La privación de sueño se ha convertido en un fenómeno epidémico a escala planetaria. Y en el marco de una investigación realizada en Estados Unidos, se demostró que la población adulta que duerme seis horas o menos creció un 31% durante el período comprendido entre 1985 y 2012.

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En una entrevista concedida al periódico británico The Guardian, Matthew Walker, director del Centro para la Ciencia del Sueño Humano de la Universidad de California en Berkeley, destacó que la privación del sueño está propagada en la sociedad moderna e incide en todos los aspectos de nuestra biología. Entre las consecuencias de esto, el investigador hizo referencia a afecciones tales como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, el mal de Alzheimer y el cáncer.

Y otra importante consecuencia ahora ha quedado demostrada en el marco de un estudio con modelos animales a cargo de la investigadora Laís Fernanda Berro y otros colegas. Se trata de la potenciación que ejerce la privación de sueño en lo que hace a los efectos de la anfetamina, al favorecer el desarrollo de patrones conductuales relacionados con la adicción. Un artículo al respecto salió publicado en la revista Neuroscience Letters.
"El sueño se ha convertido en moneda de cambio en la sociedad contemporánea. Dejamos de dormir para hacer muchas otras cosas: trabajo, diversión, participación en las redes sociales, etc. Y la asociación de la privación de sueño con el uso de drogas psicoestimulantes tales como la anfetamina, la cocaína y otras se ha vuelto muy frecuente, no sólo en fiestas y raves sino también entre personas que deben trabajar por turnos, en guardias de hospitales, entre los camioneros y otras. Nuestro estudio demostró que la privación del sueño exacerba el efecto de la droga y contribuye para la consolidación del cuadro adictivo", declaró Berro.
La investigadora, doctora en el área de Medicina y Biología del Sueño por la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo (EPM-Unifesp), en Brasil, está concluyendo actualmente un posdoctorado en el Centro Médico de la University of Mississippi.

"En los estudios reportados en la literatura se afirma que son necesarias cuatro sesiones para condicionar a los animales al uso de anfetaminas. Nuestra investigación demostró que cuando existe una privación de sueño, basta con dos sesiones", dijo. En el estudio se empleó un método que permite investigar la llamada "preferencia condicionada por lugar".

"Utilizamos un dispositivo compuesto por dos compartimentos: uno con paredes blancas y piso negro, y otro con paredes negras y piso metálico. Administramos una droga de abuso -en este caso, anfetamina- en uno de esos ambientes. Al día siguiente pusimos al animal sin administración de droga en el otro ambiente. Así creamos un lugar conectado con los efectos de la droga y un lugar neutro. Al cabo de algunas sesiones, el animal condicionado tiende a elegir el ambiente conectado aun cuando no se le administre ninguna droga", dijo Berro.

El objetivo del estudio consistió en verificar si la privación de sueño podría llevar al condicionamiento con una cantidad menor de sesiones que las cuatro descritas en la literatura. Y fue eso lo que sucedió efectivamente.

En total se utilizaron 25 ratas: 13 con privación de sueño y 12 en el grupo de control. Luego de dos sesiones de anfetamina, ningún animal del grupo de control desarrolló condicionamiento. Pero todos los animales privados del sueño lo desarrollaron. "Esto confirmó nuestra hipótesis de que la privación de sueño de hecho potencia los efectos de la anfetamina y contribuye al afianzamiento de la drogadicción", dijo Berro.
"Por supuesto que siempre resulta problemático transponer los resultados obtenidos con modelos animales a humanos; pero para eso realizamos experimentos con modelos animales, al fin y al cabo. En este caso, nuestro experimento nos permite afirmar que si una persona se priva del sueño y usa anfetamina, experimentará una mayor propensión a desarrollar el condicionamiento entre los efectos de la droga y las 'pistas ambientales', es decir, las características del ambiente", dijo.
La asociación entre los efectos de la droga y el ambiente es algo sumamente importante en la vida de los drogadictos, a punto tal que el condicionamiento por las pistas ambientales constituye uno de los mayores retos del tratamiento.
"Aun cuando los drogadictos deciden que quieren dejar la droga y tienen los recursos y la fuerza de voluntad suficientes como para pasar tres meses en una clínica de rehabilitación limpiándose el sistema, resulta sumamente difícil que al cabo de todo ese tiempo puedan regresar al ambiente en donde solían hacer uso de la droga sin experimentar recaídas. Cuando esas personas vuelven, las pistas ambientales asociadas a los efectos de la droga -que pueden abarcar desde la escucha de una simple música hasta el contacto con un compañero- son suficientes como para que se acuerden de los efectos de la droga y sientan el impulso a consumirla nuevamente", dijo Berro.
Esta asociación entre el ambiente y la droga es multifactorial. Pero posee una fuerte base bioquímica. "Existe una región claramente determinada del cerebro, el núcleo accumbens, en la cual la utilización de drogas de abuso provoca un aumento de los niveles de dopamina. Todos los mamíferos poseen esta estructura cerebral. Y el aumento de los niveles de dopamina en esta estructura se encuentra asociado a la formación de memorias importantes para la supervivencia", dijo Berro.

"La alimentación, las relaciones sexuales, las experiencias de lucha o de huida: todo esto desencadena un aumento de la dopamina y crea memorias destinadas a perpetuar la vida del individuo y la existencia de la especie. Las drogas de abuso también provocan este aumento. Y es éste el que suministra el sustrato bioquímico para la asociación entre los efectos de recompensa de la droga y las pistas ambientales. Una vez condicionada, basta con que la persona entre en contacto con el ambiente para que experimente un aumento de dopamina en el núcleo accumbens que la lleva a recordar los efectos de la droga y a querer la droga", explicó.

El núcleo accumbens se ubica en el interior del sistema mesolímbico. Se trata de un área antigua y primitiva del cerebro. Desde tiempos inmemoriales, los humanos hacen uso de drogas que aumentan la liberación de dopamina en dicha zona. Lo propio sucede con los animales. Por eso la drogadicción es tan pertinaz. La corteza prefrontal, en donde existen estructuras asociadas con la razón y la discriminación, es mucho más reciente. Su poder normativo es débil comparado con las pulsiones ancladas en el sistema límbico.
"El principal mecanismo a través del cual la privación de sueño potencia el efecto de las drogas de abuso parece estar relacionado también con la vía dopaminérgica measolímbica, de la cual forma parte el núcleo accumbens. Estudios muestran que la privación de sueño en ratas deriva en un aumento de los niveles de dopamina en el posencéfalo basal, un área relacionada con el sueño. Aún no existen evidencias del aumento de dopamina en el núcleo accumbens, pero estudios conductuales sugieren fuertemente esto. La privación de sueño hace que los animales exhiban comportamientos que mimetizan o potencian aquéllos causados por psicoestimulantes", dijo la investigadora.
"Asimismo, se sabe que tanto en roedores como en humanos la privación de sueño altera la disponibilidad de receptores dopaminérgicos en el cuerpo estriado. Y en humanos también ha quedado demostrado que la privación de sueño amplifica la reactivada del sistema mesolímbico a los estímulos placenteros. Esto puede constituir una base bioquímica que favorece la adicción referente a drogas de abuso", dijo.

Fuente: AGENCIA FAPESP/DICYT