Nadie discute la utilidad de las comunicaciones inalámbricas pero hay que informar a la población de sus posibles impactos ambientales y de salud pública. Ello no puede hacerse con correción si la Organización Mundial de la Salud (OMS) consulta para tomar sus decisiones al respecto a paneles de expertos que tienen conflictos de interés con la industria de las telecomunicaciones.
contaminación electromagnética
El blog Ciencia sin miedo publica una interesante revisión titulada Conflictos de interés en la OMS para evaluar los riesgos de los campos electromagnéticos. No es que sea algo nuevo lo de esos conflictos pero sí que tiene su relevancia que la base es un artículo publicado en el International Journal of Oncology cuyo autor, Lennart Hardell, reflexiona acerca de los conflictos de interés de varios miembros del panel de expertos de la OMS que debaten sobre los riesgos para la salud humana de las radiofrecuencias.

Se comenta en determinados ámbitos cuando tratamos sobre la posible contaminación electromagnética que emiten el Wifi o los teléfonos móviles y las propias antenas de telefonía, que la OMS no ha concluido nada al respecto.

Pero claro, es que quizá no lo haya hecho y no lo haga en décadas, debido precisamente a que hay empleados de las industrias interesadas en que no trascienda esa contaminación insertos en los paneles que estudian esos posibles efectos.

En 2011 la evaluación realizada por la IARC, el Centro Internacional para la Investigación del Cáncer llevó a la OMS a catalogar la radiofrecuencia como posible cancerígeno. Es de destacar que, según el autor, la IARC tiene su financiación propia y la OMS actúa como mero observador. Pero 2011 varios estudios epidemiológicos y de laboratorio han corroborado y fortalecido esa asociación con el cáncer aunque eso no ha motivado que haya cambios relevantes en su regulación.

La tecnología inalámbrica se ha extendido de manera obvia y seguramente nuestra sociedad, nosotros mismos, no podríamos vivir del mismo modo sin ella. Lo que se plantea es que es imprescindible informar a la sociedad sobre los posibles efectos nocivos de la misma y tomar medidas. Y es difícil desarrollar esas medidas si, como el autor de la revisión publicada en Ciencia sin miedo, José A. Martínez, indica:
"La mayoría de los países siguen usando el estándar de la International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection (ICNIRP), publicado en 1998. Es decir, no se están teniendo en cuenta las nuevas evidencias publicadas en los últimos 20 años. Ese estándar sólo considera como efectos nocivos los efectos térmicos (por calentamiento) y ello hace que los niveles de referencia sean muy altos y discordantes con los que sugieren que también existen efectos no térmicos".
repacholi
El autor del trabajo que reseñamos señala la figura clave de Michael Repacholi, un investigador que a comienzos de los 90 comenzó a alertar sobre los riesgos de exposición a radiofrecuencia y que sugirió a la OMS en 1996 que empezara un proyecto para su estudio en profundidad. Repacholi fue el primer director de la ICNIRP en 1992.

Rápidamente la OMS aceptó la sugerencia del profesional y desde 1996 hasta 2006 fue el propio Repacholi el responsable del departamento de radiación electromagnética del proyecto. Así, Repacholi combinaba sus dos cargos, en la OMS y en la ICNIRP (aquí como "emérito").

Sin embargo, Repacholi comenzó a meter a la industria de las telecomunicaciones por medio, pidiendo financiación para sus proyectos y actuaba casi como un representante de los intereses del sector. Así, cuando dejó su cargo en la OMS en 2006, esta persona apareció en varios vídeos de propaganda de organizaciones de empresas de telecomunicaciones.

Repacholi reclutó a Emilie van Deventer para el proyecto de la OMS, quien había sido miembro del Institue of Electrical and Electronics Engineers (IEEE), la organización más poderosa de ingenieros y cuyos miembros tienen vínculos con la industria.

Hardell destaca que cuatro de los seis miembros que forman el grupo central de expertos de la OMS pertenecen a la ICNIRP y otro es antiguo miembro. Ser un miembro de la ICNIRP supone ya inmediatamente tener un conflicto de interés porque esa organización está vinculada a la industria de las telecomunicaciones y también a la militar. En la tabla se identifican esos seis miembros, junto con otros cargos en diferentes instituciones.

Esta situación ha sido denunciada por variar organizaciones y se han enviado diferentes peticiones a la OMS para que forme un panel realmente independiente, pero ninguno de esos llamamientos ha sido efectivo. Desde la OMS se defienden argumentando que la ICNIRP es una institución que colabora con ellos y, por tanto, en esa relación oficial no puede haber conflictos de interés, vaya que no tienen intención de cambiar. Pero es que la ICNIRP lleva dos décadas obviando la evidencia científica.

Leeros todo el post de Ciencia sin miedo que aunque casi lo he comentado entero merece la pena.