Aunque las manifestaciones contra la reforma judicial suman 12 semanas consecutivas, las registradas este fin de semana fueron algunas de las más multitudinarias con la participación de cerca de 600.000 personas. El descontento aumentó cuando Netanyahu anunció la dimisión del ministro de Defensa, Yoav Gallant, tras ser este el primer miembro del gabinete en pedir abiertamente que se retrase la discusión y la votación de la reforma.
Horas después, el cónsul de Israel en Nueva York, Asaf Zamir, también anunció su renuncia para unirse "a la lucha por el futuro de Israel".
Para el investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, Kobi Michael, este tipo de fracturas gubernamentales, combinadas con el descontento social, son el inicio de "una nueva era en Israel" y "un gran logro para la vital y vibrante democracia israelí".
Por su parte, el profesor de ciencia política de la Universidad de Ariel y de Bar-llan, Zeev Hanin, opina que la magnitud de las protestas responde a que los manifestantes "se dieron cuenta que, en realidad, la forma actual de la reforma judicial no busca un balance de poderes". Por el contrario: representa "una herramienta para alcanzar otras metas" relacionadas con "intereses personales o colectivos de ciertas fuerzas políticas", aun cuando están conscientes de que se necesita una reforma.
"Una parte sustancial de los israelís, incluyendo muchos de quienes en este momento está protestando en contra de la reforma judicial, están a favor o entienden la necesidad de llevar a cabo la reforma del sistema político judicial del Estado", afirma Hanin.En este mismo sentido se expresó el presidente del Instituto Jerusalén para Estrategia y Seguridad, Efraim Inbar, quien apunta que se trata de una situación compleja que "no tiene mucho que ver con la reforma legal, sino con una lucha de poder entre diferentes partes de la sociedad israelí", una de ellas, la más privilegiada, es la que ve en la Suprema Corte su último bastión de poder político, razón por la que apoyan la reforma judicial tal cual fue planteada.
"Estoy hablando principalmente de los judíos ashkenazi más privilegiados, concentrados en Tel Aviv. Tienen miedo de que la comunidad haredi, la comunidad ortodoxa, así como los judíos sefardíes, tengan más hijos y entonces pierdan la oportunidad de ganar el poder otra vez", comenta Inbar.La reforma judicial propone, entre otras disposiciones, que el gabinete del Gobierno sea el órgano encargado de asignar jueces, incluidos los del máximo tribunal, mientras que el parlamento tendría la facultad de anular cualquier decisión del Tribunal Supremo con un voto de mayoría simple.
El profesor Efraim Inbar considera que, a pesar de que "es obvio que la situación se salió de control", el anuncio del Gobierno de Netanyahu sobre retrasar la discusión de la reforma ha evitado poner en peligro al sistema de gobernanza israelí.
"No creo que se amenace su permanencia en el poder como primer ministro. [Netanyahu] se aseguró de que todos los partidos de su coalición lo respaldaran en su decisión de congelar la reforma. Y veremos cómo se desarrolla. Nunca sabes lo que pasará en la política israelí", declaró Inbar.Por su parte, el profesor Zeev Hanin señala que "los enemigos de Israel sobreestiman la división interna", pues el país mantiene cierta unidad porque tiene otros problemas más importantes relacionados con seguridad nacional, social y "solidaridad colectiva contra un enemigo externo".
"Por eso, los miembros de ambas coaliciones gobernantes y de oposición recomiendan que los árabes, especialmente los líderes de organizaciones terroristas radicales o líderes iraníes que esperan que Israel sea socavada desde adentro, no sobrestimen sus habilidades para explotar la actual situación interna de Israel en su propio beneficio", explica.Pese a ello, Hanin considera que, sin importar lo que se decida hacer con la reforma, "es el inicio de un quiebre dentro de la coalición", por lo que no descarta que haya cambios en el Gobierno e incluso que se celebren nuevas elecciones.
"Benjamin Netanyahu es, de hecho, un genio político y un experto económico de gran calibre. Sin embargo, en este momento, no todo está en su poder", opina el académico.
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