Creo que en estos días es importante hablar de esas víctimas invisibles que causa la violencia de género que son los niñ@s, ya que han sido muy pocos los estudios que, a lo largo de los años, se han hecho sobre las consecuencia de esta violencia en la vida, el comportamiento, la personalidad y la salud de los hij@s de las mujeres maltratadas.
Imagen
© Desconocido
Lo primero que quiero decir es que los hijos e hijas de las mujeres maltratadas son víctimas directas de la violencia, nunca meros espectadores.

La exposición a la violencia provoca en los niñ@s muy graves y diversos problemas que pueden condicionar el resto de sus vidas. Entre los problemas físicos que genera tenemos el retraso en el crecimiento, las alteraciones en el sueño y la disminución de las habilidades motoras. En el aspecto emocional esta violencia produce ansiedad crónica, depresión, ira y estrés. En el aspecto cognitivo tenemos el retraso en el lenguaje, el bajo rendimiento escolar y las dificultades para la concentración y el estudio. En el aspecto de la conducta o el comportamiento esta violencia genera agresividad, inmadurez, toxicodependencias y conductas antisociales.

Estas alteraciones se desarrollan a partir de las sensaciones y los sentimientos que en los niños genera la violencia hacia su propia madre. Los niños y niñas que presencian las agresiones ven los golpes, pero incluso perciben la violencia sin haber sido testigos directos de la misma. Estos niños viven con el miedo y el terror, se sienten desamparados y creen que pueden morir o ser heridos durante las agresiones a las que están expuestos.

La ansiedad que experimentan por el profundo temor a sufrir daños durante los ataques o a que sus madres sean heridas, la tristeza al ver a sus madres como víctimas de las agresiones por parte de quien debería darle seguridad y afecto, el estado depresivo por la creencia de que su situación es irremediable y de que nadie les puede salvar o ayudar, el aislamiento en su entorno escolar y social para mantener en secreto su problema que consideran son responsables del mismo y que viven desde la verguenza, la evasión mediante el alcohol o las drogas en el caso de los adolescentes, y las reacciones agresivas como respuesta a la violencia vivida son otras de las graves alteraciones que padecen estos niñ@s. Es fundamental hablar en este punto de la transmisión generacional de la violencia.

Se ha demostrado que los hijos varones de hombres maltratadores, con una altísima frecuencia, maltratarán a sus parejas en una etapa adulta, y que las hijas tendrán también una mayor probabilidad de ser víctimas de la violencia por parte de sus parejas. El aprendizaje de las conductas agresivas se produce por la exposición constante a la violencia que ejercen sus padres contra sus madres, y todo ello en el mismo contexto donde se establecen los lazos afectivos y emocionales que se desarrollan en el grupo familiar, mezclándose y confundiéndose entre sí. Estos niños y niñas es difícil que tengan oportunidades de aprender estrategias adecuadas, no violentas, para la resolución de cualquier conflicto, pues no pueden normalmente desarrollarse en otras dinámicas familiares diferentes de las que se han establecido entre sus familiares.

La educación e intervención desde la infancia son fundamentales para la prevención de la violencia contra las mujeres. Como dice el doctor Rojas Marcos la semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y se desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia.