Gifford Miller.
© Gifford Miller, University of ColoradoGifford Miller.
Hay muchos indicios de que las temperaturas fueron más bajas de lo normal durante un período que comenzó hace varios siglos y terminó en el siglo XIX. El fenómeno afectó a lugares tan lejanos unos de otros como Sudamérica y China, aunque fue particularmente evidente en el norte de Europa. Los glaciares crecían de manera imparable en valles de zonas altas, engullendo pueblos; y hasta hay pinturas famosas de ese período en las que aparecen representadas escenas locales con situaciones hoy tan inauditas como la de personas patinando en un congelado río Támesis en Londres.

Las causas no están del todo claras, ni tampoco cuándo empezó exactamente esa época de bajas temperaturas. La mayoría de los científicos piensa que la Pequeña Edad de Hielo se originó por una reducción de la radiación solar en verano, o bien por la erupción de volcanes que enfriaron el planeta al arrojar partículas de aerosoles que reflejaron parte de la luz solar de regreso al espacio, o bien por una combinación de ambos fenómenos. No hay consenso sobre el siglo en que se inició esta pequeña era glacial. Algunos expertos consideran que comenzó en una fecha tan temprana como el siglo XIII, y otros tan tarde como el siglo XVI.

Ahora, un nuevo estudio aporta posibles soluciones para esos y otros cabos sueltos de este misterio.

Según los resultados del nuevo estudio, a cargo del equipo de Gifford Miller, de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, la Pequeña Edad de Hielo empezó abruptamente entre los años 1275 y 1300 de nuestra era, a causa de una actividad volcánica explosiva y persistente. El régimen de bajas temperaturas se automantuvo de manera casi constante por un mecanismo de realimentación en el que intervinieron el hielo marino y las aguas del Océano Atlántico Norte.

La evidencia fundamental que ha conducido a esta conclusión se obtuvo por datación mediante radiocarbono de la vegetación muerta de hace siglos que ahora aflora a la superficie al derretirse la capa de hielo que la cubría en la Isla de Baffin, del Ártico canadiense. Otras evidencias importantes provienen de los datos extraídos de núcleos de hielo y núcleos de sedimentos obtenidos en los polos y en Islandia, así como de simulaciones climáticas sobre la evolución del hielo marino.

En la investigación también han trabajado expertos del Centro Nacional estadounidense para la Investigación Atmosférica en Boulder, la Universidad de Islandia, la de California en Irvine, y la de Edimburgo en Escocia.