No hay guerra justa, pero ninguna fue tan cruel y mezquina como la que unió a Argentina, Uruguay y Brasil contra Paraguay en 1865.

Batalla de Campo Grande
© Wikipedia / Pintor: Pedro AméricoBatalla de Campo Grande
Se trató de la Guerra de la Triple Alianza (también conocida como Guerra de Paraguay), un movimiento armado que unió a Argentina, Uruguay y Brasil contra Paraguay, entonces una nación joven que eligió un camino distinto al de las demás naciones del Cono Sur, esto gracias al desarrollo de una portentosa industria nacional que sostenía al país y promovía las exportaciones, basadas en la producción de bienes primarios como el tabaco, la yerba mate y la madera.

El modelo que decidió seguir Paraguay en solitario no sólo lo convertía en un país independiente económicamente y libre de deudas: a ojos del Imperio Británico y los intereses que mantenía en esta región del mundo, el Paraguay era un peligroso ejemplo que podían seguir las demás naciones latinoamericanas en busca de su emancipación del colonialismo de ultramar, una vía alternativa al esquema de latifundios, terratenientes y explotación que, en su lugar, prometía educación, autonomía y desarrollo para alcanzar la libertad.

A pesar de las distintas interpretaciones que hacen apología sobre los beligerantes aliados, el casus belli real fue el rechazo paraguayo a los sistemas híbridos del capitalismo en América Latina, los cuales alternaban entre encomiendas con manos de trabajo esclavo e indígena, grandes haciendas productoras y una inversión extranjera que se hacía cargo de explotar los recursos naturales de cada país, polarizando el ingreso y aumentando aun más la brecha en la distribución de la riqueza.

La ofensiva promovida por los grupos de poder que representaban al Imperio Británico en la Triple Alianza avanzó sin piedad sobre territorio paraguayo. Batalla tras batalla, el ejército y buena parte de la población civil de Paraguay fueron exterminados sin piedad.

Guerra Triple Alianza
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La batalla de Acosta Ñú: masacre de niños paraguayos

Para el 16 de agosto de 1869, después de 4 largos años de hostilidades, el ejército comandado por el mariscal Francisco Solano López estaba liquidado. Las despiadadas ofensivas de la Triple Alianza habían llevado al límite del exterminio a la población masculina del país: más del 70% de los hombres mayores de edad habían perecido desde el inicio del conflicto (tal número habría de aumentar a cerca del 90 % al final de la guerra), consolidando una catástrofe humanitaria y demográfica sin precedentes.

Guerra Triple Alianza
© WikipediaPrisioneros paraguayos durante la ocupación aliada de Asunción en 1869.
El escenario del siguiente enfrentamiento tendría lugar a orillas del arroyo Yukyry, al oeste de Asunción, que caía a manos de los aliados. Más de 20 mil hombres integraban las fuerzas de la Triple Alianza, mientras que la mermada resistencia paraguaya se componía de poco menos de 4 mil niños y un regimiento de 500 veteranos.

La mesa estaba puesta para una masacre. Los paraguayos sabían que no había opción: lo habían confirmado una y otra vez en distintos frentes en la Campaña de las Cordilleras: las tropas brasileñas, obstinadas en llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias, avanzaron por Ybytymí y Piribebuy, donde hicieron arder hospitales llenos, violaron a miles de mujeres y degollaron a cientos de prisioneros y heridos por igual.
«Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia».
No había diplomacia, ni siquiera protocolos de guerra, sólo un profundo desprecio por la vida y un odio fundado en intereses ajenos que habría de recrudecer en el pueblo de Acosta Ñú. A pesar de que por un instante hubo espacio para la épica, la valentía y el heroísmo que guiaron a los infantes a medirse con un ejército profesional y plenamente operativo, al final se impuso la cruda lógica del más fuerte, del color de la sangre y del olor a muerte que inundaron los campos y ríos de Paraguay frente a una campaña despiadada que se colgó como objetivo destruir a su similar.
«El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,"después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer a los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando y quemados a los niños y sus madres." Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer"».

-Julio José Chiavenato
Una vez que terminó la desigual batalla, el conde D'Eu a cargo de las tropas brasileñas dio la orden de prender fuego al campo de batalla. Los cadáveres de miles de niños y ancianos se calcinaron en cuestión de horas, mientras otros tantos heridos ardieron en carne viva hasta morir consumidos por el incendio. Algunas madres se unieron desesperadamente a la batalla y otras murieron calcinadas recogiendo los cadáveres de sus hijos. La masacre estaba consumada, uno de los episodios más negros en la historia de América Latina, motivado por intereses británicos pero ejecutado por propios latinoamericanos.

Desde entonces, el 16 de agosto es la fecha oficial en que se conmemora el Día del Niño en Paraguay, en honor a las víctimas infantiles que perecieron ante el ataque de la Triple Alianza en Acosta Ñú.

El resultado de la guerra fue caótico: los 300 mil kilómetros de territorio perdidos a manos de Brasil fueron la consecuencia menos catastrófica para el país guaraní. La desaparición de la industria nacional, del proyecto de desarrollo y de los ideales de libertad a sangre y fuego a costa de más del 50 % de su población son heridas que aún no cierran por completo en la sociedad paraguaya.