Quizá algún lector viva en un lugar del mundo donde las tormentas de nieve o de polvo tienen lugar a diario. Pero para la mayoría, los fenómenos meteorológicos siempre dan que hablar, como los temporales, que en muy poco tiempo pueden paralizar el transporte o dejarnos desorientados al ocultar nuestras referencias habituales.
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© Desconocido
Rosetta experimentó algo similar durante más de dos años, entre 2014 y 2016, mientras viajaba junto a 67P/Churyumov-Gerasimenko. La misión de la ESA sufrió innumerables impactos debido a los granos de polvo que arrastraban los gases evaporados del hielo superficial por el calor del Sol.

Esta imagen fue capturada hace dos años, el 21 de enero de 2016, cuando Rosetta volaba a 79 km del cometa. En ese momento, una vez pasado el perihelio del mes de agosto anterior (cuando el cometa se encontraba más cerca del Sol y más activo), la nave se iba acercando al cometa después de haber mantenido una mayor distancia por motivos de seguridad.

Como puede verse en la imagen, aunque habían pasado cinco meses, el entorno del cometa seguía siendo muy caótico y polvoriento. Los trazos revelan cómo los granos de polvo pasaban por delante de la cámara de Rosetta y eran capturados durante la exposición de 146 segundos.
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© ESA/Rosetta/MPS for OSIRIS Team MPS/UPD/LAM/IAA/SSO/INTA/UPM/DASP/IDA)
La gran presencia de polvo en el campo de visión de Rosetta constituía un constante riesgo para la navegación, ya que los sensores de la nave empleaban una función de reconocimiento de patrones de estrellas para poder orientarse respecto al Sol y a la Tierra. En ciertas ocasiones, al volar muy cerca del cometa y, por tanto, atravesar regiones más densas de gas y polvo, los sensores captaban granos de polvo en lugar de estrellas y generaban errores de orientación, llegando incluso a obligar a la nave a entrar temporalmente en modo seguro.

A pesar de los riesgos, este polvo tenía un gran interés científico: tres de los instrumentos de Rosetta estudiaron miles de granos, analizando colectivamente su composición, masa, movimiento y velocidad, y creando un perfil de su estructura en 3D. El estudio de los granos más pequeños y limpios está ayudando a los científicos a conocer la composición de los cometas.

Dos años antes de que se tomara la fotografía, el 20 de enero de 2014, Rosetta aún estaba despertándose de los 31 meses de hibernación en el espacio profundo. Llegó a su destino en agosto de 2014, tras diez años en el espacio, y tres meses después liberó su módulo de aterrizaje Philae. Rosetta llevó a cabo observaciones científicas únicas del cometa hasta llegar a su gran final el 30 de septiembre de 2016, cuando descendió sobre la superficie del cometa. Al finalizar la misión, la cámara de alta resolución OSIRIS y la cámara de navegación habían capturado más de cien mil imágenes.