(Volver a la cuarta parte)

El ser humano es social, y cualquier intento de analizar, explicar y estudiar su comportamiento que ignore esta realidad está condenado al fracaso.
Imagen
Somos lo que somos, dentro de un contexto.

"Yo soy yo, y mis circunstancias" (José Ortega y Gasset)

Por tanto, cualquier intento de comprender por qué surge la maldad debe tener en cuenta la dimensión social de la persona.

Todo ser humano tiene un doble destino:
  • Construir su vida individual y familiar dentro de la sociedad
  • Y participar de forma más o menos activa en todos los asuntos sociales que, inevitablemente, le afectarán a lo lago de su vida.
Dice Lobaczewski:
"Si observamos la multitud en las calles de cualquier gran metrópoli humana, veremos individuos que parecen vivir motivados por sus negocios y problemas personales, en busca de una ínfima porción de felicidad. Sin embargo, semejante simplificación de la realidad hace que menospreciemos las leyes de la vida social que existían mucho antes de la metrópoli, y que continuarán existiendo mucho después que las grandes ciudades se vacíen de gente y ya no tengan ningún propósito. Quienes se encierran en sí mismos dentro de una muchedumbre, tienen dificultades a la hora de aceptar esa realidad, que según su punto de vista sólo existe de manera potencial y no les resulta directamente perceptible."
Las leyes sociales humanas son aprendidas desde pequeños por sus miembros, de una forma más parecida a la ósmosis, un aprendizaje pasivo, basado en la enseñanza de los mayores y de la propia experiencia. No en vano, el ser humano dispone del periodo de aprendizaje (infancia) más largo de todos los mamíferos.

Gracias a que la inmensa mayoría de la gente aprende, acepta y respeta estas leyes sociales, dichas sociedades progresan cultural, económica y moralmente.

Ciertas personas poseen una capacidad especial para intuir, detectar y explicitar estas leyes sociales.

Lobaczewski los llama "pedagogos" (literalmente, "los que enseñan o conducen a niños").
"A lo largo de las épocas y en las diferentes culturas, los mejores pedagogos comprendieron la importancia del alcance de los conceptos que describen los fenómenos psicológicos, con respecto a la formación del carácter y la cultura de una persona. La calidad y la riqueza de los conceptos de la terminología que manejan un individuo y una sociedad, así como el grado al que se aproximan a una visión objetiva del mundo, condicionan el desarrollo de nuestras actitudes morales y sociales."
Las sociedades más desarrolladas cuentan con un acervo de conocimiento sobre el ser humano más rico, sutil y complejo. Y más cercano a la visión objetiva y científica de los fenómenos que intenta describir.

Los pedagogos pueden ser buenos ... o no tan buenos.
"Sin embargo, siempre han existido "pedagogos de la sociedad", menos sobresalientes pero más numerosos, quienes se han fascinado ante sus propias grandes ideas, en algunos casos tal vez correctas, pero comúnmente limitadas o con el tinte de algún pensamiento patológico oculto. Aquellas personas siempre han buscado imponer métodos pedagógicos que empobrezcan y deformen el desarrollo de la visión psicológica del mundo de un individuo y de una sociedad; infligen un daño permanente sobre las sociedades y las privan de valores universalmente útiles. Al pretender actuar en nombre de una idea más valiosa, dichos pedagogos socavan los valores que ellos mismos promueven y abren el paso a ideologías destructivas".
Junto a los falsos profetas, existen los fascinadores bienintencionados pero ciegos a realidades fundamentales de la psicología y la sociedad y con una visión de la realidad limitada por sus propias deficiencias:
"Al mismo tiempo, como ya lo hemos mencionado, cada sociedad contiene una pequeña pero activa minoría de personas con diferentes visiones distorsionadas del mundo, especialmente en las áreas que hemos tratado, y producto de anomalías psicológicas. [...]

Tales personas luego ejercen una influencia perniciosa sobre los procesos de formación de la visión psicológica del mundo en la sociedad, ya sea mediante una acción directa o por medio de la escritura u otras formas de transmisión de conceptos, especialmente cuando se comprometen a defender una u otra ideología."
Uno de los temas críticos para que una sociedad funcione es la correcta distribución de funciones, responsabilidades y tareas entre sus miembros. Una sociedad sana sabe sacar el máximo partido de sus miembros y hacer que se encuentren integrados en su seno.

En las sociedades sanas, las funciones y responsabilidades y tareas importantes son desempeñados por personas competentes y psicológicamente normales:
"Respaldada por una apreciación y comprensión correctas de las cualidades psicológicas, tal estructura impartiría un alto cargo social a individuos totalmente normales psicológicamente, con un talento suficiente y una capacitación específica. A su vez la inteligencia colectiva de las masas los respetaría y apoyaría.

Y así, en dicha sociedad, los únicos problemas pendientes serían aquellos casos capaces de sobrepasar los límites del lenguaje natural de conceptos, sin importar cuán cualitativamente noble y rico sea éste."
En las sociedades enfermas, las personas se ven forzadas a desempeñar funciones que no les permiten hacer uso de todo su potencial humano, muchos se sienten engañados e inundados de deberes que les impiden sentirse realizados.

Esta inadaptación creciente puede limitar su creatividad, su productividad y llevarlos a focalizarse en la idea de un mundo injusto, donde el poder para cambiar las cosas es todo lo que se necesita.

Lo cual es lógico, pues:
"No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma" (Jiddu Krishnamurti)
Dice Lobaczewski:
"Las ideas revolucionarias y radicales encuentran suelo fértil entre las personas cuya adaptación social va en descenso"
Por otro lado, está la otra cara de la moneda:
"Otro tipo de individuos pueden alcanzar cargos importantes debido a que pertenecen a grupos sociales privilegiados o a organizaciones de alto poder, si bien sus talentos y habilidades son insuficientes a la hora de cumplir con sus obligaciones, especialmente cuando se trata de resolver los problemas más dificultosos.

Lo que hacen entonces es evitar lidiar con los temas problemáticos y dedicarse a asuntos menores de una manera bastante ostentosa. Puede notarse cierto componente de histrionismo en su conducta, y los estudios indican que su razonamiento pierde progresivamente precisión después de tan sólo algunos años de haberse dedicado a dichas actividades.

De cara a las presiones crecientes para que se desempeñen a un nivel que para ellos es inalcanzable, y por temor a que se descubra que son incompetentes, comienzan a atacar a cualquiera que posea mayor talento o habilidades, removiéndolos de los puestos que les corresponden y participando activamente en la degradación de su posición social y profesional. Esto, por supuesto, genera un sentimiento de injusticia. [...]

Por ende, aquellos que gozan de una posición privilegiada en la sociedad favorecen a los gobiernos represivos y totalitarios capaces de proteger sus cargos."
En palabras (con cierta sorna) de Lawrence J. Peter y su principio:
"En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse"
Lobaczewski apostilla:
"Las adaptaciones sociales en ascenso y descenso, así como las cualitativamente inadecuadas, resultan en un desperdicio del capital básico de cualquier sociedad, a saber, las reservas de talento de sus miembros. Simultáneamente, esto conduce a un mayor grado de insatisfacción y tensiones entre los individuos y grupos sociales.

Por consiguiente, debe considerarse como peligrosamente ingenuo cualquier intento por analizar el talento humano y el problema de su productividad como cuestiones puramente personales.

El desarrollo y la involución en todas las áreas de la vida cultural, económica y política dependerán del grado en que esta reserva de talento sea utilizada de una manera apropiada.

Con el tiempo, también determinará si se producirá una evolución o una revolución."


Capítulos anteriores de la serie Ponerología: