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Mohamed, de 20 años, estudiante de computación, viajó tres horas en ómnibus desde Port Said ayer para alcanzar la plaza Tahrir. Con bandera, mochila y una bolsa de dormir, no quiso perderse otra masiva manifestación para reclamar la salida inmediata del presidente, Hosni Mubarak, en la mayor protesta que pudo verse desde el inicio de la revuelta que sacudió los cimientos de Egipto.
Más allá de los esfuerzos del régimen para acallar las imponentes manifestaciones -ayer entraron en su tercera semana- con anuncios y promesas de reformas, los activistas antigubernamentales redoblaron su apuesta. Y sorprendiendo al mismo gobierno, que parece haber minimizado su fuerza, en una escalada para derrocar a un régimen que gobierna con mano dura desde hace tres décadas, volvieron a llenar la plaza Tahrir con otra manifestación pacífica, llena de familias con cochecitos, al grito de "¡Erhal [andate] Mubarak!"
El flamante vicepresidente, Omar Suleiman, alarmado ante una ola de protestas que no deja de crecer, advirtió que las manifestaciones "no se pueden tolerar" por mucho más tiempo, en una clara señal de que la paciencia del régimen comienza a agotarse.
Demostrando un gran poder de convocatoria, los protagonistas de una revolución que todos los días crece en entusiasmo y energía también lograron que cientos de miles de egipcios se movilizaran contra Mubarak, de 82 años, en Alejandría, la segunda ciudad del país. Muchos se sumaron ayer por primera vez.