La gestión del covid no estuvo guiada por la ciencia, como muestra un creciente número de documentos que van saliendo a la luz. Entre los más recientes figura la publicación de documentos internos de Pfizer y del RKI, institución "científica" vinculada al Ministerio de Sanidad alemán, así como un extenso informe de la Cámara de Representantes de EE.UU. (con el apoyo de ambos partidos, demócrata y republicano) que, entre otras cosas, acusa al propio gobierno de desinformación.
La ciencia es una de las creaciones más preciosas de la humanidad. Pero no es infalible (por eso es ciencia y no dogma) y lamentablemente no es inmune al virus de la corrupción. Desde hace décadas, una tempestad de intereses creados ha ido empañando el espejo de la ciencia, sobre todo cuando la investigación y comunicación de resultados está vinculada a grandes multinacionales.
The BMJ (antes
British Medical Journal), una de las revistas médicas más prestigiosas, publicó en 2022 un artículo titulado "
El espejismo de la medicina basada en la evidencia" (
"The illusion of evidence based medicine"). Como señala la frase que introduce el artículo, la sólida base científica que se nos dice que tiene la medicina "ha sido corrompida por los intereses corporativos, las regulaciones fallidas y la comercialización del mundo académico". En este contexto, afirman los autores, "es poco probable que los gobiernos despreocupados y los reguladores capturados inicien los cambios necesarios para que la investigación deje de estar controlada por la industria y para que los modelos de publicación dejen de depender de los ingresos por reimpresión [las grandes farmacéuticas encargan reimpresiones muy bien pagadas de artículos que sirven para promocionar sus productos], la publicidad y la financiación de los patrocinadores."
Se nos había advertido desde hace tiempo. En 2005, la prestigiosa
PLoS Medicine publicó uno de los artículos más citados del siglo XXI, con este título revelador: "
Por qué la mayoría de los resultados de investigación publicados son falsos" ("
Why most published research findings are false"). Basándose en complejos análisis numéricos, el prestigioso investigador John Ioannidis llegó a la conclusión de que "la mayoría de los resultados de investigación son falsos en la mayoría de diseños de investigación y en la mayoría de disciplinas".
Las dos revistas médicas más prestigiosas del mundo son
The Lancet y
The New England Journal of Medicine. Marcia Angell, exdirectora de esta última, publicó en 2009 un contundente artículo con el título "
Compañías farmacéuticas y médicos: una historia de corrupción" ("
Drug companies & doctors: A story of corruption"): "Se dan conflictos de interés y prejuicios similares en prácticamente todos los campos de la medicina, sobre todo en aquellos que dependen en gran medida de fármacos o máquinas. Sencillamente, ya no es posible creer en buena parte de la investigación clínica que se publica [...] No me complace esta conclusión, a la que llegué lentamente y a regañadientes durante mis dos décadas como editora de
The New England Journal of Medicine."
En lo que respecta a
The Lancet, su director, Richard Horton, dedicó en 2015
una página de esta venerable revista a explicar que la semana anterior se había reunido a puerta cerrada, en el Wellcome Trust de Londres, con destacados científicos y representantes gubernamentales. Se les pidió no hacer fotos ni dar nombres. Su artículo empieza citando a una de las anónimas eminencias: "Mucho de lo que se publica es incorrecto." El propio Horton concluye: "el caso contra la ciencia está muy claro: buena parte de la literatura científica, tal vez la mitad, puede que simplemente sea falsa". Horton reconoce que, en artículos científicos de las revistas más rigurosas, los autores a menudo "esculpen" los datos para que encajen en su teoría favorita, y no salva de la crítica ni a los editores como él (que anteponen el impacto a la verdad), ni a las universidades (que anteponen su necesidad de financiación), ni a los mejores científicos (que no hacen mucho para poner remedio). Horton remata su confesión (se podría llamar así) afirmando que
"la ciencia ha dado un giro hacia la oscuridad" ("science has taken a turn towards darkness").
En 2013 (exactamente cien años después de que la Rockefeller Foundation empezara a promover, en las universidades norteamericanas y en todo el mundo, una medicina acorde con los intereses de la tecnocracia), el doctor
Peter Gøtzsche, cofundador de la prestigiosa organización de análisis de evidencia médica
Cochrane, se vio compelido a denunciar la corrupción de la medicina institucionalizada en un libro de título suficientemente explícito:
Deadly medicines and organised crime (
Medicamentos que matan y crimen organizado).
No escasean los libros sobre el tema. En
Empire of pain (
El imperio del dolor, 2021), Patrick Radden Keefe documenta en detalle cómo la fortuna de la familia Sackler, estimada en 13 000 millones de dólares, surgió de la promoción indebida y masiva de un fármaco de su empresa (Purdue Pharma), el analgésico
OxyContin, que los comerciales farmacéuticos recomendaban como un producto "
para empezar y para seguir con él" y que ha causado una mortífera epidemia de adicción a los opiáceos.
Durante dos mil años, la práctica médica se guio por el principio
primum non nocere ('en primer lugar, no hacer daño'). Durante el siglo XX este ideal tan sensato fue corrompido por los intereses de las grandes multinacionales, convirtiéndose en
primum lucrari ('en primer lugar, lucrarse'). El lucro se convirtió en la primera prioridad de Big Pharma: lo que importa es la "salud" de sus acciones bursátiles y cuentas de resultados, por encima de la salud de las personas y de cualquier tipo de verdad científica.
Las multas que Big Pharma se ve obligada a pagar de vez en cuando quedan de sobra compensadas por sus beneficios. Big Pharma es también la industria global que más invierte en
comprar opiniones, presionar a ministerios y asociaciones médicas, colonizaragencias reguladoras e influir en revistas científicas, a costa de la salud de las personas y a costa de la evidencia.
Richard Smith, que durante trece años fue editor de
The BMJ, afirma que
"el sistema" fomenta directamente el fraude en la investigación biomédica: "Stephen Lock, mi predecesor como editor de The BMJ, empezó a preocuparse por los fraudes en la investigación en los años 1980, pero la gente creyó que no era para tanto [...]. Cuarenta años más tarde, nos estamos dando cuenta de que el problema es enorme: el sistema fomenta el fraude y no tenemos una manera adecuada de responder a ello. Tal vez es hora de
pasar de creer que la investigación se ha realizado y comunicado de manera honesta, a suponer que es fraudulenta hasta que no se demuestre lo contrario."
En este contexto, el "sigan a la ciencia" (originalmente,
Follow the Science) que se nos inculcó desde 2020 debería haberse tomado con pinzas. Se trataba más bien de "siga a la autoridad" o "siga el marketing".
Como la historia de la ciencia muestra una y otra vez, lo que hoy parece firmemente establecido mañana puede resultar incorrecto o sólo válido en determinadas circunstancias. Lord Kelvin (uno de los físicos más prestigiosos de su tiempo y que da nombre a una unidad de temperatura) impartió una famosa conferencia en 1900 en la que aconsejaba a los jóvenes talentos que no estudiaran física porque en aquel momento prácticamente ya ¡estaba todo descubierto! Así parecía a los más entendidos. Sólo quedaban, explicó, dos preguntas de poca monta sobre la naturaleza de la luz. De una de esas preguntas surgió la física cuántica, y de la otra, la teoría de la relatividad. El fluir del conocimiento no puede congelarse: la ciencia solidificada no es ciencia.
En 2020, a través de los grandes medios de comunicación, se desencadenó un diluvio de datos fuera de contexto acerca del covid. Dicho diluvio, combinado con la censura de los millones de personas (incluidos los premios Nobel Luc Montaigner y Michael Levitt e incontables otros expertos) que vimos grietas graves en el relato, dio lugar a lo que puede considerarse el
mayor escándalo en la historia de la ciencia médica.
Hasta entonces, la mayoría hubiera considerado como mayor escándalo de la historia de la ciencia el juicio a
Galileo por parte de la Inquisición. Pero el juicio a Galileo únicamente conllevó el confinamiento de una sola persona, el señor Galileo, que tuvo que pasar sus últimos años confinado en su pintoresca villa campestre, no en vano llamada
il Gioiello ("la Joya"), en la que escribió algunas de sus obras más importantes, incluidos sus
Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias. La reclusión de un gran científico no es comparable con el confinamiento de miles de millones de personas (más de media humanidad en algunas semanas), y el sufrimiento y los efectos adversos mortales o de larga duración infligidos a hombres, mujeres y niños por razones ajenas a la ciencia.
Un
detallado informe de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre la gestión del Covid, publicado el
4 de diciembre de 2024 con el respaldo de ambos partidos, demócrata y republicano, incluye secciones que demuestran que (cito los títulos)
"El mandato de la distancia social de dos metros no tenía base científica",
"Las mascarillas y los mandatos sobre mascarillas fueron ineficaces para controlar la propagación del Covid-19",
"Las pruebas para detectar el Covid-19 eran defectuosas", "Los funcionarios de salud pública ignoraron la inmunidad natural" y
"Los mandatos que imponían la vacunación no tenían base científica". El informe también demuestra que el cierre de las escuelas "tuvo un
impacto adverso en el rendimiento académico que continuará durante años", "empeoró una tendencia ya alarmante en el
deterioro de la salud física" y "contribuyó significativamente al
aumento de los problemas de salud mental y conductual". El informe también muestra diversas maneras en que "
el Gobierno difundió desinformación sobre el Covid-19". Martin Makary, recientemente nominado director de la FDA (Food and Drug Administration, la agencia que regula, o debería regular, alimentos y medicamentos en EE.UU.), testificó ante el Congreso en 2023, que
"el principal perpetrador de desinformación durante la pandemia fue el gobierno de los Estados Unidos".La peor desinformación no venía de ciudadanos de buena fe sino de arriba, del poder.
En este terrible espectáculo
la evidencia científica nunca llevó la voz cantante. En Alemania, por ejemplo, el Ministerio de Sanidad hizo creer que aplicaba las recomendaciones del
Robert Koch Institute (RKI), el instituto de investigación que asesora al gobierno alemán sobre la prevención y el control de enfermedades. Pero cuando en 2024 se difundieron las actas de las reuniones internas del RKI durante el Covid, quedó claro que
el gobierno no seguía las recomendaciones de los científicos, sino que eran los científicos quienes seguían las recomendaciones del poder. Por ejemplo, en la reunión del 10 de septiembre de 2021, los científicos del RKI lamentan la presión que les impone el Ministerio de Sanidad, y reconocen explícitamente que dicho Ministerio "supervisa técnicamente" al Instituto, el cual "no puede invocar la libertad de la ciencia", puesto que "la independencia científica del RKI con respecto a la política es limitada".
[1]Ocho semanas después, el 5 de noviembre de 2021, las actas muestran que los científicos del RKI no están de acuerdo con la retórica de que las "vacunas" detienen la infección por Covid y de que hay una "pandemia de no vacunados." Pero
deciden guardar silencio sobre su desacuerdo: argumentan que sus comunicados públicos ahora no pueden modificarse porque "causaría una gran confusión".
[2]Ahí quizá puedan entrar muchas consideraciones, pero ninguna de ellas es científica. Se suponía que
cambiar la propia perspectiva a la luz de la nueva evidencia era, precisamente, lo que distinguía a la actitud científica de la actitud dogmática o de la actitud cobarde. Galileo y Darwin no dejaron de anunciar públicamente lo que pensaban porque "causaría una gran confusión" (la causaron, y no fue pequeña).
Así pues, se dio el sello de aprobación científica a políticas contrarias a la buena ciencia, y
se hizo creer a los alemanes (y otro tanto a casi todo el mundo)
que había un fundamento científico donde no había ninguno.
En cualquier caso, la evidencia más espeluznante procede de otro cúmulo de documentos internos: "los papeles de Pfizer". Cuando un requerimiento legal exigió a la FDA la
publicación de los documentos relacionados con la autorización de la "vacuna" de Pfizer, la agencia pidió que se le concedieran 75 años (¡hasta 2096!) para procesar e imprimir los documentos. Afortunadamente, el juez impuso el sentido común y se acabaron publicando más de 450.000 páginas de documentos técnicos de la compañía que dirige Albert Bourla. Para encontrar agujas en tal pajar se coordinaron nada menos que 3.250 voluntarios, incluidos médicos de todo tipo de especialidades, biólogos, bioestadísticos e investigadores de fraudes médicos. Sus principales conclusiones se han resumido en un libro editado por Naomi Wolf y Amy Kelly,
The Pfizer Papers. Según los propios documentos de Pfizer, a los tres meses del lanzamiento de su "vacuna" en diciembre de 2020, ya
sabían que no funcionaba para detener la enfermedad (los documentos hablan de "fallo de la vacuna")
y que causaba múltiples tipos de "efectos adversos graves" (entre ellos citan la
"muerte"). Poco después, Pfizer supo que su "vacuna" estaba causando
lesiones en el corazón de jóvenes. Una de las revelaciones más impactantes es que, mucho antes de que este producto con instrucciones genéticas mal llamado "vacuna" se recomendara encarecidamente a las mujeres embarazadas, Pfizer sabía que sus materiales
entraban en la leche materna y envenenaban a los bebés: en sus documentos internos hay constancia de
muertes de recién nacidos tras la "exposición materna" (!) a la "vacuna". Al menos en cuatro casos, ¡la
leche materna se había vuelto "blue-green",
azul verdosa!
Pfizer no es el único malo de esta película. Están apareciendo pruebas similares de
Moderna y otras empresas e instituciones, que se hacían pasar por héroes mientras flirteaban con un tipo de maldad que parecía olvidada. En los próximos meses se publicará
The Moderna Papers.¿De dónde surgió todo este despropósito? Esta cuestión se planteó a medio centenar de altos cargos europeos y norteamericanos (a quienes "se garantizó el anonimato para que pudieran hablar con franqueza") en una investigación desarrollada durante siete meses por dos medios importantes, el alemán
Die Welt y el norteamericano
Politico. De dicha investigación se colige que
los gobiernos tampoco llevaban la voz cantante: "buena parte de la respuesta internacional a la pandemia de covid pasó de los gobiernos a un grupo global de
expertos no-gubernamentales supervisados de manera privada". Resulta que este "grupo global de expertos no-gubernamentales supervisados de manera privada" tenía "conexiones financieras y políticas muy importantes que les permitieron ejercer tal influencia en los más altos niveles del gobierno de los Estados Unidos, de la Comisión Europea y de la OMS". Entonces, ¿quién o qué coordinaba este "grupo global de expertos no-gubernamentales"? Como muestra la investigación de
Die Welt y
Politico, en el núcleo de esta red se hallan las entidades vinculadas a un viejo conocido del hacer fortuna de manera fraudulenta y de la financiación de autodenominados "verificadores": Bill Gates. La edición alemana de esta investigación se titula
"La máquina de poder de Bill Gates" (
Die Machtmaschine des Bill Gates).
Primum lucrari, porque por el dinero se empieza — pero no se trata solo de codicia: la clave está en la máquina de poder, la sed delirante de poder. De poder político y de poder sobre la vida de las personas. La pregunta siguiente es: ¿qué hay detrás de Bill Gates?
Sobre el autorJordi Pigem es Doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona. Fue profesor del Masters in Holistic Science del Schumacher College (Inglaterra). Entre sus libros destaca una reciente trilogía sobre el mundo contemporáneo:
Pandemia y posverdad (2021),
Técnica y totalitarismo (2023) y
Conciencia o colapso (2024). Desde 2025 es Fellow del Brownstone Institute y miembro fundador de Brownstone España.
Notas[1] Los archivos con las actas (
Protokolle) de las reuniones internas del Robert Koch Institute pueden descargarse en https://rki-transparenzbericht.de/. Viernes 10 de septiembre de 2021: "Das BMG [Bundesministerium für Gesundheit] die Fachaufsicht über das RKI hat und sich als Institut nicht auf Freiheit der Wissenschaft berufen kann. Die wissenschaftliche Unabhängigkeit des RKI von der Politik ist insofern eingeschränkt".
[2] Viernes, 5 de noviembre de 2021: "Kommunikation kann nicht geändert werden. Würde große Verwirrung hervorrufen". Un buen resumen de otras conclusiones que se derivan de la filtración del RKI es la conferencia pronunciada por el profesor Stefan Homburg en Berlin el 2 de noviembre de 2024 (www.youtube.com/watch?v=-j7qjedth3A).
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