Acurrucado en el sofá, observas a tu perro dormitando cerca. ¿Sueña con el cuenco de galletas que se ha zampado? ¿O está imaginando la gran odisea de sus antepasados, que recorrían en manada las vastas estepas durante la última Edad de Hielo en busca de renos?
La historia de los lazos ancestrales entre el perro y el lobo es una de las sagas evolutivas más apasionantes de la historia de la humanidad. No sólo nos invita a examinar nuestra relación con la naturaleza, sino que también nos devuelve a la cuestión de quiénes somos como humanos.
Los últimos avances en genética empiezan a aportar detalles clave que pueden ayudarnos a trazar la historia interconectada de nuestras leales mascotas y los orgullosos depredadores caninos que han ido repoblando poco a poco el interior de nuestros países.
La ciencia investiga el parentesco lobo-perro
La cronología de la domesticación del lobo prehistórico es sin duda uno de los temas más debatidos de la ciencia evolutiva. La paleontología aporta algunos elementos importantes a este debate, pero sigue siendo difícil identificar los análisis osteomorfológicos (es decir, el estudio del tamaño y la morfología de los huesos) que nos permitirían diferenciar las especies de protoperros.
Desde la teoría de la evolución de Charles Darwin, sabemos que en los animales sometidos a un proceso de domesticación se observan una serie de cambios fenotípicos (es decir, características físicas observables), y que los rasgos conservados suelen favorecer a los miembros más dóciles de una especie. A lo largo de los milenios, los caninos domésticos han desarrollado hocicos más cortos y dientes más pequeños, así como un esqueleto apendicular más pequeño (en referencia a los huesos de sus patas delanteras y traseras).
Sin embargo, la naturaleza doméstica del perro no puede probarse por la aparición aislada de un rasgo en un ejemplar. En su lugar, o bien hay que observar una serie de variables significativas en un individuo, o bien un rasgo novedoso debe observarse repetidamente en una población o en un contexto determinado. El problema es que es muy difícil encontrar esqueletos completos de caninos paleolíticos.
El campo de la arqueología complementa este enfoque recopilando información sobre las primeras interacciones entre humanos y cánidos. Estos datos apuntan a la existencia de un vínculo especial entre estos dos tipos de grandes depredadores que pudo empezar a surgir en el Paleolítico Superior, el periodo que abarca a grandes rasgos desde hace 50.000 a 12.000 años. Se ha observado, por ejemplo, que los caninos se utilizaban para ayudar a fabricar joyas; también están presentes en el arte rupestre. Una vez más, el significado real de estas pistas sigue sin estar claro.
¿Son los lobos los antepasados de los perros?
Gracias a los grandes avances de la genética en los últimos años, muchos estudios de ADN antiguo pueden ayudar a paleontólogos y arqueólogos a rastrear los misteriosos orígenes del "primer perro". Se han tomado muestras de caninos antiguos y modernos de todos los continentes, lo que permite a los científicos analizar la diversidad de su acervo genético. El método también tiene la ventaja de basarse únicamente en fragmentos óseos, en lugar de esqueletos enteros y totalmente conservados.
Aunque la mayoría de estas investigaciones se centran en el ADN mitocondrial (es decir, el ADN heredado únicamente de la línea materna, pero que es menos propenso a la degradación), un puñado de estudios también analizan el genoma completo (es decir, los cromosomas heredados de las líneas materna y paterna, pero que se conservan mucho peor durante la fosilización).
Estos resultados ayudan a esbozar la historia filogenética general de los cánidos. Como era de esperar, estos análisis revelan una historia demográfica y filogenética muy compleja del lobo gris a lo largo de los siglos. En concreto, indican que las poblaciones lupinas del Paleolítico (hace unos 3,3 millones de años hasta hace 11.700 años) fueron capaces de adaptarse a una geografía cambiante provocada por sucesivos acontecimientos glaciares en Eurasia, así como por la presencia humana.
Actualmente se calcula que la separación de la población en varias líneas distintas de lobos euroasiáticos modernos se produjo hace aproximadamente entre 40.000 y 20.000 años. Esto significaría que la población paleolítica de lobos podría haberse fragmentado profundamente durante este periodo, que, por cierto, coincide con el Último Máximo Glacial (también conocido como el "pico" de la Edad de Hielo).
Este periodo es aún más interesante si tenemos en cuenta que coincide con el periodo de migración del Homo sapiens desde Oriente y la colonización de Europa occidental, así como con un fuerte aumento de la competencia entre grandes depredadores.
Y lo que es aún más intrigante, varios estudios coinciden en afirmar que todos los lobos euroasiáticos modernos descienden de una única y pequeña población antigua, que se cree quedó aislada en Beringia (noreste de Siberia) durante el Último Máximo Glacial, hace unos 20.000 años, sobre todo para huir de las grandes inestabilidades climáticas que afectaban al resto de Eurasia.
Pero la trama se complica cuando nos planteamos la cuestión de cómo aparecieron los perros domésticos. Gracias a un estudio de las secuencias genómicas completas de perros primitivos de Asia y África, combinado con una colección de muestras de diecinueve razas caninas diversas de todo el planeta, los investigadores han conseguido determinar que los perros de Asia Oriental son significativamente más diversos genéticamente que los demás. Este modelo podría indicar que los perros aparecieron por primera vez en esta región tras una divergencia entre el lobo gris y el perro doméstico hace unos 33.000 años. Pero un estudio de 2013 afirma que Europa fue un lugar de domesticación más probable y que el proceso de domesticación se produjo en algún momento entre hace 32.000 y 19.000 años.
Un tercer estudio concilia estas dos teorías, afirmando que el lobo se domesticó de forma independiente tanto en Asia oriental como en Europa antes de que los perros asiáticos primitivos viajaran a occidente, encontraran allí a las poblaciones humanas y sustituyeran a la población canina autóctona, hace entre 14.000 y 6.400 años.
Comentario: con la llegada de la agricultura, las poblaciones humanas fueron sustituidas por los recién llegados, ¿por qué no lo mismo con sus perros?
Independientemente de la hipótesis elegida, podemos deducir con seguridad que cuando empezaron a aparecer los primeros asentamientos y los primeros métodos relativos a la agricultura, hace unos 11.000 años, el perro ya tenía al menos cinco líneas evolutivas distintas. Esto nos indica que las sociedades humanas habían provocado profundos cambios en las poblaciones caninas antes del final del Paleolítico.
Además, lejos de compartimentarse, la coevolución entre cánidos nunca ha cesado. A día de hoy, el lobo sigue hibridándose con otros cánidos, como el perro y el coyote (Canis latrans). También se ha cruzado con este último.
En conclusión, aunque sigue habiendo interrogantes sobre el origen geográfico del perro doméstico y las circunstancias y cronología de su domesticación, los avances en el estudio del ADN antiguo nos permiten ahora desentrañar los vínculos que unen a los cánidos del pasado y del presente.
Así pues, en respuesta a la pregunta "¿descienden los perros de los lobos?", podemos afirmar que sí, pero la genética nos da ahora las herramientas para aclarar de cuáles. Los perros modernos, independientemente de su variedad, proceden todos de una línea ya extinta de lobos prehistóricos que sólo están vinculados de forma muy lejana a los lobos modernos.
Comentario: véase también: