(México) - "No pasa un día sin que los medios de comunicación denuncien en sus titulares las condiciones de inseguridad en que viven muchas comunidades en América Latina y el Caribe. Pero hay un asesino mayor que hasta ahora permanece casi invisible: nuestro sistema alimentario", escribió en febrero Julio Berdegué, Representante Regional de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
comida basura
Berdegué habla de una epidemia regional de obesidad en la cual México ocupa el primer lugar, compara el dato que dio el INEGI de 24,559 mexicanos que murieron por agresiones en 2016 con la estimación que realizó FAO de las personas que murieron de forma prematura a causa de la obesidad en nuestro país que llegaron a 70,201, 3 veces más. Esta catástrofe empujó a que nuestro país fuera el primero en el mundo en declarar emergencias epidemiológicas por estas enfermedades. Pero nos quedamos sólo en eso, en una declaración sin acciones. ¿Por qué?

Expresé mis dudas de realizar esta comparación entre los muertos por la violencia y los muertos por la obesidad a causa de un sistema alimentario que nos ha llevado a comer comida basura, al propio Javier Sicilia. Sentados en el suelo, afuera del Museo Memoria y Tolerancia. Sicilia fue claro: "es lo mismo, es el resultado de un Estado ominoso".

A pesar de la catástrofe, el tema de la urgencia de establecer políticas para enfrentar estas epidemias, de revertir el consumo de los productos malsanos que se han impuesto en la dieta, no está en la agenda de los candidatos a la presidencia de la República, ni tampoco en los temas que serán abordados en los debates. Para el Instituto Nacional Electoral tampoco es un tema prioritario para el debate el hecho de que vivamos una emergencia epidemiológica y que las muertes por diabetes hayan pasado de 46 mil en el año 2000 a 106 mil en el 2016 y que más de un 10 por ciento de los adultos mexicanos sufra diabetes.

Sin duda, un hecho influye en el silencio de los candidatos, en la ausencia del tema en los debates. El silencio se mantiene por el miedo de expresar la causa del problema, señalar a las poderosas fuerzas que están en su origen, a los poderes económicos que niegan sus daños y bloquean estas políticas.

El representante de FAO, que conoce bien la realidad mexicana porque aquí nació, señala que frente a la obesidad y sus consecuencias debemos, en primer lugar: "desterrar la idea de que es un problema personal". La observación concuerda con lo que ha señalado la Organización Mundial de la Salud, y todos los expertos e instituciones libres de conflicto de interés: la obesidad, cuando afecta al 70 por ciento de los adultos, como en nuestro país, no es la suma de las malas decisiones personales, es que se ha creado un ambiente que promueve la obesidad, es que falta información sobre los daños de estos productos y sus etiquetados son engañosos, es que su publicidad es invasiva como la propia disponibilidad de los mismos, es que rodean a los niños desde sus primeros años, es que no se ha garantizado acceso a alimentos saludables, es que no se han valorado nuestros productos, es que el Estado le ha entregado el territorio alimentario a la comida basura y los refrescos.

En segundo lugar, declarar lo que han hecho todos estos expertos e instituciones: "se debe abandonar la idea de que la obesidad es un problema de países pobres". El mejor ejemplo es que el país más pobre y que más incidencia de desnutrición presenta es Haití y es al mismo tiempo la nación en la que más creció la obesidad en la región entre 2005 y 2014".

En tercer lugar, centrar la atención del combate a la obesidad en lo que es su causa: "los cambios que afectaron a los sistemas alimentarios...que se dieron en la ausencia total de políticas públicas orientadas a asegurar que lo que comemos nos alimente sanamente y no nos cause daño. Esto no puede seguir igual".

La catástrofe en salud es un drama humano que afecta a los más pobres, los candidatos deben o deberían de conocer la magnitud de la epidemia de diabetes entre los más pobres, la falta de diagnóstico a tiempo, la ausencia de medicamentos, la falta de cobertura del Seguro Popular, el colapso del sistema de salud pública y, las consecuencias de la pauperización de las familias por esta enfermedad.

¿Qué proponen hacer los candidatos para revertir la tendencia actual que llevará a que uno de cada dos niños mexicanos desarrolle diabetes a lo largo de su vida? ¿qué harán para que los costos de la obesidad y sus consecuencias no absorban las finanzas públicas que pasarán de los 85 mil millones de pesos que absorbieron en 2013, para llegar al final del próximo sexenio a 272 mil millones de pesos? ¿cómo evitar que el aumento de los costos de estas enfermedades en el bolsillo de las familias, las empujen a la pauperización?

Los candidatos y sus equipos ya han recibido a los cabilderos de las grandes corporaciones de la comida y bebida basura, y no sólo eso, las mayores agencias del mundo en el manejo de fondos de inversión se han reunido con ellos. ¿Por la salud quién cabildea, quién habla? ¿quién habla por las personas que están perdiendo la vista, que han recibido una amputación, que requieren diálisis y el Seguro Popular no la cubre? ¿quién habla por todos ellos que se espantan al conocer cuánta azúcar ingerían al día a través de estos productos sin que nadie se los dijera, sin que nadie les advirtiera del daño? Están ahí, enfermos en sus casas, sin poder aportar a sus familias, requiriendo de atenciones.

Los candidatos guardan silencio sobre este asesino, el INE guarda silencio sobre este asesino.

Berdegué concluyó con una advertencia: "Debemos cambiar nuestra alimentación de forma urgente. O empezar a temer más a la obesidad que al crimen organizado".