Desde hace más o menos unos cinco años hemos estado observando que en muchos lugares del mundo el cambio climático es ya evidente, pues lo mismo encontramos altas y bajas temperaturas, sequías, inundaciones, tormentas de nieve, granizo y abundantes lluvias.

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Los Estados Unidos han estado sufriendo devastadores tornados, que si posiblemente se registren en lugares que siempre los han sufrido, los reportes son en el sentido de que ahora son más mortíferos, y muy erráticos en sus comportamientos. Lo mismo sucede con las tormentas eléctricas más destructivas y de mayor duración.

Los expertos en climatología pronostican que en los próximos años se estarán presentando eventos extremosos en esta materia, como tormentas más severas, sucesos eléctricos más fuertes y seguidos, calores mucho más altos, en fin, hasta los vientos aumentarán su intensidad que no se ha visto en muchos años.

¿Serán estos los primeros efectos del cambio climático mundial? ¿Serán las primeras señales para que nos preparemos para eventos climatológicos de mayor envergadura? Y en lo que respecta al ser humano, ¿estamos preparados para poder enfrentarlos? La respuesta a esta última pregunta es un absoluto ¡no!

No estamos preparados para enfrentar ningún fenómeno de la naturaleza: terremotos, huracanes, vientos fuertes, tornados, inundaciones y muchos más, porque son imprevisibles, no suceden cotidianamente y porque las autoridades y nosotros mismos, echamos por la borda toda sugerencia sobre lo que se debe hacer antes esos imponderables.

¿Se acordarán nuestros lectores del tornado se abatió en una comunidad llamada Agua Prieta hará unos tres años? ¿Las tormentas que han sucedido en los últimos años en el Distrito Federal, acompañadas de fuertes vientos, lluvias copiosas, tormentas eléctricas y hasta granizo? ¿Que hace una semana hubo una tormenta eléctrica que duró varias horas en Villahermosa, Tabasco?

Hay algo curioso y concomitante que estos desastrosos acontecimientos de la naturaleza se escenifican seguidamente sobre las grandes ciudades, atestados de grandes edificios, con enormes cantidades de habitantes, como si fueran avisos de la misma Naturaleza que nos está diciendo que estamos dañando su entorno y que esto nos puede traer resultados desastrosos.

¿Y qué nos dicen de los fuertes temblores que se están sintiendo en varias partes de la república? Esto es también parte esencial de nuestra Madre Tierra, que trata de alguna manera de avisarnos sobre los cambios que se aproximan.

Y no se trata de ser catastrofistas, sino que las manifestaciones de la naturaleza son evidentes, que si bien estamos ciertos de que estos eventos se han presentado desde los comienzos, también es cierto que no debemos soslayar los eventos de la naturaleza, para prepararnos y preparar a los nuestros para cualquier eventualidad.

Tampoco debemos dejarnos llevar por los falsos profetas o pronosticadores que se aprovechan de cualquier cosa para llevar agua a su molino. Son aquellos que nos traen el caos y las tormentas, pero no nos dicen cómo salvarnos ni cómo evitar las desgracias.

Los eventos naturales ahí están, siempre han estado, y se manifiestan cuando las condiciones climatológicas lo permiten. Nosotros somos los que debemos aprender a convivir con ellos, a prevenirnos para no enfrentarlos, sino respetarlos. Debemos aprender todo lo necesario para evitarlos, pero de una manera adecuada y sensata.

Debemos aprender la cultura del peligro, no para afrontarlo, sino para evitarlo.