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El 65 por ciento de los franceses expresaron su preocupación por la eventual presencia de Organismos Genéticamente Modificados en los alimentos de consumo cotidiano, según un sondeo publicado hoy aquí.

La encuesta fue realizada tras la decisión del Consejo de Estado de autorizar de nuevo el cultivo del maíz transgénico MON 810, producido por la transnacional norteamericana Monsanto y cuyo uso estaba prohibido en el país.

En febrero de 2008 el gobierno declaró una moratoria para la siembra de esas semillas con el objetivo de estudiar mejor su impacto en la salud y la economía, pero el lunes reciente la máxima instancia administrativa del país anuló esa decisión.

La variedad MON 810 contiene una alteración en su estructura genética para producir una proteína que funciona como repelente a algunos insectos.

Hasta el momento no existen datos suficientes sobre los efectos en la salud humana por el consumo de este maíz, pero experimentos hechos en laboratorio detectaron una disminución en la fertilidad de ratones alimentados exclusivamente con ese cereal.

Por otra parte existe el riesgo de que el contacto permanente de los insectos con la proteína genéticamente modificada provoque resistencia, lo cual acarrearía nuevas plagas en lugar de evitarlas.

Organizaciones campesinas denunciaron, además, que debido a la polinización natural por el viento, las aves y los insectos; los genes de este grano contaminan y destruyen plantaciones vecinas con variedades naturales de maíz.

Si el gobierno no hace todo lo posible por poner una nueva interdicción a esta semilla, se corre el riesgo de ver aparecer el MON 810 en los campos franceses para la primavera próxima, dijo Sylvain Tardy, director de campaña de Greenpeace.

Por su parte, el líder ambientalista José Bové advirtió que desde 2008 no pasa una semana sin que nuevas pruebas vengan a confirmar todas las acusaciones contra ese producto de la transnacional estadounidense