Ya sabrán, a estas alturas, que los capitostes reunidos en Glasgow han acordado hasta la centésima de grado la temperatura media ideal del planeta y los medios para que no la sobrepase. En la localidad escocesa están reunidos, por vigésimo sexta vez, los príncipes de este mundo en ese cambalache entre religioso y económico que es la Cumbre Climática, para decirnos, entre otras cosas que la plebe planetaria va a tener que vivir mucho peor porque ellos se han propuesto que el termostato mundial no suba más de un grado y medio.
Asamblea General de la ONU.
© Europa PressAsamblea General de la ONU.
Pero buena parte de toda el porno climático con el que nos asaltan de todas partes, con esas islas Maldivas que van a desaparecer en el océano como se suponía que deberían haber hecho ya para el 2000, tiene mucho de ruido y furia para ocultar un sucio secreto de los calentólogos, a saber: la Tierra lleva quince años sin calentarse siquiera un poquito.

Una menudencia, ya sé, pero de esas que pueden arruinarles toda la diversión. Y es que se ha publicado que la ONU y sus cómplices han presionado a científicos que elaboran el estudio más autorizado sobre el Cambio Climático para que oculten que la temperatura media del planeta no ha variado en quince años que, como pausa, no está mal.

Un informe de Naciones Unidas, compilado por centenares de científicos, revela que líderes políticos de Bélgica, Alemania, Hungría y Estados Unidos han revelado sus objeciones a la redacción final. Su publicación está prevista para esta semana y se prevé que dé razón de un curioso dato: que 1998 fue el año más caluroso desde que existen registros -el que desató el pánico climático- y que desde entonces ningún año ha alcanzado las mismas temperaturas. Algo que los investigadores tendrán que explicar de alguna manera para justificar los cambios radicales que se quieren imponer a toda la humanidad.

El informe es el resultado de seis años de trabajos por parte del famoso/infame Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que es quien elabora las recomendaciones que luego incorporan en sus leyes todos los países de Occidente. Y, claro, como al personal suele no gustarle que le digan que va a vivir mucho peor que hasta ahora «por el bien del planeta», los responsables han considerado conveniente echar tierra encima de esa «verdad incómoda», por parafrasear al profeta Al Gore, ya que solo serviría para dar argumentos a los 'negacionistas'. Así que, por ejemplo, los políticos alemanes han pedido que se eliminen las referencias a esa curiosa pausa en el 'imparable' proceso, alegando que resultaría 'engañoso' y que mejor habría que centrarse en décadas o aún siglos.

No es que vaya a cambiar mucho. La propaganda calentóloga se enfrenta a un público crecientemente escéptico y suspicaz, que ve cómo todo el tinglado parece diseñado milimétricamente para crear un sistema en el que «no tendrán nada, pero serán felices». La distancia insalvable entre lo que dicen los profetas y la vida que hacen es el mejor antídoto contra esa incesante propaganda. Por ejemplo, dos de esos mismos gurús no electos que mueven todo el cotarro, el omnipresente Bill Gates y el no menos imprescindible Jeff Bezos, el de Amazon, aprovechan para dar una fiesta por todo lo alto en un ejercicio de hipocresía que pasará a los anales.

Resulta que este viernes pasado cumplía Gates 66 años, así que decidió dar una fiesta en Turquía con su amigo Bezos. Nada, una cosita íntima, solo cincuenta invitados, que el chico de Microsoft y nuevo apóstol de la vacunación universal transportó desde su yate Lana (alquilado a razón de dos millones de dólares por semana) al club Sea Me Beach de Fethiye en helicóptero. No sé qué tendrá el club para abandonar el Lana, que cuenta con jacuzzi, gimnasio, una magnífica piscina y lo que a ustedes se les ocurra. Acabada la fiesta de cuatro horas, el helicóptero devolvió a Bezos a su propio yate Flying Fox, fondeado en Gokova.