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El hombre se relaciona mediante un contacto estrecho y permanente con los demás seres humanos y con todo el mundo exterior.

La piel es, aparentemente, el principal órgano encargado de esta función de relación del ser humano con el mundo. Pero analizando en profundidad todas las zonas del cuerpo donde se produce un contacto con el medio exterior, destaca el tubo digestivo como el lugar con mayor superficie de contacto. El tubo digestivo tiene múltiples pliegues y vellosidades con la principal función de aumentar el área de contacto con los nutrientes para conseguir su asimilación. Si se consiguiera extender toda su superficie, deshaciendo cada uno de los pliegues que dispone, obtendríamos un área similar a la de un campo de fútbol.

Toda frontera con el medio exterior debe constituir una primera línea de defensa. Es por ello que la piel y las mucosas en conjunto se denominan barreras corporales.

Y todas las barreras corporales disponen de una destacada función inmunitaria, reconociendo las sustancias con las que el cuerpo entra en contacto y debiendo reaccionar de una forma concreta y adecuada.

Las barreras corporales constituyen una triple capa de defensas: las propias células del tejido, la mucosidad y los productos secretados por dichas células y más externamente y en íntimo contacto con el medio externo, una abundante cantidad de microorganismos que conforman la flora de las mucosas.

La flora intestinal cobra una importancia relevante debido a la magnitud como barrera corporal del tubo digestivo ya que es la auténtica primera capa de protección frente a la entrada de patógenos del medio externo.

Esta flora está formada por multitud de especies de microorganismos que encontramos en toda la longitud del tubo digestivo. El número de microorganismos que dispone nuestra flora se calcula en 10 veces superior al número de células del que dispone el cuerpo humano. No todas las especies de microorganismos cumplen funciones beneficiosas para el organismo. Las especies "no-beneficiosas" deben mantenerse en permanente equilibrio, controladas, en el recambio continuo a que la flora está sometida. Debemos recordar que gran parte del volumen de materia que eliminamos en las heces son microorganismos que han dejado de cumplir sus funciones, siendo reemplazados por nuevos microorganismo formados.

La flora intestinal dispone de múltiples funciones destacando:
- la actividad metabólica- en la producción de sustancias imprescindibles para el organismo (aminoácidos, vitaminas,...) y en la degradación de muchas otras.

- la protección de la capa de células del propio tracto intestinal.

- la regulación del sistema inmunitario.
Cuando existe una alteración en el equilibrio de la flora, tanto en la distribución de las especies que la conforman como en su proporción o cantidad, hablamos de problemas de disbiosis.

Son variadas las posibles causas de una disbiosis intestinal. En general advertiremos del desequilibrio que provocan el uso de antibióticos (tanto como medicamentos como los utilizados en algunos productos de alimentación) y el tipo de dieta que se aleja de nuestra reconocida dieta mediterránea (especialmente preocupante es el elevado consumo de hidratos de carbono refinados como pasta, pan y bollería).

Los principales síntomas y signos que comportan una disbiosis afectan a las funciones digestivas e inmunitarias.

De todos ellos destacamos: estreñimiento, sensación de hinchazón, flatulencias, diarreas, alergias, intolerancias a ciertos alimentos, picores, trastornos del estado anímico, cansancio,...

El re-encuentro con unos correctos hábitos nutricionales y la realización de una dieta saludable debe permitir reequilibrar nuestra flora en las distintas mucosas corporales. Respecto a la dieta, debemos recordar la importancia de consumir pescado azul, alimentos ricos en azufre (ajo, cebolla y puerros), frutas y verduras, y evitar alimentos con una alta carga de azúcares (principalmente los hidratos de carbono refinados).

Para favorecer este reequilibrio existen en el mercado multitud de complementos que directamente contienen estos microorganismos beneficiosos, incluso en formato de alimentos preparados (como yogures,...).

Debemos ser cautos al valorar el uso de este tipo de alimentos. Se nos informa y publicita de todo aquello que, de forma individual, dispone de un efecto beneficioso pero sin advertir sobre efectos perjudiciales de los demás constituyentes.

Los fermentos lácteos, aunque aportan dichos microorganismos, favorecen en gran medida la reproducción de especies no beneficiosas.

En numerosas ocasiones un efecto perjudicial queda enmascarado por la incorporación de un nutriente o sustancia beneficioso. Y tal como ocurrió con el tabaco "light" (que más tarde se prohibió esta denominación), no dejaba de ser perjudicial por muy light que fuera.

Los suplementos dietéticos con probióticos no disponen de contraindicaciones y pueden ser tomados a cualquier edad para aprovechar sus beneficiosas propiedades.

Están especialmente indicados en trastornos del aparato gastrointestinal (estreñimiento, gastroenteritis, diarreas,...) y en trastornos de la función inmunitaria como infecciones repetitivas (otitis, infecciones de orina,...), alergias e intolerancias alimentarias.

También son de gran utilidad frente a la fatiga física post-medicación (como tras tratamiento antibiótico) y en situaciones de bajo estado anímico.

Se muestra eficaz en tratamientos de sobrepeso por la regulación de la absorción de diferentes nutrientes (como grasas) y en el control del colesterol.