Traducido por el equipo de SOTT.net
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© Pavel Chagochkin/Shutterstock
Por muy en forma que se esté, tener algo de grasa en el cuerpo es normal y saludable.

La grasa se almacena en todo el cuerpo humano, pero no toda es igual. Nuestra salud puede verse afectada de diferentes maneras dependiendo de dónde se almacenen esos depósitos de grasa.

El papel de la grasa en el cuerpo

Según una revisión de 2013, la grasa no es simplemente un almacén pasivo de energía, sino que es, de hecho, un «órgano altamente sofisticado» que regula los procesos metabólicos y las ramas del sistema inmunitario. El tejido adiposo también es crucial en la regulación de muchos órganos y está estrechamente relacionado con la función cerebral.

La grasa aporta numerosos beneficios, según declaró a The Epoch Times Kristen Smith, dietista diplomada, responsable de cirugía bariátrica en Piedmont Healthcare (Georgia) y portavoz de la Academia de Nutrición y Dietética. Entre otras cosas, aporta energía, favorece el crecimiento celular, protege los órganos y ayuda a absorber nutrientes esenciales.

La Dra. Sulagna Misra, médico y fundador de Misra Wellness, con sede en California, también explicó a The Epoch Times que la grasa mantiene el cuerpo caliente y aislado y sirve al organismo para almacenar combustible. Además, funciona como una glándula endocrina con una importante actividad.

La grasa se compone de células adiposas, que producen hormonas como el estrógeno y la leptina, citoquinas (proteínas que intervienen en la comunicación celular) como los factores de necrosis tumoral (TNF) y marcadores proinflamatorios. Cuando están presentes en exceso, estas células adiposas pueden provocar una desregulación metabólica u hormonal.

Grasa subcutánea

La grasa subcutánea, situada directamente debajo de la piel, es el tipo de grasa más abundante del cuerpo, según la Sra. Smith. También es la forma de grasa metabólicamente más favorable. A menudo considerada neutra, la grasa subcutánea puede proteger contra las enfermedades coronarias y la diabetes de tipo 2.

Según un artículo publicado en el International Journal of Obesity, la grasa subcutánea está relacionada con un perfil glucémico y lipídico protector, un menor riesgo metabólico y niveles más bajos de citoquinas inflamatorias. Este tipo de grasa parece más pasiva que la abdominal y «ejerce sus propiedades protectoras mediante el almacenamiento de ácidos grasos a largo plazo».

Sin embargo, un exceso de grasa subcutánea, sobre todo en la parte superior del cuerpo, puede ser perjudicial. Las investigaciones han descubierto que la grasa subcutánea de la parte superior del cuerpo está asociada a un aumento de los factores de riesgo cardiometabólico.

Grasa visceral

Por otro lado, los estudios sugieren que unos niveles elevados de grasa visceral aumentan el riesgo de desarrollar eventos cardiovasculares. La grasa visceral es la grasa del vientre que rodea los órganos internos y se encuentra a mayor profundidad en la cavidad abdominal.

La grasa visceral es más resistente a la insulina, sensible a la lipólisis y metabólicamente activa. Puede generar ácidos grasos libres y captar glucosa en mayor medida que la grasa subcutánea. Además, es un factor predictivo de muerte más sólido.

Existen diferencias significativas entre los depósitos de grasa y sus riesgos asociados de trastornos metabólicos. Se ha demostrado que la grasa visceral genera inflamación y se considera un mayor riesgo de trastornos metabólicos. La grasa visceral y la subcutánea son tejidos metabólicamente distintos.

El Estudio Framingham sobre el Corazón midió la relación entre la grasa visceral y los síntomas depresivos en 1.581 mujeres (edad media de 52 años) y 1.718 hombres (edad media de 50 años). El estudio halló una relación en las mujeres, pero no en los hombres. Sin embargo, no se observó una relación entre la grasa subcutánea y los síntomas depresivos, lo que subraya las diferencias en la actividad metabólica dentro de cada depósito de grasa.

También existe una relación entre el estrés, el cortisol y los depósitos de grasa abdominal. El estrés aumenta la exposición a los niveles circulantes de cortisol, lo que provoca un aumento del apetito y la movilización de grasa de la periferia (zonas externas del cuerpo) a la región central. Se sabe que el cortisol redistribuye la grasa de las zonas externas del cuerpo a la zona abdominal.

Según un artículo publicado en 2011 en Obesity, varios factores podrían influir en la relación entre obesidad y síntomas depresivos, entre ellos la inflamación. La grasa visceral parece tener «una contribución única e importante» al estado inflamatorio, escribieron los autores. La Sra. Smith explicó que la grasa visceral suele aumentar con la edad y los niveles elevados de estrés. Los estudios indican que la distribución de la grasa corporal es más importante para la salud general que la cantidad total de grasa corporal. Una dieta desequilibrada rica en alimentos grasos y carbohidratos, combinada con un estilo de vida sedentario, crea unas condiciones que favorecen la acumulación de grasa visceral.

Grasa hepática

Según la Dra. Misra, la grasa hepática consiste en tejido graso almacenado en el hígado, normalmente como combustible. La grasa hepática se acumula tras un consumo excesivo de azúcar y grasa (glucosa y triglicéridos). Las dietas ricas en azúcar y grasas saturadas suelen provocar la acumulación de grasa hepática. Un exceso de grasa hepática puede perjudicar considerablemente el funcionamiento del hígado. El hígado es crucial para el metabolismo, la producción de hormonas y muchas otras funciones, por lo que la obesidad suele provocar trastornos metabólicos y hormonales.

En cuanto al papel de la dieta en la acumulación de grasa hepática, la ingesta total de energía, más que la ingesta de grasa per se, es el mediador clave del contenido de grasa hepática. Las dietas hipoenergéticas (déficit calórico) disminuyen la grasa hepática independientemente del contenido total de grasa, mientras que las dietas hiperenergéticas (exceso de calorías) aumentan la grasa hepática.

La composición grasa de la dieta también podría afectar a la acumulación de grasa hepática, ya que las dietas ricas en grasas saturadas aumentan el contenido de grasa hepática más que las dietas con más grasas insaturadas.

Las fuentes de fructosa añadida también parecen preocupantes en lo que respecta a la grasa hepática. Se ha demostrado que el metabolismo de la fructosa es más rápido que el de la glucosa y se convierte más en glucógeno hepático. Además, es más probable que los carbohidratos ingeridos contribuyan a la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA) que la ingesta de grasa en la dieta; la EHGNA aumenta el riesgo de daño hepático.

Cuatro formas de reducir las grasas nocivas

«Controle lo que come, escuche a su cuerpo, duerma bien en cantidad y calidad, integre el juego, coma más verduras y fibra, elija alimentos más limpios y menos procesados, cocine en casa y haga ejercicio con regularidad (sobre todo entrenamiento con pesas)», aconseja la Dra. Misra. Tenga en cuenta los cuatro consejos siguientes:
  1. Evite los alimentos procesados: Entre ellos se incluyen los alimentos fritos o ultraprocesados, los refrescos, los dulces y la bollería comercial. Los alimentos edulcorados con fructosa deben evitarse o consumirse con moderación. Lea las etiquetas y evite ingredientes como «aceites parcialmente hidrogenados» o «jarabe de maíz de alta fructosa». Éstos privan al organismo de los nutrientes necesarios y se convierten rápidamente en grasa.
  2. Pruebe un entrenamiento de alta intensidad: El entrenamiento de alta intensidad y gran volumen favorece la pérdida de grasa visceral y mejora la salud de las arterias carótidas, facilitando el flujo sanguíneo al cerebro.
  3. Manténgase activo: Los comportamientos sedentarios, sobre todo ver la televisión, se asocian claramente con los depósitos de grasa.
  4. Coma suficiente fibra: El aumento de la ingesta de fibra soluble se asocia a una menor acumulación de grasa visceral, independientemente del índice de masa corporal (IMC). Una mayor ingesta de fibra soluble combinada con una mayor actividad física ralentiza la progresión natural de la grasa visceral.
Una nueva definición de obesidad

Los autores de una revisión publicada en 2006 en Current Diabetes Reviews abogaron por una nueva definición de obesidad basada en la localización anatómica de la grasa y no en su volumen, sobre todo a la hora de evaluar el riesgo cardiometabólico.

La revisión sugiere que el término «obesidad metabólica», que se refiere a la acumulación de grasa visceral tanto en individuos delgados como obesos, puede identificar mejor a quienes corren riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

La Dra. Misra añadió que hay enfermedades o situaciones en las que el IMC puede ser normal, pero la persona puede tener una gran cantidad de grasa visceral. «Prefiero abordar a cada persona individualmente porque el peso 'normal' es un espectro, y el aumento de peso es complejo», concluyó.