Los grises del verano europeo se apoderaron del ambiente financiero en los últimos días, colocaron a la economía mundial al borde del colapso y apenas ofrecen un bote salvavidas todavía frágil.

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© DesconocidoFausto Triana
Francia, Alemania, Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) con Jean Claude Trichet a la cabeza, se apropiaron del espinoso liderazgo para intentar calmar a los mercados bursátiles y alejar otro peligro de recesión.

Sin embargo, los economistas no están convencidos de las proyecciones actuales y temen que sirvan apenas de paliativos a lo que tuvo su origen en una crisis sistémica del capitalismo, incapaz hasta ahora de reformarse profundamente.

Este último enunciado es del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien en su afán de conquistar el protagonismo internacional fue uno de los promotores del Grupo de los 20 (G20), un nuevo diseño de concertación en el orbe.

En la actualidad Sarkozy encabeza el G20 y el Grupo de los Ocho (G8) y se vio obligado a interrumpir sus vacaciones tras el "jueves negro" bursátil y la debacle en curso viernes, sábado y en menor medida ayer domingo.

El jefe de Estado francés reactivó el mecanismo de consultas indispensables con la principal locomotora de la economía europea, Alemania, y su Canciller Federal, Angela Merkel. Ambos pidieron una rápida aplicación de las medidas anunciadas por Italia y España.

De acuerdo con analistas galos, los contactos telefónicos entre Sarkozy, Merkel, el mandatario norteamericano Barack Obama, Trichet, y el secretario del Tesoro de Washington, Timothy Geithner se sucedieron con celeridad el fin de semana.

Por supuesto que París y Berlín intercambiaron sobre todo con José Luis Rodríguez Zapatero (jefe del Gobierno español), y con el Silvio Berlusconi (primer ministro italiano) para que se adoptaran las acciones, dijo el diario francés Les Echos.

Pero Frederick Renoir, un experto en las bolsas y la economía europea, reveló que el foco de las negociaciones se concentró en Berlusconi e Italia, para arrancar un "doloroso compromiso" de recetas que ponen contra las cuerdas al gobernante.

Aunque a la luz pública estas iniciativas, sumadas a la actitud más constructiva del BCE, alejaron el peligro de un "lunes negro" en los mercados, detrás del telón fue Roma el máximo perdedor de esta historia, afirmó Renoir.

Sin ambages y presionando al máximo con el respaldo tácito de la Casa Blanca -a su vez sacudida por las cuitas alrededor de la deuda estadounidense-, Sarkozy y Merkel subrayaron su apego a la aplicación del plan adoptado en Bruselas el 21 de julio.

Luego, en la declaración conjunta emitida por el Palacio del Elíseo, recalcaron los pasos a dar por Italia y España y el fortalecimiento de las posibilidades de ayuda a los países frágiles a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). El BCE dijo que va a aplicar activamente su programa de compra de bonos para luchar con la crisis de la deuda de la zona euro, al indicar que se concentrará en España e Italia como prevención de un contagio de los mercados financieros.

Esperamos que los parlamentarios de los respectivos países concernidos autoricen la aplicación de las medidas antes de fines de septiembre, recordó un vocero del Elíseo citando a Sarkozy y Merkel.