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Dos meses y medio después de la muerte de Kim Jong-il, Corea del Norte se comprometió ayer a detener su programa nuclear a cambio de ayuda humanitaria. El régimen estalinista acordó con la Casa Blanca «una moratoria de sus pruebas atómicas, del lanzamiento de misiles de largo alcance y de su programa de uranio enriquecido en las instalaciones de Yongbyon, donde permitirá la vuelta de los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) para que supervisen el proceso mientras continúa el diálogo».

Por su parte, EE.UU. accede a entregar 240.000 toneladas de ayuda humanitaria, principalmente comida, para mitigar la grave escasez reinante en Corea del Norte, que aún no se ha repuesto de la «Gran Hambruna» de los años 90. Este compromiso supone el primer paso para desbloquear las conversaciones a seis bandas de Pekín, interrumpidas desde abril de 2009. Para ello, una de las condiciones que exige Corea del Norte es el levantamiento de las sanciones internacionales y la entrega de reactores de agua ligera para generar electricidad, otra de las necesidades más acuciantes del régimen.

Con el propósito de avanzar en los contactos, la semana pasada se reunieron en la capital china el enviado estadounidense, Glyn Davies, y el norcoreano, el viceministro de Exteriores Kim Kye-gwan. Con su retórica belicista, parecía que el joven Kim Jong-un iba a ser un quebradero de cabeza para la Casa Blanca, pero podría contribuir a acabar de una vez por todas con la tensión en esta parte del noreste de Asia.

«A EE.UU. le preocupa el comportamiento de Corea del Norte, pero este anuncio refleja un progreso importante, aunque limitado», se congratuló con mucha cautela la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, quien insistió en que la Casa Blanca «no tiene intenciones hostiles hacia Pyongyang».

«Diplomacia atómica»

Desde los tiempos de Clinton, Corea del Norte viene practicando la «diplomacia atómica» para disuadir a Washington de un cambio de régimen. Con dicho fin, ha impulsado la política «songun» de primacía militar que ha arruinado a su depauperado y hambriento pueblo, pero ha dotado al Ejército con entre seis y ocho bombas atómicas. En octubre de 2006 llevó a cabo su primer ensayo nuclear y, en mayo de 2009, el segundo, que utiliza como ases en la manga en las conversaciones a seis bandas de Pekín.

Mediante dichas negociaciones, el régimen de Pyongyang se comprometió en febrero de 2007 a renunciar a sus armas atómicas a cambio de petróleo, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático. Pero dicho pacto quedó en agua de borrajas por las dificultades para comprobar el desarme nuclear norcoreano y la expulsión de los inspectores internacionales.

En pleno año electoral, y con frentes mucho más peligrosos abiertos en Siria e Irán (provocados por EEUU), Obama quiere apuntarse el tanto de firmar definitivamente la paz con Corea del Norte, ya que ambos países no se reconocen oficialmente porque la guerra que libraron hace seis décadas acabó con un armisticio. Con la vista puesta en la gran celebración de abril por el centenario del nacimiento del fundador de la patria, Kim Il-sung, el joven caudillo norcoreano puede ayudarlo a conseguirlo.