En Madrid, una de las dos manifestaciones reclamó la dimisión de la ministra de Igualdad Irene Montero.
irene montero
El 8 de marzo, convertido desde 1977 por la ONU en el "Día Internacional de la Mujer", eliminando el término de "Trabajadora" para borrar el contenido de clase que originalmente tuvo la reivindicación de esta fecha, había aglutinado desde hace años a la mayor parte de las reivindicaciones y de los colectivos feministas, pese a las importantes diferencias que siempre han existido en el seno de este movimiento socio-político, heterogéneo y multiclasista.

Sin embargo, el auge del un nuevo feminismo ligado a la ideología queer ha terminado por provocar un cisma, aparentemente insalvable, entre quienes se han adscrito a esta corriente de corte postmoderno y las feministas "clásicas", adscritas, fundamentalmente, a distintas versiones del llamado "feminismo radical".

En este enconado enfrentamiento, manifestado particularmente en sus posturas antagónicas con respecto a las nuevas leyes trans -que permiten a cualquier persona autodeterminarse como mujer u hombre sin ningún tipo de requisito - las dos corrientes en disputa se reclaman como las auténticas representantes del feminismo y niegan a sus antagonistas la pertenencia a este movimiento.

Por un lado, el nuevo feminismo defendido en el Estado español por Unidas Podemos -pero también por un "público" especialmente joven que ha crecido coincidiendo con el auge de las ideologías postmodernas y por organizaciones políticas situadas a la izquierda de la coalición morada pero igualmente permeadas por lo queer - descalifica a sus oponentes denominándolas "terfs", acrónimo de Trans-Exclusionary Radical Feminist, que en su traducción literal al español significa "Feminista Radical Transexcluyente". Las nuevas feministas, agrupadas en torno al Ministerio de Igualdad de Irene Montero, sostienen que sólo su planteamiento, "inclusivo" con las mujeres trans y las "personas no binarias",es fiel al verdadero "espíritu" del feminismo en el que - dicen- "deben caber todes".

Sus antagonistas, por su parte, acusan a las defensoras de las "teorías" queer no solo de actuar contra el feminismo y de imponer una nueva forma de "ideología patriarcal con purpurina, que "atenta contra los derechos de la mujer". Este bando es asimismo amplio, y tan diverso como para albergar corrientes incluso antagónicas que, sin embargo, tienen en común su rechazo a la tendencia representada por el Ministerio de Igualdad que -según denuncian - "borra el mismo sujeto político del feminismo" al permitir que cualquiera, solamente por desearlo, se pueda "convertir" a todos los efectos legales en una mujer. En este rechazo coinciden todo tipo de organizaciones integradas por "radfems",históricas militantes del PSOE o el Partido Feminista de España -expulsado de IU por esta posición-, pero también algunas organizaciones comunistas y otras feministas marxistas, críticas no solo de la ideología queer sino de toda la corriente woke importada del mundo anglosajón, que oculta la lucha de clases bajo las reivindicaciones fragmentarias de todo tipo de identidades sexuales, de género, raciales, etc.

El enconado enfrentamiento entre estas dos facciones, en el que el debate ha sido sustituido - con unas pocas excepciones honrosas - por las descalificaciones mutuas, los insultos cruzados o las acusaciones de "promover el odio" y la "transfobia", se ha visto agravado en los últimos meses por los efectos indeseados de la polémica ley "del sólo sí es sí", y se volvía a expresar este 8M en las manifestaciones celebradas en todo el Estado para conmemorar el "Día de la mujer".

Un movimiento fracturado y en guerra abierta

Por segundo año consecutivo en Madrid, y en otras ciudades, se han desarrollado marchas totalmente enfrentadas.

No solamente con respecto a la ley trans, recientemente aprobada gracias al impulso de Unidas Podemos, sino también por el rechazo de una parte del movimiento feminista a la mencionada "ley del sólo sí es sí". Una nueva legislación que pretendía aumentar la protección de las mujeres frente a los delitos sexuales pero que, en la práctica, se ha traducido en la reducción de condenas de varios centenares de agresores sexuales y la excarcelación de unos 30 violadores.

El Ministerio de Igualdad, tras afirmar que estas reducciones de condenas no se iban a producir, y defender posteriormente que en realidad la ley no debía ser "punitivista", mantiene en ese momento que las rebajas en las penas se producen solamente en una minoría de juzgados por la aplicación incorrecta de la ley por parte de jueces machistas. Por el contrario, un número creciente de feministas -entre las que se encuentran algunas ex aliadas de Unidas Podemos - sostienen, junto a muchos juristas, que tanto la reducción de condenas como la excarcelación prematura de agresores sexuales sí constituyen un efecto provocado por una deficiencia de la ley, que debería ser corregida, y acusan a Irene Montero de perjudicar a las víctimas de las agresiones sexuales al negarse a rectificar por el costo político que ello implicaría para ella y su partido.

También enfrentan a ambas facciones sus distintas posturas sobre la prostitución o los llamados "vientres de alquiler". Prácticas con respecto a los cuales Unidas Podemos mantiene posturas indefinidas, por su proximidad con algunos colectivos defensores de la regulación del "trabajo sexual" u otros colectivos que reivindican también la "gestación subrogada" y que, por contra, son abiertamente rechazadas por un sector del feminismo que, en línea con las posturas más tradicionales en ese movimiento, las considera formas extremas de violencia machista y mercantilización de las mujeres.

En la capital, la marcha institucional, convocada por la Comisión 8-M de Madrid en la que se integran los grupos más vinculados a Unidas Podemos, o afines a sus tesis ideológicas, aglutinó a unas 17.000 personas según la delegación del Gobierno. Cifra que las convocantes multiplicaron por 47, hasta los 700.000 manifestantes.

Pese a las diferencias expresadas en el Gobierno de Coalición en torno a la ley trans entre el ala podemita y la del PSOE, y la más reciente disputa en torno a la "ley del sólo sí es sí", tanto las dirigentes de Podemos con la ministra de Igualdad a la cabeza, como la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, y otras socialistas, participaron en esta convocatoria; si bien en esta ocasión escenificaron sus diferencias manteniendo las distancias y marchando bajo diferentes pancartas.
La ministra de Igualdad, Irene Montero, flanqueada por la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángeles Rodríguez

La ministra de Igualdad, Irene Montero, flanqueada por la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángeles Rodríguez "Pam", y la secretaria de organización de Podemos, Lilith Verstrynge
Esta manifestación, apoyada por el Ministerio de Igualdad, concluyó en la Plaza de España, donde las convocantes leyeron su manifiesto y reivindicaron que

"el feminismo lo está cambiando todo", "aquí estamos las feministas", "¡Hemos dejado claro que esta es la manifestación de todas y todes! y ¡El feminismo está más fuerte que nunca!".

La manifestación convocada por el "movimiento feminista de Madrid" reclama la dimisión de Irene Montero

Cabecera de la manifestación contraria a las políticas del Ministerio de Igualdad, en la que se reclamó la dimisión de la ministra Irene Montero

Paralelamente, la manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Madrid, con una afluencia de 10.000 personas según la delegación del Gobierno y 35.000 según la organización, transcurrió con agrias críticas a las rebajas de condenas propiciadas por la ley del sólo sí es sí, a la Ley Trans y a Irene Montero como ministra de Igualdad.

Entre gritos de "Irene Montero dimisión" y "ser mujer no es un sentimiento", la marcha ejemplificó, una vez más, la división en la que el movimiento llegó de nuevo este año a la fecha del 8-M.

En la cabecera de la otra manifestación, la ministra de Igualdad, Irene Montero, respondía al lema de la manifestación que rechaza sus políticas, aportando su propia definición de lo que es una mujer:

"Ser una mujer significa tener más riesgo de precariedad y de pobreza".

"Si esa pregunta se hace con la intención de cuestionar que las mujeres trans son mujeres- se llama transfobia"- apostilló la ministra.

Ya en la mañana del miércoles, la titular de Igualdad había sido interpelada por jóvenes feministas, contrarias a su gestión y sus concepciones, con esta pregunta que, hasta hace apenas un par de años, podría haber respondido un alumno de preescolar con la misma naturalidad que al ser interrogado sobre la hembra de cualquier otra especie de mamíferos, entre los que se encuentra el homo sapiens.

"Sra. ministra, pero ¿qué es una mujer".

En varias ciudades del Estado se expresó también el cisma existente entre las dos corrientes que no reconocen a sus contradictoras como parte legítima del movimiento feminista. En cambio, en otras, como Las Palmas de G.C., se desarrollaron exclusivamente las manifestaciones oficiales. No por alguna suerte de acuerdo "unitario" entre las contendientes de esta guerra abierta y sin cuartel, sino por la creciente dificultad que las críticas del "feminismo queer" se encuentran para contrarrestar a una corriente que ya ha tomado fuertes posiciones institucionales en buena parte del mundo occidental y cuenta, incluso, con el respaldo de las leyes trans para convertir en una expresión punible por el sistema judicial la afirmación de que -con independencia de que sea necesario respetar cualquier tipo de expresión personal de género u orientación sexual- ser mujer es una realidad biológico-material que a nosotros, humildes homínidos algo evolucionados, no nos es posible modificar.