido que bueno por conocer".

Esto, según Haddad, ha fortalecido al régimen. "Ellos saben que la posición de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita es a favor del statu quo en Siria", dijo.

Para Landis, "francamente (Washington) no tiene ni idea" de lo que debe hacer ante el endurecimiento de las demandas opositoras. "Si le dice a Al Assad que no debe usar la violencia, significa que debe permitir que los manifestantes lo derroquen porque, a esta altura, sin violencia no hay modo de parar esto".

Al analista le preocupa la reacción de la minoría islámica alauita, liderada por Al Assad y de la que proceden además los altos cargos militares y policiales, ante el alzamiento y el riesgo de que el conflicto adopte un carácter sectario-religioso.

Esta preocupación es compartida por Haddad. Hay "informes preocupantes de elementos islamistas salafistas en las últimas protestas, sobre todo en Homs", dijo. Los salafistas, que pertenecen a la rama sunita del Islam, consideran herejes a los alauitas, que constituyen 12 por ciento de la población siria.

"En Siria hay también minorías cristianas, drusas y chiitas - que suman un 15 por ciento de los habitantes - favorables al régimen alauita", según Mohammad Bazzi, un experto en Medio Oriente del estadounidense Council on Foreign Relations.

"Junto con muchos sunitas laicos, estas minorías ven el régimen de Al Assad como fuente de estabilidad y temen que su caída pueda precipitar una guerra civil", concluyó.