En la literatura sobre la evolución humana pueden encontrase debates interminables sobre el momento en el que sucedió algún hecho trascendental, como la colonización de un determinado continente. De cuando en cuando se publican datos sobre yacimientos que parecen romper barreras temporales. Pero las evidencias no siempre son demoledoras y surgen las dudas.

Širenje homo sapiensa iz Afrike rezultiralo je mutacijom kod migranata
Por ejemplo, el 20 de julio de este mismo año, el investigador Chris Clarkson (Universidad de Queensland, Australia) lideró una publicación en la revista Nature en la que abogaba por una colonización del continente australiano hace entre 60.000 y 65.000 años. Para ello, Clarkson y sus colegas analizaron el registro arqueológico del yacimiento de Madjedbebe, en el norte de Australia.

Ese dato no resulta extraño en el marco teórico de una expansión de nuestra especie fuera de África hace unos 120.000 años, a través del estrecho de Bab el-Mandeb. Varios yacimientos en la península de Arabia y en sur de China podrían dar credibilidad a esa teoría. Algunos de los yacimientos cuyos hallazgos abogan por una expansión temprana de Homo sapiens fuera de África han sido criticados por determinados colegas. A pesar de ello, la teoría se mantiene en la arena, buscando argumentos a su favor y, sobre todo, yacimientos con evidencias incontestables.

Estoy convencido de que llegarán más artículos en los próximos meses relacionados con este enésimo debate sobre las fechas de colonización de un determinado continente por una cierta especie. Estaremos atentos, en particular porque esta cuestión interesa a Homo sapiens. Pero quería dedicar esta reflexión a uno de los argumentos esgrimidos por O´Connell y sus colegas para "tumbar" la teoría de la expansión temprana de nuestra especie hace unos 120.000 años.

Ya sabemos que el genoma de las poblaciones de Eurasia y las Américas contiene señales de nuestra hibridación con los neandertales y los denisovanos. Cuando los genetistas llevaron a cabo sus estimaciones sobre el momento en el que sucedieron estos encuentros en base al reloj molecular que ofrece el estudio de ADN de las mitocondrias y del cromosoma Y, sus resultados señalan a la franja temporal de 60.000-50.000 años. Es decir, no podríamos haber salido de África antes de esa fecha.

Sin embargo, no es menos cierto que el reloj molecular puede cambiar la hora en función de las estimaciones sobre las tasas de mutación. Un mínimo cambio en esas tasas puede modificar los resultados de manera dramática. Tenemos ejemplos muy claros en la divergencia de las genealogías de chimpancés y humanos o en la divergencia entre las genealogías de Homo neanderthalensis y Homo sapiens. Es por ello que hemos de dar tiempo al tiempo y esperar bien una confirmación de los datos, bien posibles cambios en la estimación de ese momento tan interesante para nuestra especie.

Por otro lado, los genetistas tampoco están encontrando, por el momento, rastros del posible mestizaje de Homo sapiens con otros humanos. Este sería otro argumento a favor de una expansión reciente de Homo sapiens. De haber salido de África hace 120.000 años y viajar por el sur de Eurasia nos habríamos encontrado con poblaciones de Homo erectus y podríamos haber hibridado con ellas. ¿Quizá ya no era posible mezclarse con las poblaciones de esta especie tan antigua?, ¿o tal vez los pioneros de nuestra estirpe evitaron hibridar con esas poblaciones? Son solo algunos de los muchos interrogantes que podemos plantear. Abramos la mente y dejemos que los genetistas prosigan con su estudio del ADN de los fósiles, porque todavía queda mucho camino por recorrer en este ámbito de la ciencia. Estoy convencido de que nos seguiremos llevando muchas sorpresas, porque el edificio de la evolución humana sigue en construcción.